5 de marzo de 2023
El día amaneció
algo nublado y amenazando lluvia para por la tarde. Después de varios años con
déficit hídrico cualquier gota de agua viene bien para unos campos agostados y
sedientos. - Quién ha dicho miedo¡, nos dijo un amigo, y partimos de
Beca sin más contratiempos.
A las 9:30 estábamos en la Cañada Real de Morón, a la altura del páramo de Martinazo, donde dejamos estacionados los coches nada más pasar la línea del ferrocarril de Utrera a Arahal. Teníamos por delante una ruta circular de aproximadamente siete kilómetros.
Comenzamos a andar en dirección al río Guadaíra. A los mil metros, en el cruce de la cañada con la Vereda de Los Puertos, torcimos a la izquierda y continuamos por esta vía pecuaria hasta llegar a un singular meandro del río cubierto de eucaliptos; un hábitat que nos sorprendería por la variedad de especies vegetales y unos bonitos rincones.
En el centro de este bosque nos topamos con dos enigmáticas cabañas; una en forma de yurta mongola a medio construir y otra a modo de refugio del tío Tóm. Mientras dudábamos si fueron hechas para el disfrute de niños o refugio de pastores, nombrábamos las especies del sotobosque bajo unos eucaliptos cargados de nidos de gorriones morunos.
Continuamos la ruta por la margen derecha del río, en el sentido de la corriente. A nuestra izquierda tuvimos casi siempre olivares, que se presentaron de riego o de secano según la haza. A los pies de los olivos, y en los padrones, se evidenciaba la profusa utilización de herbicidas donde antaño se regabinaba o acerquillaba; los nuevos tiempos no siempre son mejores. En un sentido positivo, nos alumbró un manto amarillo de jaramagos desparramado entre las calles de un olivar. Mientras un ejército de insectos lo inspeccionaba, dedujimos que pudiera tener la misión beneficiosa de descompactador de suelo. En esos instantes, sobre nosotros, en un cielo azul, una pareja de milanos motivo ciertas dudas en el grupo, negros o reales, para finalmente sentenciar los más entendidos. - Son milanos negros, por tamaño, coloración, alas y la cola presenta una horquilla menos pronunciada que el real.
El río Guadaíra cuenta en este tramo con impenetrables rincones y extensas láminas de agua de cierta profundidad donde se habría practicado el piragüismo, según delataba una embarcación varada en la orilla.
En el bosque de ribera predominan los olmos salpicados de eucaliptos, aladiernos, cañas y zarzas. La olmeda mostraba las heridas producidas por la grafiosis, cuyo insecto causante -Scolytus scolytus-, aparte de alimentarse de sus hojas y madera, contribuye a la propagación de un hongo en las raíces del árbol, como nos mostró uno de los amigos que nos acompañaba, debido a que transporta sus esporas adheridas al cuerpo y las va diseminando, taponando los vasos conductores de savia.
Encontramos restos de un sistema antiguo de riego de desaparecidas huertas, que corroboraba algunas plantas testigo: pitas (agave americana L.), higueras, chumberas, granados y un naranjo; huertas que hoy son recreadas por pequeños huertecillos entre las hileras de olivos.
En nuestro tránsito descubrimos varios motores preparados para desangrar el río; una parcela con valla usurpando el dominio público hidráulico, que su dueño nos permitió traspasar; el cadáver de un buitre muerto bajo el puente del ferrocarril; excrementos de nutria, con indicios de la presencia de cangrejo rojo; el ladrido de unos perros mastines, que nos animaron a acelerar la marcha hasta dar con el molino del Boticario…
En el molino nos esperaban los propietarios, una familia alcalareña que ha adquirido esta finca situada en el término municipal de Arahal, junto a uno de los últimos inquilinos; una persona con varios libros de memorias de vida en su cabeza. Los anfitriones nos transmitieron los últimos recuerdos molineros y el desarrollo actual de la finca.
Las ruinas del molino, cuyo origen se remontaría al siglo XVI, según algunos, cuenta con añadidos más recientes, como la casa del molinero, cobertizos y otras dependencias. El conjunto muestra la importancia que tuvo un ingenio donde llegaron a prestar servicio cuatro cubos, y que dejaría de funcionar en los años cuarenta del pasado siglo con una actividad centrada en el estraperlo. - Incluso llegaban personas para moler desde Alcalá, haciendo parada en la hacienda de Bucaré, con el riesgo que suponía una actividad declarada ilegal en esos años. Aguas abajo se instaló una molineta, también con un carácter alegal.
El molino llegó a producir su propia luz mediante la energía hidráulica proporcionada por una tecnología básica: palas, polea y correas de transmisión generadoras de la fuerza necesaria para accionar una dinamo.
Nuestros anfitriones nos dijeron que tienen planes para limpiar los cubos, hasta conseguir nuevamente su conexión con la presa, la más alta de toda la cuenca, hoy muy colmatada.
Regresamos entre olivo hasta conectar con el cauce seco del arroyo de Martinazo, pasamos nuevamente bajo la línea del ferrocarril y al poco estábamos en los coches, donde dimos por finalizada la ruta.
Francisco José Gavira Albarrán
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