miércoles, 12 de noviembre de 2025

Molino de San Juan

 


Entre las antiguas imágenes que rescatan la memoria del río Guadaíra destaca el conocido “Cliché Cotán”, una serie de fotografías tomadas entre los años veinte del siglo XX. La que hoy mostramos fue tomada desde la margen derecha del río, donde se alza uno de los molinos más emblemáticos de la ribera alcalareña: el molino de San Juan, que por entonces pertenecía a la familia de La Portilla.

La instantánea, de tono azulado y marcada por el estilo fotográfico de la época, captura un instante de la vida cotidiana en torno al cauce. En primer plano, el edificio se refleja en la lámina tranquila del río, cuyas aguas fluyen hacia el espectador. Posiblemente estemos en verano, dada la escasez de agua en el río.

En la base del molino, tres hombres descansan sentados a la entrada, junto a unos aparejos de labor que sugieren tareas molineras o quizás labores de mantenimiento. La construcción, de muros encalados y cubierta a cuatro aguas, muestra claramente el paso del tiempo: la fachada presenta desconchados, manchas de humedad y vegetación trepando, posiblemente una higuera, signos inequívocos del abandono progresivo que comenzaban a sufrir muchos de estos ingenios hidráulicos.

Al fondo, sobre los cerros, se distingue una masa de pinares recortada con nitidez contra el cielo. Este detalle no es casual: los pinares del entorno de Alcalá de Guadaíra fueron objeto de repoblaciones a finales del siglo XIX y principios del XX, dentro de proyectos de regeneración forestal destinados a proteger el suelo y embellecer el paisaje.

Más allá de su valor estético, la imagen constituye un testimonio documental de un modo de vida y de trabajo ligado al agua. Los molinos del Guadaíra —harineros, de rodezno o de cubo, como el que aquí aparece— fueron durante siglos el motor económico de la comarca y conformaron un paisaje cultural de enorme riqueza, hoy en gran parte desaparecido o transformado.

Esta fotografía forma parte de la colección digital de Antonio Gavira Albarrán.

El “Cliché Cotán”, por tanto, no es solo una fotografía antigua: es un fragmento de historia. Nos permite leer el territorio desde la mirada de quien, hace un siglo, supo detener el tiempo con su cámara.


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