La ruta de hoy
tiene ocho kilómetros, es circular y no presenta dificultad salvo en época
de lluvias. Su duración es de tres horas contando con las paradas necesarias
para disfrutar plenamente de la naturaleza. Desde Alcalá de Guadaíra, tomaremos
la carretera de Morón para estacionar el coche en el cruce con el cordel de
Mairena, junto a lo que fue el rancho de Don Paulino.
Iniciaremos el
paseo cruzando la carretera en dirección al cortijo de La Viuda o del
Árbol, que dejaremos a nuestra izquierda, hasta llegar al arroyo de
Guadairilla, donde merece la pena pararnos unos instantes. Este primer
tramo, de aproximadamente un kilómetro, cuenta con un pequeño pero interesante
núcleo de palmas y espinos majuelos. A finales de mayo, la tierra calma a
nuestro alrededor la vimos sembrada de trigos, girasoles y garbanzos.
Núcleo de palmas y espinos en el cordel de Mairena.
La “pasá” del
arroyo mantenía un charcón a la izquierda. Los carrizos, eneas o
espadañas, tarajes, zanahorias silvestres, entre otras plantas, le daban un
aspecto frondoso e impenetrable. Un cangrejo rojo se desplazaba en
busca de un lugar más conveniente. Las golondrinas, vencejos y aviones, con sus
frenéticos aleteos y bruscos giros, daban buena cuenta de la abundancia de
mosquitos. También aquí, un biólogo amigo constató la presencia de nutrias por
sus excrementos.
La ruta continúa de frente, por la vía pecuaria. En este segundo tramo vimos cómo la cochinita del carmín, Dactyopius coccus, debilitaba las chumberas, Opuntia ficus-indica. A la derecha, a unos trescientos metros, divisábamos un par de árboles, testigos delatores de la presencia de unos pozos, posiblemente en el lugar donde estuvo el rancho conocido por algunos como Rancapinos. Estamos en una zona que, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, formaba parte de una dehesa y cerrado de toros.
Al fondo, árboles testigos. En esa zona hubo una dehesa a mediados del
siglo pasado.
Pronto llegamos a
un padrón formado por el arbusto espinoso llamado rhannus licioides,
que hace de barrera infranqueable de las tierras que pertenecen al cortijo
de Rosalejos, luego a una desvencijada verja, y a partir de aquí la
impenetrable vegetación nos obliga a desplazarnos unos metros hasta conectar
con el cordel de Gallegos. En este último tramo aún podemos ver
algunas encinas dispersas. Sin embargo, desde la verja, los ciclistas continúan
por el camino que parte perpendicular al cordel y que discurre en dirección
al cortijo de la Armada.
Una vez en el
cordel de Gallegos, lo tomaremos a la izquierda durante un kilómetro, hasta
llegar al arroyo de Rosalejos, que viene desde las tierras
del cortijo de Valdivieso y de la desaparecida hacienda
de Cuca Noche hasta su desembocadura en el Guadairilla, y que veremos
sin agua salvo en la época de lluvias. Desde este punto proseguiremos por su
margen derecha durante cuatrocientos metros. Este tramo cuenta con una olmeda
tupida, salpicada de espinos, zarzas, higueras, eucaliptos, rosas silvestres y
zarzaparrilla, la smilax aspera, refugio seguro y apartado para
numerosas aves.
El Guadairilla, penúltimo tramo de la ruta.
Este nuevo tramo
constituye un oasis de vida, donde se encuentra el mayor tarajal, Tamarix
africana, de todo el término municipal de Alcalá de Guadaíra. También
cuenta con olmos, espinos y algún piruétano. Cuando anduvimos por allí, la
presencia de agua era patente en todo este tramo. El trino de los pájaros nos
acompañó y una pareja de ánades reales o azulones levantó el vuelo a nuestro
paso.
Cuando nuevamente
lleguemos al cordel de Mairena, giraremos a la derecha para alcanzar el punto
de partida.
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