martes, 25 de abril de 2023

RUTA. DESCUBRIENDO CON LA FAMILIA EL MOLINO HUNDIDO


El domingo 2 de abril salí de ruta con mi familia. Teníamos como meta llegar al molino Hundido o del Rincón pero ampliamos el recorrido como os mostraré luego. Mis hijas habían estado de pequeñas en algún punto del tramo propuesto, aunque sus recuerdos eran de tipo flash. Así que, daba por hecho que disfrutarían de los parajes del río entre el molino de La Boca y el molino Hundido. Un recorrido apto para casi todo tipo de público que transcurre en su mayor parte por un bosque de eucaliptos. 

El invierno, la primavera y el otoño son las estacionas más apropiadas para disfrutar de esta ruta, que ofrece interesantes alternativas cuando lleguemos al molino. 

Nosotros comenzamos en la Avenida del Tren de Los Panaderos, al sobrepasar el CEIP Los Cercadillos giramos a la derecha hasta llegar al Camino de Los Molinos de Marchenilla, que lo tomamos a la izquierda. Pronto dejamos atrás el antiguo reformatorio San Francisco de Paula y la huerta de la Juaquinita. 

No teníamos ninguna prisa y nos fijábamos en todo lo que acontecía a nuestro alrededor; una palmera datilera víctima del picudo rojo, una casa aparentemente abandonada, pequeños huertos, los perros que nos ladraban al pasar… Mientras caminábamos rememorábamos historias relacionadas con esta ruta. 

Una vez pasada la urbanización de Cerro Clavijo el camino gira a la derecha. Frente a nosotros, en una curva abrimos un portillo situado en una valla, que cerramos luego, y continuamos teniendo a nuestra izquierda el molino de San José o Pared Blanca; molino que su propietario ha restaurado. En este punto, unos ladridos delataron nuestra presencia. A pesar de la advertencia canina, nos asomamos entre unos setos para poder ver el molino, consiguiendo la atención del propietario de la finca hasta el punto de entablar una breve conversación con él sobre el estado actual del ingenio hidráulico; nos dijo que, en las labores de restauración, en su interior, bajo una “torta” de cemento, ha descubierto una solera de piedras de moler que ha dejado a la vista por su elegancia. 


Continuamos hasta una casilla donde estuvo un motor de extracción de agua del río, la bordeamos, cruzamos la desembocadura del arroyo seco de Marchenilla, pasamos junto al molino de La Boca, que fotografiamos y rememoramos las limpiezas llevadas a cabo en él por el grupo ecologista Alwadiira y continuamos corriente arriba. 


El bosque de eucaliptos se presentó ante nosotros sembrado de espinos majuelos, rosales silvestres, juncos, acantos y cañas. En el río, los peces chapoteaban en busca de alimentos o de oxígeno, los ruiseñores marcaban el territorio y las tórtolas arrullaban suavemente. Las tres arroyadas que sorteamos, que en otro tiempo dificultaban el tránsito por su caudal, las vimos sin agua; las extracciones y una sequía que no cesa. 

El molino hundido apareció ante nosotros en estado ruinoso; han desaparecido varios de sus elementos y se encuentra colonizado por eucaliptos, delatando que las propuestas e informes remitidos a Ayuntamiento y Confederación Hidrográfica han caído en saco roto. 

Por un enorme tronco de eucalipto, caído en el cauce, a modo de puente, vadeamos el río con miedo y asumiendo el riesgo de un accidente. 

Continuamos hasta la desembocadura del arroyo de Guadairilla o Maestre, no sin antes asomarnos nuevamente al río Guadaíra donde antaño estuvo un motor para riego. Transitábamos con el arroyo a nuestra izquierda y unos sembrados de garbanzos y girasoles a nuestra derecha. 

La vegetación ribereña o riparia se caracteriza en el arroyo por un tipo de bosque caducifolio fundamentalmente de olmos (Olmusminor), pero también existe una gran variedad de plantas riparias entre ellas: álamo blanco (Populus alba), fresno (Fraxinus angustifolia), etcétera. Este bosque tiene un enorme valor ecológico, no sólo por su riqueza vegetal sino porque se trata de un ecosistema, que aunque en franco retroceso, constituye un oasis que sirve de refugio a gran variedad de aves, mamíferos y reptiles.  

Cuando alcanzamos el camino de Maestre lo tomamos en dirección al cortijo del mismo nombre, dejando a nuestro paso la que antaño sirvió de casa de bueyes.  Como curiosidad, el camino de Maestre tiene unos 2,5 km., comienza en el Club de Tenis Oromana y es uno de los mejor conservados de nuestro término municipal.  

En el alcor, nos paramos unos instantes en el cortijo de Maestre y continuamos hasta el de Olivera, donde torcimos a la derecha hasta encontrar el sendero que baja al molino de las Aceñas y regresar a casa. En total anduvimos unos diez kilómetros.

Francisco José Gavira Albarrán