La ruta que te
proponemos tiene siete kilómetros, es circular y
la puedes realizar tres horas, incluyendo las paradas. Desde Alcalá
de Guadaíra, tomaremos la carretera de Morón. Una vez que hemos pasado el
puente de La Vega, a la altura del rancho de Bulnes, que lo veremos a la
izquierda, cruza la Cañada Real de Morón. En este punto giraremos a la derecha
para acceder a la parte alta del descansadero de Trujillo, donde se puede dejar
estacionado el coche. [1]
Dependiendo de la
estación, la ruta presenta más o menos dificultades. En un invierno lluvioso
resultará más complicado seguir el curso del arroyo; y en verano, dadas
las altas temperaturas, aconsejamos aprovechar las primeas horas del día.
Nosotros anduvimos por allí a primeros de mayo, con una temperatura agradable y
un cielo completamente despejado.
El primer tramo, de un
kilómetro y medio, discurre por el camino de El Pozo de la Bomba,
que comienza inmediatamente a la izquierda de donde hemos dejado el coche. A
nuestro paso, la tierra calma la vimos cubierta de trigales ya granados que
empezaban a amarillear, y de girasoles, con un verde intenso, aún sin las
panochas que los caracterizan. Después de dejar atrás una granja y algunas
palmas en los bordes del camino llegamos al arroyo de El Novillero,
que, en este punto, como casi siempre, no llevaba agua.
Ese día tomamos el
margen derecho del arroyo, en dirección a la corriente. En los primeros 200
metros, en la fresca hierba, abundaban los caracolillos que conocemos
popularmente como blanquillos y las cabrillas. La inexistente vegetación
arbórea y arbustiva, salvo algún taraje solitario, permitía que los
cardos, el carrizo y la avena loca fueran los protagonistas y el
refugio para jilgueros, verdones y una gama de insectívoros, que, con su canto,
amenizaron nuestra marcha. Alguna perdiz levantó el vuelo a nuestro paso.
En la orilla opuesta a
nuestra marcha, la presencia de un olivar nos motivó a cambiar de margen, cosa
que hicimos sin dificultad. El arroyo continuaba sin agua. En el siguiente
kilómetro, la vegetación se hizo cada vez más abundante. Después de dejar atrás
una “pasá”, que permitía vadearlo, y un imponente eucalipto que
divisábamos ya desde lejos, llegamos al cortijo de Las Llamas o del
Estanquero, como aparece en el topográfico de 1872 y otros posteriores,
aunque algunos lo conocen como el rancho de Manuel Lara. Aquí tuvimos que
cambiar de margen debido a un vallado del cortijo que se prolongaba
internándose en la cerrada vegetación del arroyo.
En este nuevo tramo,
de 1,3 kilómetros, abundan las zarzas, las higueras y los eucaliptos,
el espino majuelo, algunos almendros, olmos, rosales, entre otras especies que
conforman un entorno selvático impenetrable. El agua se hizo presente en el
cauce en aquellos puntos donde la maleza nos permitió aproximarnos. En estos
puntos pudimos observar el lodo revuelto y huellas que delataban la presencia
de jabalíes en la zona.
En la espesura
distinguíamos, con dificultad, unos paredones de tapial, a los que nos fue
imposible acercarnos debido a la impenetrable pantalla vegetal donde
predominaban las zarzas. Según parece, pertenecieron a una
antigua zahúrda [3],
ya en ruinas en los años cuarenta del pasado siglo [4].
Unos metros más adelante, también invisible desde el margen de la espesura,
resistiendo el paso del tiempo, aún permanecen en pie unos paredones de lo que
pudo ser la casa, conservándose el hueco de una ventana con su marco de madera,
abrazada por higueras y olmos.
A poco metros de allí,
a la derecha del arroyo, entre olivos, el cortijo de Los Manantiales,
un nombre muy apropiado dada la abundancia de agua en la zona [5].
El arroyo cruza la cañada de Benagila, que, a modo de presa,
permite allí la presencia de una lámina de agua casi todo el año. Desde la
cañada, hasta la desembocadura en el río Guadaíra, el agua discurre
exclusivamente en los períodos de lluvias. [6]
Después de abandonar
su curso, durante unos metros, continuamos hasta su desembocadura en el
Guadaíra. Este tramo conserva algunos olmos y tarajes. El 3 de febrero de
2013, el grupo ecologista Alwadi-ira-Ecologistas en Acción, plantó en la zona
190 ejemplares de almeces, fresnos y acebuches, que no llegaron a prosperar
debido a un incendio intencionado que tuvo lugar unos meses más tarde.
En la desembocadura del arroyo estuvimos parados un momento disfrutando del cauce del río Guadaíra, rodeados de una abundante vegetación.
Finalmente,
continuamos por su margen en dirección al puente de La Vega o Trujillo.
Es de destacar la estampa desconocida que, desde aquí, se tiene del castillo
de Marchenilla. Constatamos que la vegetación de ribera ha prosperado:
sauces, álamos, olmos, tarajes, entre otros, que combinando con una abundante
flora se propagaba desde la orilla a los trigales, margaritas, amapolas,
carihuelas, cardos, entre otras.
Desde el puente de La
Vega o Trujillo, subiremos en dirección a la fuente del El Perro y desde allí
al coche.
Desembocadura de El Novillero en el Guadaíra.
[1] Desde
aquí parten tres vías pecuarias: el cordel de Marchenilla, la cañada Real de
Morón y la cañada de Benagila; también el camino de El Pozo de la Bomba.
[2] Que
debería estar catalogado y protegido en el PGOU.
[3] Según
el Mapa Nacional Topográfico y Parcelario, elaborado por el Instituto
Geográfico y Catastral en 1945.
[4] Mi
padre cuenta que a mediados del pasado siglo ya estaba en ruinas.
[5] Frente
al cortijo de Los Manantiales se encontraba el conocido como Rancho Cueto, que
contaba con pozo, pilón, pila y horno, según el Mapa Nacional Topográfico y
Parcelario, elaborado por el Instituto Geográfico y Catastral en 1945, y que,
al parecer, sería vendido a Pedro Gutiérrez por los Cuetos.
[6] Ídem, se le nombra arroyo de La Estrella.
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