martes, 11 de septiembre de 2018

La leyenda de El Bigotes en Alcalá de Guadaíra.

Conocida es la leyenda  de El Bigotes en muchos pueblos de Andalucía y Extremadura, sin  excluir otros lugares de España  e incluso en  Cuba, leyenda  que ha dejado el  dicho “llueve, llovió o va a llover más  que cuando o que el día que, enterraron a El Bigotes o Zafra”.

Es curioso que las distintas leyendas de El Bigotes parecen tener siempre su origen en un hecho real, alguno de los cuales, como en Zafra y Granada, se alejan en el tiempo hasta el siglo XV. En el pueblo de Zafra sería un tal conde de Zafra o gobernador llamado Don Mendo Méndez Peláez, apodado Bigotes, el que, en una época de gran sequía negó el agua a una gitana, rompiendo el cántaro que esta llevaba y azotándola tantas veces como trozos quedó reducido el cántaro. La gitana lo maldijo con una pronta muerte y una gran inundación; en Granada sería un caballero, Cesar de Zafra, cuyo hijo se enamoró de una joven gitana a la que cortaría el suministro de agua sufriendo, igualmente, la maldición, por lo que a su muerte las lluvias fueron fortísimas, sufriendo el río Darro una enorme crecida llevándose el ataúd del caballero; en Cádiz el dicho se remonta a principios del siglo XX con la muerte de su alcalde Fermín Salvoechea, conocido como El Bigotes, día que coincidió con importantes lluvias o a la muerte de un zapatero apellidado o apodado Bigotes y en Cuba a fines del siglo XIX, con la muerte del joyero Fermín Botino, apodado Bigotes, en 1890.

Panorámica de la Dehesa Nueva
Época en la que se origina la leyenda de El Bigotes en Alcalá de Guadaíra.

La leyenda de El Bigotes en Alcalá de Guadaíra también se remonta a finales del siglo XIX, que es el siglo en el que se populariza el mencionado dicho, siendo actualmente posible reconocer los lugares principales donde discurrieron los hechos. Pero pongámonos en situación, describamos el lugar y los personajes y narremos la historia que ha llegado a nuestros días.

Nos encontramos por tanto a finales del siglo XIX, un tiempo en el que el mundo rural era peligroso, donde abundaban todo tipo de malhechores, cazadores furtivos, contrabandistas, cuatreros, asaltadores de caminos… y donde las ventas jugaban un papel esencial en la vida cotidiana del campesinado convirtiéndose en el lugar perfecto para que circularan historias y leyendas de boca en boca. Por eso no es de extrañar que uno de los lugares centrales de la leyenda alcalareña se sitúe en la venta de Los Jiménez, siendo la Dehesa Nueva el otro gran eje de la historia. Los personajes principales serían El Bigotes, cazador furtivo, y el guarda de la Dehesa Nueva, objeto de las burlas del cazador.


La leyenda de El Bigotes, tal como la contó Francisco Gavira Márquez (Joselito Gavira), nacido en 1932, que asegura haberla oído de su padre José Gavira Márquez, nacido en 1887.

Ruinas de la venta de Los Jiménez
El Bigotes, como gran cazador furtivo, se dedicaba a introducirse por la noche en la dehesa Nueva para cazar. Allí pasaba la noche poniendo lazos, cepos y utilizando hurones y a la mañana, muy temprano, abandonaba la escena de sus fechorías antes de que el guarda o guardas de la finca pudieran dar con él. Tras sus andanzas nocturnas, y haber puesto a buen recaudo el botín de las piezas cazadas, acudía regularmente a la venta de Los Jiménez para, además de tomarse un buen anís, narrar diariamente a los contertulios todos los pormenores de la cacería y, de camino, ridiculizar al guarda de la dehesa. El guarda, otro asiduo de Los Jiménez, enterado de que El Bigotes acudía regularmente, muy temprano, a la venta, decidió coincidir con el furtivo y escuchar las peripecias del malhechor. Así, día tras día, oía cómo El Bigotes presumía de cazar los conejos, las liebres o desvalijar los nidos de las perdices en la dehesa, de cómo se jactaba de que no había cerca que le impidiese el paso, de conocer todos los recovecos y portillos de la finca y los mejores lugares para cazar.

El guarda, después de escuchar estas historietas, diariamente, junto a su ayudante, buscaba las posibles entradas, arreglaba las roturas en el vallado de espinos y, todas las noches, se apostaba en el lugar que creía sería el mejor para que El Bigotes entrase a cazar, pero éste siempre tenía una alternativa. Un día, mientras El Bigotes se encontraba en la venta con un numeroso grupo de parroquianos vitoreando sus fechorías, el guarda se levantó y juró delante de todos ellos que no pararía hasta pillarlo cazando y en ese momento le pegaría un tiro. Pasaban los días y El Bigotes siempre conseguía entrar en la finca y salir con el botín. Pero el guarda no cejó en su empeño y un buen día, en el interior de un enorme lentisco, de los muchos que cubrían la cerca de la finca, descubrió un pequeño portillo, casi imperceptible, allí acudió durante muchas noches esperando que apareciera el malandrín. Una tarde-noche, quizás de un día de finales de verano, que barruntaba tormenta, apareció El Bigotes cargado con un saco donde llevaría los lazos, los hurones y los cepos con los que cometería sus tropelías. El guarda lo dejó pasar y lo estuvo siguiendo incansable, a pesar de la ligera llovizna que empezó a caer, y que fue en aumento a lo largo de toda la noche.

Cuando El Bigotes dio por finalizada la cacería, comenzó el camino de vuelta hacia su escondida salida. Ya se encontraba cerca del lentisco cuando se topó con el guarda de la Dehesa Nueva el cual, tras recordarle el juramento que le había hecho en la venta, le dio un tiro en el pecho. El guarda, junto a su ayudante, trasladó el cadáver fuera de la finca, depositándolo al pie de un olivo cercano a la venta de Los Jiménez.

Cuz de Otivar
En aquel entonces los caminos rurales tenían más tránsito que hoy día y rápidamente el cadáver fue encontrado por unos trabajadores que, mientras se acercaban a la venta a refugiarse de la intensa lluvia, vieron un bulto tirado en el suelo y al acercarse descubrieron los restos de El Bigotes.

Tras la venida desde Alcalá de la Guardia Civil y el médico, que certificó la defunción, se preparó la caballería que transportaría al difunto hacia su última morada. Se dice que mientras la escasa comitiva transportaba los restos del muerto hacia Alcalá de Guadaíra, la lluvia, que no había dejado de caer con fuerza durante toda la mañana, provocó que el paso del arroyo de la Cañotiva, allí donde durante siglos estuviera la Cruz de Otívar, se hiciera prácticamente imposible, negándose las bestias a pasar en varias ocasiones, hasta tal punto que, en un último intento, los restos de El Bigotes cayeron al arroyo y allá fueron, desapareciendo entre sus aguas. Igualmente se comenta que en el olivo en el que fue hallado muerto El Bigotes alguien grabó una cruz en su recuerdo y que dicha cruz permaneció hasta los años ochenta del siglo veinte, momento en el que el antiguo olivar fue arrancado y replantado con nuevos garrotes.

Leyenda e historia real. Las noticias en la prensa decimonónica.

Como hemos comentado, esta leyenda parece fundarse en un hecho real acaecido en septiembre de 1894.

La noticia aparecerá los días 16, 17 y 18 de septiembre de 1894 en “El Liberal”, “La época” y “La Correspondencia de España”. En estos medios se recoge la noticia de la muerte de un vecino del pueblo de un tiro en el pecho y puñaladas, así “El Liberal”, de 16 de septiembre de 1894 comenta:





Al día siguiente, el mismo periódico comunica que la Guardia Civil ha hecho preso al guarda de la Dehesa Nueva como autor del asesinato, publicándolo en los siguientes términos:
















El diario “La Época”, de 17 de septiembre de 1894, mucho más escueto dice:




“La Correspondencia de España” de 16 septiembre de 1894, igualmente escueto publicó:






Los días 17 y 18 amplían la noticia con la detención del autor del crimen:











Y, por último, el “Diario de Córdoba”, de 20 de septiembre de 1894, daría algún dato más:





ANEXOS:


- Camino de Pero Mingo: partía desde el camino de Pero Mingo, entre olivares, dejando la venta de Los Jiménez a la izquierda y olivares de La Soledad a la derecha que conectaban con la Dehesa Nueva, antes de llegar al cordel de Mairena se bifurcaba en dos, el camino de San Agustín a la derecha y el de Pero Mingo a la izquierda, el primero pasaba junto a las haciendas de la Viuda y de Las Beatas hasta conectar con el cordel de Pero Mingo cerca ya de la ermita de Belén y hacienda de San Agustín y el segundo dejando la huerta de los notarios y la hacienda del lavadero a la izquierda y a la derecha la hacienda de San José, cruzaba el cordel de Pero Mingo y penetraba en tierras de la hacienda de Torrepalma.

- Camino de Matatoros: Salía de Alcalá desde el cordel de Marchenilla, en lo que hoy día es el final de la calle de Las Malasmañanas, cruzaba el cordel de Gandul y se dirigía hacia la Cruz de OtÍvar, atravesando huertas y olivares. Antes de llegar a la Cruz se bifurcaba, a la derecha nacía el camino de Pero Mingo y el de Matamoros seguía a la izquierda entre olivares, pasando junto a la Cruz y dejando la Venta de Los Jiménez a la derecha, a la que se accedía por un carril que pasaba por la puerta de la venta y por la hacienda de La Soledad hasta dar al cordel de Mairena a Sevilla.

El camino de Matatoros seguía hasta el cordel de Mairena a Sevilla dejando el Toledillo a la izquierda y La soledad a la derecha, cruzaba el cordel de Mairena y entre olivares conectaba con el cordel de Pero Mingo, cercano a la venta de Las Escaleras y continuando en término de Sevilla y San José de la Rinconada.

- Cañotiva. Arroyada que recogía las aguas que circulaban en época de lluvias por la Dehesa Nueva, Cañada del Chochar, Piedra Hincada y parte de Pie Solo. Las aguas subterráneas aparecían en forma de manantial junto a la Cruz de Otivar. Las aguas de la C añada del Chocar fueron captadas por la “Compañía de Aguas de Los Ingleses” en 1903 pasa el suministro de Sevilla.

- Cruz de Otívar. Humilladero que marcaba el nacimiento de un manantial de aguas. En la parte derecha del mismo había un pozo labrado en piedra con brocal en el que se cuenta falleció un hijo del casero de Los Jiménez.

- Cuesta de la Ligera. Tramo de la antigua vía pecuaria que unía Mairena del Alcor con Torreblanca y Sevilla famoso por que en este lugar los viandantes aligeraban el paso para evitar ser asaltados.

- Dehesa Nueva. Llamada también El Cercado o dehesa de Martín Navarro, se encontraba delimitada por la carretera de Madrid por el sureste, la dehesa de Piedra Hincada por el suroeste, olivares por el oeste que la separaban de la Venta de Los Jiménez y la cuesta de la Ligera por el norte que la separaban de olivares y dehesas de Las Beatas. La finca se encontraba rodeada de un vallado de espinos, pero en aquel entonces era normal que estos vallados estuvieran, a su vez, cubiertos de un espeso matorral de lentiscos, cornicabras, espinos, coscojas, acebuches y encinas, que dificultaban su vigilancia y facilitaban la entrada a los amigos de lo ajeno.

Venta de Los Jiménez. Antiguo lagar que pertenecía y pertenece a la hacienda de la Soledad o Hacienda Nueva y que tras la epidemia de filoxera que sufrió España durante la década de 1870, se reconvirtió hasta principios del siglo XX en venta. Ubicada estratégicamente en medio de un olivar, entre el camino de Pero Mingo al oeste,  el Camino de Matatoros y un olivar que la separaba de la dehesa Nueva hacia el este, la hacienda Nueva y el inicio de la Cuesta de La ligera al norte. Un camino de servidumbre unía el camino de Matatoros con La Soledad y vía pecuaria de Mairena del Alcor a Torreblanca.

CARTOGRAFÍA DE LA ZONA:
TRABAJOS TOPOGRÁFICOS 1872
PLANO CAÑADA DE OTIVAR THE SEVILLE WATER WORKS COMPANY LIMITED
PLANOS CATASTRALES 1944-48
Antonio Gavira Albarrán
Licenciado en Geografía História (rama Geografía)

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