La
ruta tiene nueve kilómetros, es circular y no presenta ninguna dificultad. Se puede realizar en tres horas incluyendo las
paradas para sacar fotos y disfrutar de los parajes agrícolas y naturales.
Desde
Alcalá tomaremos la antigua A-376, dirección Utrera. A dos kilómetros y medio
se encuentra la hacienda de Mateo Pablo [i].
El coche hay que dejarlo en un descansadero situado frente a la hacienda. Desde
allí parten, en direcciones opuestas, el cordel del Rayo, la cañada de
Matalageme y la cañada de Benagila.
Hacienda de Mateo Pablo
Hay
que aprovechar este tiempo de finales de invierno y comienzo de la
primavera, con temperaturas más agradables, para recorrer un itinerario con
paisajes únicos.
El primer tramo discurre en dirección noreste por la cañada de
Benagila [ii].
A nuestra espalda, dejaremos la hacienda; a la derecha, la gañanía,
distante de nosotros unos 150 metros; y a nuestra izquierda, un padrón
compuesto por tuyas, acacias, chumberas, lentiscos, acebuches y cipreses, que
dejan entrever un añejo naranjal.
Gañanía de la hacienda de Mateo Pablo.
A poco de comenzar veremos un
pozo distante unos 40 metros de la vía pecuaria. Luego, un núcleo vegetal
compuesto por higueras, acebuches y palmas, coronando un talud, vestigio de una
antigua calera, casi imperceptible entre el follaje, que fue utilizada para
satisfacer las necesidades de óxido de calcio de la hacienda, la cal. Desde
esta atalaya, sembrada de restos cerámicos que pudieran pertenecer a una villa
romana, la vega aparece ante nosotros cubierta con un manto verde de trigales.
Donde no es así, diferentes tonos de ocres esperan las sementeras del garbanzo
y el girasol. Y distinguiremos, en la cornisa de Los Alcores, el color albero
de la hacienda de Zafra y el cortijo de Maestre.
Vistas desde el talud de la antigua cantera.
También
nos impactará un imponente palomar cilíndrico, de estilo barroco,
jalonado con una veleta, del que se dice fue construido para satisfacer a la
realeza en sus visitas y estancias a la hacienda de Mateo Pablo, centradas en
la cacería. Sea como fuere, lo cierto es que aún tenemos la oportunidad de
contemplar algo insólito, que debería ser catalogado y protegido. [iii]
Palomar.
Continuando
nuestra marcha, flanqueados por olmos, llegaremos a un humedal plagado de
acebuches, lentiscos, eucaliptos y una abundante tipología de herbáceas, donde
antaño estuvo la conocida como huerta de Benagila. Este oasis de
vida vegetal, refugio de numerosas aves, tiene una extensión aproximada de
cuatro hectáreas y, dadas las incursiones del arado en su perímetro, no parece
que tenga garantizada su permanencia. [iv]
Anchura en uno de los tramos
de la cañada de Benagila.
Estamos
transitando por una antigua dehesa que perteneció al Consejo de Alcalá,
conocida con el nombre de Guadalperal y que se extendía a
ambos lados del arroyo de Guadairilla. En este tramo, la anchura de la cañada
de Benagila se ha visto reducida a su mínima expresión, dos o tres metros,
cuando deberían ser 90 varas castellanas, 75,22 metros [v].
De paso, también, han fulminado cualquier tipo de vegetación arbórea y
arbustiva.
Trigales en Guadalperal.
Cuando
alcancemos el camino de Cuesta Carretilla, lo cogeremos a la
derecha, abandonando la vía pecuaria. El arroyo de Guadairilla lo vamos a tener
a nuestra izquierda durante 1,7 km., hasta un punto donde es posible
aproximarnos a su cauce.
En
la ribera predominan los eucaliptos, aunque también es
significativa la presencia de olmos, álamos, acebuches, lentiscos, zarzas,
rosales silvestres, espinos majuelos… Entre los árboles y arbustos es posible
ver zarzaparrilla, aristoloquia, rubia peregrina, amor del hortelano,
candilitos, arum, acelga silvestre, nueza negra, brionia… y un manto de nidos
de gorrión moruno desprendidos por el viento desde lo alto de los eucaliptos.
Bosque de galería en el arroyo de Guadairilla.
Después
de adentrarnos unos minutos en la tupida arboleda del arroyo, desandaremos unos
200 metros, hasta situarnos en la entrada de un camino particular,
perpendicular al de Carretilla, cuya entrada es custodiada por un
longevo piruétano o peral silvestre, Pyrus bourgaeana.
Inicio del camino particular
perpendicular al de Cuesta Carretilla.
Un viejo piruétano en Cuesta
Carretilla.
Con
el permiso oportuno, tomaremos este camino. Vamos en dirección sureste, con
tierra calma a ambos lados y una atarjea a la derecha, vestigio de pretéritos
regadíos. Ocasionalmente, contaremos con la presencia de alguna acacia. A estas
hazas se las conocen con el sugerente nombre de El Pozancón.
Así,
sin darnos cuenta, iremos tomando altura hasta llegar a un naranjal,
perimetralmente abrazado por una hilera de cipreses. Aquí merece la
pena hacer un alto en el camino para disfrutar, una vez más, de las vistas de
Guadalperal, ya con una luz renovada y un ángulo diferente. Un cielo azul
surcado por el vuelo de alguna rapaz.
Vista desde el naranjal.
Trigales y el Guadairilla, al fondo.
En
este punto giraremos a la izquierda para ir bordeando los naranjos hasta
adentrarnos en la dehesa de Gallegos. [vi]
Dehesa de Gallegos.
La
dehesa de Gallegos cuenta con un importante núcleo de encinas bien
conservadas y rebosantes de salud. Al pie de cada una de ellas han prosperado
lentiscos y acebuches, mostrando una estampa poco común en nuestro término
municipal. En un extremo, algunos ejemplares de pino piñonero, dignos de ser
incluidos en el catálogo de árboles singulares, constituyen el soporte ideal
para el tic-tac del picapinos, el único ruido que altera la paz entre olores a
jara y menta poleo, en un espacio verdaderamente hermoso. Cuenta con una
antigua vivienda, custodiada por un par de almendros y una higuera, una
cochinera aneja y un pozo con una trágica leyenda, únicos vestigios de otra
época mucho más rural.
Jara en la dehesa de Gallegos.
Pozo en la dehesa de Gallegos.
Regresaremos
junto a los cipreses, para continuar por el camino que traíamos, hasta salir de
la finca. Los naranjos permanecerán a nuestra izquierda, luego unos olivos y, a
nuestra derecha, tierra calma. Dejaremos la gañanía, la hacienda de Mateo
Pablo, una antigua venta, quedarán atrás la cañada de Benagila, los caminos de
Guadalperal, el Guadairilla y nos emplazaremos para regresar, sin duda, en otro
momento. Saramago dejó dicho que “un viaje no es más que el inicio de
otro”.
Mapa de la ruta.
[i] La hacienda debe su nombre a su primer
dueño, Mateo Pablo Díaz de Lavadero, marqués de Torre
Nueva, título que le fue concedido por Felipe V, del que fue ministro de
Hacienda, entre otros muchos cargos. Se casa con Manuela Petronila
Urtusáustegui y Fernández Hidalgo, de una familia natural del valle vizcaíno de
Gordejuela. “El origen de la hacienda se remonta a comienzos del siglo XVIII,
en concreto a 1722, cuando debió iniciarse la construcción de su caserío, que
se concluiría hacia 1733. Tiene 500 hectáreas. Estando la Corte en Sevilla, por
complacencia, venían SS.MM. a esta hacienda a cazar y solazarse (Lampérez)”.
En: Cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Sevilla, p.368.
“Tradicionalmente
ha sido una explotación mixta, con una importante presencia del olivar, tierra
calma, huerta y ganado, e incluso una pequeña extensión de pastizales y monte”.
https://ws147.juntadeandalucia.es/obraspublicasyvivienda/publicaciones/01%20ARQUITECTURA%20Y%20VIVIENDA/cortijos_haciendas_y_lagares_en_andalucia/cortijos_haciendas_sevilla/l_electronico/l1/files/assets/basic-html/page374.html
[ii] La vía pecuaria Cañada de Benagila discurre
entre la antigua carretera Madrid – Cádiz (A-376) hasta el Descansadero de
Trujillo. https://juntadeandalucia.es/boja/2002/127/71
[iii] Dentro del artículo 445 del PGOU: “Relación y
fichas de edificios y elementos con Protección Estructural.”
[iv] También debería protegerse en el PGOU.
[vi] En 1918 contaba con una extensión de 7
kilómetros cuadrados, prolongándose hasta el lugar conocido como Bujadillo.
Monte en 1918.