lunes, 27 de marzo de 2023

Rutas por el río Guadaíra. Una aproximación al molino del Boticario


5 de marzo de 2023 

El día amaneció algo nublado y amenazando lluvia para por la tarde. Después de varios años con déficit hídrico cualquier gota de agua viene bien para unos campos agostados y sedientos. - Quién ha dicho miedo¡, nos dijo un amigo, y partimos de Beca sin más contratiempos.

A las 9:30 estábamos en la Cañada Real de Morón, a la altura del páramo de Martinazo, donde dejamos estacionados los coches nada más pasar la línea del ferrocarril de Utrera a Arahal. Teníamos por delante una ruta circular de aproximadamente siete kilómetros.

Comenzamos a andar en dirección al río Guadaíra. A los mil metros, en el cruce de la cañada con la Vereda de Los Puertos, torcimos a la izquierda y continuamos por esta vía pecuaria hasta llegar a un singular meandro del río cubierto de eucaliptos; un hábitat que nos sorprendería por la variedad de especies vegetales y unos bonitos rincones.


En el centro de este bosque nos topamos con dos enigmáticas cabañas; una en forma de yurta mongola a medio construir y otra a modo de refugio del tío Tóm. Mientras dudábamos si fueron hechas para el disfrute de niños o refugio de pastores, nombrábamos las especies del sotobosque bajo unos eucaliptos cargados de nidos de gorriones morunos.

Continuamos la ruta por la margen derecha del río, en el sentido de la corriente. A nuestra izquierda tuvimos casi siempre olivares, que se presentaron de riego o de secano según la haza. A los pies de los olivos, y en los padrones, se evidenciaba la profusa utilización de herbicidas donde antaño se regabinaba o acerquillaba; los nuevos tiempos no siempre son mejores. En un sentido positivo, nos alumbró un manto amarillo de jaramagos desparramado entre las calles de un olivar. Mientras un ejército de insectos lo inspeccionaba, dedujimos que pudiera tener la misión beneficiosa de descompactador de suelo. En esos instantes, sobre nosotros, en un cielo azul, una pareja de milanos motivo ciertas dudas en el grupo, negros o reales, para finalmente sentenciar los más entendidos. - Son milanos negros, por tamaño, coloración, alas y la cola presenta una horquilla menos pronunciada que el real.

El río Guadaíra cuenta en este tramo con impenetrables rincones y extensas láminas de agua de cierta profundidad donde se habría practicado el piragüismo, según delataba una embarcación varada en la orilla.

En el bosque de ribera predominan los olmos salpicados de eucaliptos, aladiernos, cañas y zarzas. La olmeda mostraba las heridas producidas por la grafiosis, cuyo insecto causante -Scolytus scolytus-, aparte de alimentarse de sus hojas y madera, contribuye a la propagación de un hongo en las raíces del árbol, como nos mostró uno de los amigos que nos acompañaba, debido a que transporta sus esporas adheridas al cuerpo y las va diseminando, taponando los vasos conductores de savia.


Encontramos restos de un sistema antiguo de riego de desaparecidas huertas, que corroboraba algunas plantas testigo: pitas (agave americana L.), higueras, chumberas, granados y un naranjo; huertas que hoy son recreadas por pequeños huertecillos entre las hileras de olivos.

En nuestro tránsito descubrimos varios motores preparados para desangrar el río; una parcela con valla usurpando el dominio público hidráulico, que su dueño nos permitió traspasar; el cadáver de un buitre muerto bajo el puente del ferrocarril; excrementos de nutria, con indicios de la presencia de cangrejo rojo; el ladrido de unos perros mastines, que nos animaron a acelerar la marcha hasta dar con el molino del Boticario…

En el molino nos esperaban los propietarios, una familia alcalareña que ha adquirido esta finca situada en el término municipal de Arahal, junto a uno de los últimos inquilinos; una persona con varios libros de memorias de vida en su cabeza. Los anfitriones nos transmitieron los últimos recuerdos molineros y el desarrollo actual de la finca.

Las ruinas del molino, cuyo origen se remontaría al siglo XVI, según algunos, cuenta con añadidos más recientes, como la casa del molinero, cobertizos y otras dependencias. El conjunto muestra la importancia que tuvo un ingenio donde llegaron a prestar servicio cuatro cubos, y que dejaría de funcionar en los años cuarenta del pasado siglo con una actividad centrada en el estraperlo. - Incluso llegaban personas para moler desde Alcalá, haciendo parada en la hacienda de Bucaré, con el riesgo que suponía una actividad declarada ilegal en esos años. Aguas abajo se instaló una molineta, también con un carácter alegal.

El molino llegó a producir su propia luz mediante la energía hidráulica proporcionada por una tecnología básica: palas, polea y correas de transmisión generadoras de la fuerza necesaria para accionar una dinamo.

Nuestros anfitriones nos dijeron que tienen planes para limpiar los cubos, hasta conseguir nuevamente su conexión con la presa, la más alta de toda la cuenca, hoy muy colmatada.

Regresamos entre olivo hasta conectar con el cauce seco del arroyo de Martinazo, pasamos nuevamente bajo la línea del ferrocarril y al poco estábamos en los coches, donde dimos por finalizada la ruta.

Francisco José Gavira Albarrán

lunes, 6 de marzo de 2023

Un nacimiento del río Guadaíra en Gaena y las salinas de Morón

 


El seis de agosto de 2022 salimos de Alcalá para visitar uno de los nacimientos del río Guadaíra en Gaena. Sin embargo, los planes iniciales se vieron desbordados, como veremos seguidamente.

 

Para empezar, desayunamos en un lugar imprevisto. Habíamos dejado pasar la venta de La Vega, y en La Ramira nos dijeron que aún no estaba abierta al público. En Morón, el kiosco de Las Papas, famoso por sus calentitos, y los bares de alrededor se encontraban cerrados. Anduvimos callejeando con el coche hasta dar con El Moral, un bar de barriada obrera que ha tomado el nombre de la majestuosa morera que lo cobija. Lógicamente, ya tenía su público. Nada más traspasar la entrada, colgado en la pared de la izquierda, un cráneo de carnero, de cornamenta prominente, nos siguió con su mirada mientras íbamos aproximábamos a una barra que parecía estar sostenida por algunos clientes. Frente a nosotros, una pizarra anunciaba bebidas y tapas apetitosas con sus respectivos precios. Después de pedir las tostadas y los cafés a una señora, con la que casi no intercambiamos palabra, nos sentamos a la luz de una ventana donde conversamos sobre recuerdos de rutas pretéritas y de una actualidad que la veíamos cargada de incertidumbres.

 

Salimos de allí repitiendo los mismos requiebros en el callejero de Morón, hasta que logramos enfilar la carretera C-339 dirección Coripe.

 

Como siempre, la Sierra de Esparteros se nos mostraba majestuosa. Al pasar por la venta del mimo nombre nos acordamos de Antonio, con el que todos habíamos estado allí en algún momento. Cruzamos el Guadaíra y proseguimos la ruta por la serpenteante y ascendente carretera, llena de paisajes agrícolas, forestales y ganaderos. Dejamos atrás Pozo Amargo. Al poco, tomamos la salida a Gaena y aparcamos el coche a unos ochocientos metros de la carretera. La mayoría acepta que allí, entre adelfas, higueras, acebuches y juncos, se encuentra uno de los posibles nacimientos Guadaíra.

 

El nacimiento de un río estaría determinado por el manantial situado en la cota más alta y con un caudal constante. Este punto reúne hoy el primero de los requisitos y no el segundo, debido a la pertinaz sequía que nos golpea desde hace varios años. Al parecer, se encuentran tres surgencias en la zona de Gaena y dos en Pozo Amargo, a las que se les considera como nacimientos del río Guadaíra. Las cinco se unen un par de kilómetros más abajo quintuplicando la envergadura del cauce cuando las precipitaciones lo permiten.

 

Después de cumplido el objetivo propuesto, comenzamos el regreso por la misma carretera que nos había traído hasta allí. En el descenso, mientras mi mirada se perdía por la ventanilla contemplando unos paisajes ondulados, pajizos y ardientes, pero llenos de vida, los recuerdos se agolpaban por mi cabeza en semejante número a de curvas que tomábamos. Cárcavas, cerros, peñas, arrolladas y praderas en las que tanto disfrutó mi hermano con sus amigos.  

 

Dejamos atrás el antiguo y abandonado balneario de aguas sulfurosas de Pozo Amargo, del que Pascual Madoz, en 1840, ya señalaba algunas de sus cualidades.



Paramos para conocer las salinas denominadas “del Consejo”, dado que abastecían al consejo de Morón desde época medieval, pero que en 1941 pasaron a pertenecer, junto al balneario, al municipio de Puerto Serrano. El coche lo dejamos al pie de la carretera. Nos adentramos en la finca como pudimos y anduvimos por un camino entre tarajes y acebuches que rezumaban diminutas gotitas salobres.

 

Las surgencias aparecieron antes de llegar a las balsas utilizadas para la producción de sal. Estas se nutren de un escuálido manantial que aflora en la ladera más inmediata. Por gravedad, el preciado líquido se deposita en las diferentes balsas obteniéndose la sal por evaporación. Un herrumbroso motor, junto a unos cobertizos en ruinas y un pozo, con brocal circular, componían el resto de las instalaciones.  

 

Dejamos las salinas en manos de una Araña Tigre Agriope Lobata. Cruzamos nuevamente el río Guadaíra. Atrás quedó la sierra y continuamos nuestro camino de regreso con el enorme hueco que nos dejó mi hermano en el alma y el corazón.   

 

Francisco José Gavira Albarrán