La ruta de hoy tiene unos ocho kilómetros, es circular y la podemos realizar en tres horas contando con las paradas. Desde Alcalá de Guadaíra tomaremos la carretera A-360, dirección Morón de la Frontera. A unos 7,5 km la cruza el cordel de Mairena, punto donde estacionaremos el coche.
A la izquierda de la calzada estuvo el rancho de Don Paulino, del que aún dan testimonio dos palmeras datileras que perdieron la vida devoradas por el picuro rojo, una especie de coleóptero de la familia de los gorgojos [i]. A la derecha, distante unos doscientos metros, divisaremos las ruinas del cortijo de La Viuda. Según un jornalero octogenario, también se le conoce como rancho del Árbol [ii]. Una vez allí, se distinguen dos partes bien diferenciadas, una relativamente moderna, donde se utilizó el ladrillo y la uralita como materiales de construcción, y otra más antigua, posiblemente de mediados del siglo XIX, levantada con muros de tapial a la sombra de un imponente pero enfermizo eucalipto. Las tierras de labor del entorno se siembran de girasol, trigo y garbanzos, que rotan de un año para otro para evitar el agotamiento del suelo.
Cortijo
de La Viuda o rancho del Árbol.
La distancia desde la
carretera al arroyo de Guadairilla es de un kilómetro. Este tramo
de la ruta discurre por la vía pecuaria cordel de Mairena, y, como
ocurre con la mayoría de los caminos de la trashumancia, el que hoy transitamos
también se encuentra usurpado a lo largo de todo su recorrido. Debería tener
37,5 metros de anchura y, en el mejor de los casos, ha quedado reducido a unos
tres metros.
Estos caminos
solitarios a veces constituyen refugios para la diversidad de la naturaleza.
Aquí hemos podido constatar la presencia de majuelos, zarzas,
olivillas, palmas, alguna chumbera deteriorada por la cochinilla y un número
importante de herbáceas, entre todas ellas hoy destacamos el hinojo Foeniculum
vulgare, utilizado en el aliño de las aceitunas y de cuyos tallos tiernos
dieron buena cuenta algunos de los amigos que me acompañaron el día de la ruta.
Hasta finales de los
años cincuenta del pasado siglo, este tramo de la vía pecuaria formaba parte
indisoluble de una imponente dehesa en los márgenes de lo que se conoce con el
nombre de Matallana, muy nombrada en las memorias de Leandro José
de Flores, el Padre Flores. [iii]
A primeros de abril, a
pesar del déficit hídrico que padecemos, hemos visto el arroyo de Guadairilla
con agua en su intercepción con la vía pecuaria. Un catedrático de zoología que
nos acompañaba constataba la presencia de nutrias, por las heces
depositadas allí, de garzas, por las pisadas en el limo, y
del cangrejo rojo, alimento suculento para estos dos depredadores.
Aguas arriba divisábamos un apretado tarajal, aproximadamente donde desemboca el arroyo de Rosalejos, precedido de las comunes eneas o espadañas y de una importante muestra de plantas acuáticas, entre las que pudimos distinguir, entre otras, berros y mastrantos. Comentábamos que no es de extrañar que en este tramo del arroyo aflore una surgencia de agua, ya que dos kilómetros más abajo el cauce se encuentra completamente seco.
Continuamos nuestra marcha por el margen derecho del arroyo. En esta zona los cañizos se sucedían a las cardenchas, dipsacus fullonus, que fueron utilizada en la antigüedad para escardar la lana, entre otras muchas utilidades, mostrándonos unos encuadres únicos y muy desconocidos para el paseante de Alcalá de Guadaíra, por lo apartado de estas hazas. [iv]
Panorámica
del arroyo, con cañizos en primer plano.
Un par de cuervos nos
sobrevolaron en dirección al cortijo de La Armada. Las terreras y
las cogujadas dieron tema de conversación. Los pequeños insectívoros con sus
chirridos, silbidos y trinos se camuflaban en los carrizos, mientras tres
ánades reales nos sobrevolaron en dirección al cortijo de Juan Abad.
Mientras escuchábamos el canto del alcaraván, continuábamos intentando fotografiar a un escurridizo curita o aceitera común, cuyo nombre científico es Berberomeloe majalis, y que, al parecer, constituyen un bocado poco apetecible para las aves por su toxicidad.
Hay días donde, como se dice, todo sale a pedir de boca. Este fue uno de ellos, pues cual no fue nuestra sorpresa al descubrir una imponente estructura compuesta por sillares de piedra caliza alberiza, con unas dimensiones aproximadas de 110 x 40 cm, formando dos filas paralelas, con relleno interior, que pudieran pertenecer a un puente que vadease el arroyo en ese punto. También se barajaron otras posibilidades, en todo caso, no pudimos datarlo. Eso sí, constatamos la presencia de alguna tégula romana en las inmediaciones. Dado que dicho yacimiento arqueológico no se encuentra catalogado, según hemos podido comprobar en la cartografía del PGOU, consideramos pertinente y necesario su estudio y protección mediante su inclusión en el Texto Refundido NNUU de Alcalá de Guadaíra. [v]
Cuando lleguemos a la
intercepción del camino conocido como del Pozo de la Bomba, con el
arroyo del Guadairilla, regresaremos por un camino, continuado por un padrón,
donde el glifosato [vi] ha
hecho acto de presencia hasta desembocar en el cordel de Mairena. Este último
tramo pertenecía al desaparecido camino de Alcalá a Los Molares.
Hemos disfrutado de un
espacio solitario, con una gran variedad de avifauna y vegetación y la sorpresa
de haber descubierto un yacimiento arqueológico no catalogado.
[i] En
el mapa topográfico de 1872, elaborado por el Instituto Geográfico, se le
nombra Rancho de Ricardo.
[ii] También
conocido como rancho Pavitonto.
[iii] Una
dehesa con un total de 554 hectáreas.
[iv] Porción
de tierras de labrantía.
[v] BOP,
de 26 de abril de 1994, cuya actualización tuvo lugar el 15 de octubre de 2018,
en concreto añadiéndolo a la relación del artículo 447. Yacimientos
catalogados.
[vi] Herbicida.
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