sábado, 15 de noviembre de 2025

Kurt Hielscher en Alcalá de Guadaíra: un testimonio visual de 1922 que todavía nos interpela

 

Foto digital en el archivo de Antonio Gavira Albarrán. En 1922, el fotógrafo alemán Kurt Hielscher inmortalizó una escena que hoy forma parte del imaginario visual de Alcalá de Guadaíra. En la imagen, dos niñas caminan por un sendero de tierra, rodeadas de margaritas, cargando un gran cántaro. Al fondo se recorta la poderosa silueta del castillo de Alcalá, cuyos muros centenarios dominan el paisaje. La fotografía, incluida en su célebre libro Das unbekannte Spanien, no solo retrata un monumento; captura un modo de vida, un ritmo rural y humano que entonces definía la esencia de gran parte del municipio.

Hielscher llegó a España en 1914, y la guerra europea que estalló poco después lo mantuvo en la península durante años. Ese inesperado arraigo se convirtió para él en una oportunidad: recorrer el país a fondo, conocer pueblos y ciudades más allá de los circuitos consagrados y descubrir una España que, como su propio título afirmaba, permanecía “desconocida” para buena parte de Europa. Su mirada se caracterizó por un equilibrio poco común entre la intención documental y una sensibilidad estética casi poética. En Andalucía encontró un territorio fértil para esa combinación, y Alcalá de Guadaíra no pasó desapercibida ante su objetivo.

La fotografía tomada junto al castillo resume el estilo y las inquietudes del autor. Para Hielscher, los monumentos importaban tanto como las personas que vivían en su entorno. Nunca se limitó a registrar fachadas o panorámicas; buscó, ante todo, mostrar cómo los seres humanos habitaban los paisajes que habían heredado. Por eso las protagonistas no son solo las torres de piedra, sino también esas dos niñas que, con sus vestidos sencillos y su cántaro de barro, encarnan la cotidianidad del Alcalá de principios del siglo XX.

La relación entre la población y el castillo aparece en esta foto sin artificios. El sendero que asciende hacia la fortaleza, los márgenes con margaritas, la naturalidad de las niñas avanzando, revelan una convivencia orgánica entre monumento y comunidad. La imagen es a la vez un documento histórico y una composición de gran belleza: las líneas del camino conducen la mirada hasta las murallas, mientras la presencia humana aporta escala, vida y emoción.

Esta fotografía también tiene valor como registro social. En aquellos años, el transporte del agua seguía siendo una tarea habitual en la vida rural, y el cántaro que cargan las niñas remite a un modo de subsistencia que desaparecería con la modernización del siglo XX. La escena, espontánea y tranquila, condensa un mundo que ya no existe, pero que forma parte de la memoria cultural de la ciudad.

La obra de Hielscher ha sido recuperada en las últimas décadas por investigadores y aficionados que buscan revisitar los lugares que él retrató. Proyectos como In the Footsteps of Kurt Hielscher muestran el impacto duradero de sus imágenes y el interés por comparar los paisajes actuales con los que él fotografió hace un siglo. En Alcalá de Guadaíra, ese ejercicio de cotejo revela cuánto ha cambiado el entorno del castillo, pero también cuánto permanece de su identidad.

Más allá de lo puramente visual, la presencia de Hielscher en Alcalá forma parte de una historia mayor: la de un fotógrafo que, atrapado por la guerra lejos de su país, encontró en España un vasto territorio de descubrimiento. Su paso por la localidad quedó fijado en una fotografía que reúne arquitectura, naturaleza y vida cotidiana. Una imagen que, cien años después, nos recuerda que cada monumento es también un cruce de caminos humanos.

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