miércoles, 17 de diciembre de 2025

Presentación del libro "Alcalá de Guadaíra: 50 rutas de senderismo alternativas y cuatro relatos." 21 de noviembre de 2025.

 


Buenas tardes a todas y todos. 

Muchas gracias por estar hoy aquí acompañándonos. 

Este libro, Alcalá de Guadaíra: 50 rutas de senderismo alternativas y cuatro relatos, nace con el propósito de dar a conocer nuestro término municipal y la cuenca del río Guadaíra a través de las rutas que Antonio diseñó, así como de otras que tuve el privilegio de recorrer, entre 2019 y 2024, junto a un grupo de amigos.

A través de las páginas de este libro recorreremos vías pecuarias, caminos y riberas del río Guadaíra y sus arroyos, sumergiéndonos en paisajes de singular belleza y en lugares que, aunque cercanos, siguen siendo desconocidos para la mayoría. Son espacios que han sido testigos durante generaciones del paso de agricultores, ganaderos y cazadores, y que hoy son frecuentados también por senderistas y, sobre todo, ciclistas.

El libro se organiza en nueve ámbitos geográficos que van desde el Monumento Natural Riberas del Guadaíra; y las Terrazas del Guadalquivir en nuestro T.M.; hasta el curso del río Guadaíra entre el Molino del Boticario y el Molino de Ojeda, una zona que discurre ya entre los TM de Arahal y Morón de la Frontera.

Cada ruta se complementa con un mapa del itinerario donde se señalan los principales elementos patrimoniales del recorrido, lo que enriquece la experiencia tanto del lector como del caminante.

Además, muchas de estas rutas incluyen notas a pie de página que aportan datos, anécdotas y reflexiones que nos ayudan a comprender y valorar plenamente la situación actual de nuestro patrimonio. Como información práctica, cada itinerario indica de antemano su grado de dificultad —alto, medio o bajo—, el tiempo aproximado para recorrerlo y la distancia total en kilómetros. 

El libro cuenta con un prólogo compartido en el que los autores nos presentan a Antonio y al senderismo a través de sus propias vivencias junto a él en las rutas.

Joaquín Ordóñez señala que quien participaba en una ruta con Antonio sabía perfectamente que todo estaba cuidadosamente organizado; que no se caminaba con prisa para terminar antes que nadie; que se hacían las paradas necesarias tanto para reagruparse como para escuchar explicaciones; y que siempre iban a aprender algo: a conocer un camino vecinal, una vía pecuaria desconocida o a descubrir restos arqueológicos en el lugar más inesperado.

Rafael Robles dice de Antonio que su conexión con la tierra no era solo un acto de contemplación, sino un diálogo constante con el paisaje que amaba, donde cada humilde arbusto y cada sendero parecían reflejar su gratitud y cuidado.

David Cristel nos revela que cada excursión al campo con Antonio se transformaba en una lección continua. Un proceso de aprendizaje que, además, se retroalimentaba en intensos debates científicos donde el intercambio de ideas nos impulsaba a dudar, a reflexionar y, en definitiva, a no cesar en el camino del conocimiento.

Manuel López García recuerda que el senderismo va más allá del simple hecho de caminar: implica mirar con ojos renovados, redescubrir lo que creíamos conocer y atesorar cada paisaje como parte inseparable de nuestra propia historia. Lo expresa en el prólogo con las siguientes palabras: «Cuántas veces habremos recorrido el trecho entre la torre de la Membrilla y la barranca del río… y nunca fue la misma ruta». Y añade, con acierto: «No hace falta alejarse de Alcalá para disfrutar del paisaje. Aunque caminar solo tiene su encanto, una ruta siempre será más rica en compañía».

José Rodríguez destaca en Antonio la figura del auténtico descubridor de rutas. Yo me atrevería a ir más allá: Antonio no solo trazó caminos físicos, sino también simbólicos.

Pero, efectivamente, recorrió una y otra vez las veredas, trazó itinerarios, recopiló datos con meticulosidad y rescató del olvido historias y leyendas —como las de “El Bigotes de Alcalá”, “El niño ahogado en la Cruz de Otívar” o la de la Encina del Cura— que le fueron transmitidas por nuestro padre.

Curro López, a quien Antonio consideraba la persona más idónea para guiar algunas de las rutas que organizaba con tanto esmero, afirma: «Doy fe de que ser invitado a sus salidas al campo llegaba a convertirse en una auténtica experiencia, en la que se intercambiaban conocimientos, se disfrutaba con los cinco sentidos y se convivía a unos niveles poco comunes».

Félix Ventero define —con gran acierto y citando a Reyes Bernal— las rutas de Antonio como «el legado del mago».

Sin duda, poseía una mirada capaz de descubrir belleza y significado donde otros apenas veríamos un simple sendero. Ante un olivar, unos setos vivos, unas hazas de tierra o un arroyo seco la mayor parte del año, él sabía descifrar una historia completa: un paisaje que pedía ser contado y rescatado del olvido.

José Manuel Castro, biólogo, dice de Antonio que, pese a no haber estudiado Biología, contaba con una de las voluntades más firmes y apasionadas, que le permitió adquirir un enorme conocimiento sobre toda nuestra flora; no solo conocía los nombres científicos y comunes, sino que sabía si tenían un uso medicinal, tradicional o una historia asociada para contarte, por lo que siempre era un disfrute estar con él.

Antonio García Mora nos revela en su prólogo el propósito de este libro: por un lado, mostrar las rutas que Antonio diseñó y, por otro, dar a conocer otros parajes de nuestro término municipal mediante itinerarios que no forman parte de aquellas rutas originales. Explica que formamos «un grupo muy variopinto en formación, experiencia vital y conocimiento de la cuenca fluvial, pero todos coincidimos en nuestro amor por la Naturaleza y en la curiosidad por descubrir rincones ignotos del término municipal».

Bueno, pues de todas las personas que he mencionado —y de muchas otras que quedan en el tintero, a las que pido disculpas por que son muchos—, Antonio supo aprender con una humildad auténtica. 

Esta publicación quiere evidenciar también que el patrimonio de Alcalá de Guadaíra trasciende ampliamente sus emblemas más conocidos —el castillo, el Parque de Oromana o los molinos—.

Alcalá, con cerca de 290 km² de término municipal, atesora un patrimonio histórico y natural vasto y diverso: más de 30 molinos harineros, dos castillos, un palacio, iglesias y ermitas; decenas de cortijos y haciendas; innumerables yacimientos arqueológicos de distintas épocas; y un entramado hídrico compuesto por kilómetros de ríos y arroyos como La Torrecilla, Los Sastres, Zacatín, Marchenilla, Guadairilla o Gandul. A ello se suman manantiales —el Mal Nombre, El Perro, Cañiveralejos, Fontanal o Cajul— y extensas galerías subterráneas que recorren el alcor, como las del camino de las Aceñas, Gallegos, Nuestra Señora del Águila, Otívar, Fuensanta o La Retama.

Del mismo modo, más de ciento treinta kilómetros de vías pecuarias —como el Cordel del Gallego, el de Pelay Correa, la Cañada de Benagila o la Cañada Real de Morón— que conforman una amplia red que estructura el paisaje. A ellas se suman antiguos descansaderos y dehesas —Mateos Pablo, la Dehesa Nueva o la de Bucarest—, donde aún hoy es posible contemplar en invierno las bandadas de grullas, un verdadero espectáculo de naturaleza viva.

El paisaje se enriquece, además, con valiosos bosques de galería que acompañan arroyos como el Guadairilla, Rosalejos, La Madre o Gallegos.

En nuestro término prosperan más de mil especies vegetales típicamente mediterráneas, junto a otras propias de zonas serranas —fresas, orquídeas, helechos, entre muchas más—.

Como testigos silenciosos del devenir histórico, pervive un destacado conjunto de cortijos, haciendas y ranchos —La Soledad, Los Ángeles, San José, Zafra, La Piñera, Guadalupe, Majada Alta, Matallana…— que aún resisten la degradación patrimonial de las últimas décadas y relatan, con su sola presencia, el pasado agrícola y económico de estas tierras.

Finalmente, la zona de Gandul constituye uno de los paisajes culturales más valiosos de la provincia: alberga uno de los conjuntos megalíticos más relevantes de Sevilla, restos romanos, un despoblado con elementos medievales, arquitectura señorial, vestigios de infraestructuras rurales y ferroviarias, y un entorno natural singular integrado en el paisaje protegido de Los Alcores: el Toruño, la Mesa, el escarpe y su entorno. 

Hay dos momentos clave que marcaron la relación de Antonio con el senderismo.

El primero fue la primera ruta que organizó para el grupo ecologista Alwadi-ira. Aquella caminata nos llevó al corazón del Parque de Oromana y, entre sus senderos, comenzó todo. Joaquín Ordóñez formaba parte de aquel pequeño grupo —poco más de media docena de personas— que caminamos por primera vez guiados de la mano de Antonio.

El segundo momento llegó muchos años después, en 2018, nuevamente en una ruta organizada por el grupo ecologista: la que sería su última. En esta ocasión caminamos desde el paso de la Nena, junto a la base de Morón, en el término municipal de Arahal, hasta el Puente de Hornillo, sobre el río Guadaíra, ya dentro del término municipal de Morón de la Frontera. 

Para Antonio, como ya hemos visto, cada ruta era mucho más que un simple recorrido. Era, en esencia, una lección de respeto hacia nuestra tierra; una oportunidad para transmitir conocimiento; un espacio de encuentro y, al mismo tiempo, un acto de denuncia frente a su abandono.

Como bien recordaréis, muchas de las personas que estáis aquí, con voz firme y convencida reclamaba en sus rutas una acción decidida por parte de las administraciones para proteger y recuperar nuestra herencia cultural, histórica y ambiental. En cada una de sus palabras latía su filosofía más profunda: «Solo se valora lo que se conoce, y solo se protege lo que se valora».

De ese espíritu de descubrimiento, de valoración, de colaboración, de comunidad y de mirada renovada nace Alcalá de Guadaíra: 50 rutas de senderismo alternativas y cuatro relatos. En estos cuatro relatos se recogen vivencias de Antonio en la cuenca alta del río Guadaíra, un territorio aún más desconocido para quienes somos de Alcalá. 

Para concluir, como estamos viendo, este libro trasciende la mera función de una guía de senderos para convertirse también en un verdadero compendio de notas históricas, catálogo patrimonial, vivencias, reflexiones, denuncias y relatos.

Los invito no solo a leer estas páginas, sino a recorrer sus rutas, a sentirlas y a dejarse llevar por ellas, trazando nuevos itinerarios.

Deseo expresar mi gratitud a Félix Ventero y a mi familia por sus correcciones al texto, y muy especialmente a mi hija Rocío por su colaboración en la elaboración de los mapas que acompañan cada una de las rutas de este libro, así como del vídeo proyectado. Mi agradecimiento se extiende también a los prologuistas aquí presentes y a quienes, por distintas circunstancias, no han podido acompañarnos. Joaquín Ordóñez, por su colaboración en la nota de prensa y José Torres, por dirigir esta presentación.

Muchas gracias.



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