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domingo, 30 de mayo de 2021

Por la Cañada de Matalageme, el arroyo de San Juan, el cordel de Gallegos y Bujadillos.

 

Almendro en el Cordel de Gallegos.

La ruta de hoy tiene 10 kilómetros y es circular. Desde Alcalá de Guadaira tomaremos la antigua A-376, dirección Utrera. Cuando dejemos atrás la hacienda de Mateo Pablo debemos estar pendientes, ya que la vegetación casi ha taponado la entrada a la cañada de Matalageme. En este punto estacionaremos el coche.

Los primeros cien metros discurren a la sombra de un pasadizo vegetal formado por: higueras, acebuches, lentiscos y ailantos que han prosperado en paralelo a la carretera y a la alambrada que cierra perimetralmente el olivar de la hacienda de Mateo Pablo. ¡Qué hermoso es todo esto!, es la expresión que se nos vino de inmediato cuando estuvimos por allí a finales del mes de marzo. Como nota negativa, el ailanto o pestoso, como lo conocemos popularmente, lo vimos avanzar imparable por este primer tramo del recorrido. Originario de China, el Ailanthus altissima, es conocido como el árbol de los dioses, pero en la comarca de Los Alcores no deja de ser una plaga endemoniada que desplaza a las especies autóctonas debido a su facilitad para adaptarse a cualquier tipo de terreno.

Hacienda de Mateo Pablo.

Padrón de cañada de Matalageme.

Inmediatamente llegamos a una zanja que sorteamos con facilidad. Los siguientes ochocientos metros discurrieron de forma perpendicular a la carretera, entre un olivar, a nuestra izquierda, y un imponente seto vegetal compuesto: de zarzas, lentiscos, acebuches, coscojas, espinos majuelos y algún pino centenario. Aquí destacamos la abundante presencia de una trepadora, la zarzaparrilla, Smilax aspera, que es un arbusto de la familia de las esmilacáceas, muy abundante a lo largo de todo el padrón.

Al llegar a la autovía Sevilla – Utrera la cruzamos por un túnel habilitado para dar continuidad a la cañada. A diferencia de otras vías pecuarias, la cañada de Matalageme conserva una anchura aceptable, aunque sin llegar a las 90 varas castellanas, 72 metros de anchura, encontrándose desplazada de su recorrido original en su primer tramo.

Pino y lentiscos en la cañada de Matalageme.

Cañada de Matalageme.

La ruta continúa en paralelo al arroyo de San Juan, donde escasea la vegetación arbustiva y también el agua, salvo en época de lluvias. Aunque como caminantes, ávidos por conocer nuestro término municipal, aceptamos los cambios y aprendemos de cada uno de los pasos que damos. En este tramo, a la derecha, nos acompañará un olivar hasta que lleguemos a una construcción desvencijada y a un corralón de cabras. A la izquierda, unas amenazadas hazas en barbecho esperan la plantación de placas fotovoltaicas, un cultivo que ha prosperado de forma abusiva por toda la zona y que, previsiblemente, próximamente, destrozará el paisaje de la vega del Guadairilla y el Guadaíra. Cuando estuvimos, por el arroyo discurría algo de agua, un morito común levantó el vuelo al vernos llegar y las plantas acuáticas prosperaban en un entorno de margaritas y otras florecillas dándole un punto bello al arroyo a pesar de su desnudez. En ese momento pensamos que era urgente reforestar este tramo.

Arroyo de San Juan.

Cuando alcanzamos el punto desde donde parte el cordel de Gallego, que forma un ángulo de noventa grados con la cañada de Matalageme, a nuestra derecha vimos majestuosa la hacienda de Benagila o Maestre, distante de nosotros unos quinientos metros. La hacienda de Benagila perteneció al colegio sevillano de San Hermenegildo de la Compañía de Jesús, entre otros muchos propietarios.[1] Desde allí subimos un suave repecho, de unos cincuenta metros, ya perteneciente al cordel de Gallegos, que discurre, en este tramo, quizás el menos conocido, entre placas fotovoltaicas y trigales.

Hacienda de Benagila o Maestre.

Poco a poco la vía pecuaria irá tomando cuerpo, primero con la presencia de nuestra palmera autóctona, el palmito, Chamaerops humilis y luego dominan los lentiscos hasta el punto de que podemos afirmar que allí se encuentra uno de los núcleos más importantes dentro de nuestro término municipal. Como nota curiosa pudimos distinguir un pequeño pero precioso almendro.

Lentiscos y coscojas en el Cordel de Gallegos.

También tuvimos la oportunidad de comentar lo lamentable de la eliminación de los caminos rurales, que allí nos impidió conectar, directamente, con el cortijo de Bujadillos. Continuamos hasta llegar a la carretera A-8029. En este tramo de la vía pecuaria permanecen los postes de una antigua entrada a la hacienda de la Pintada, resistiendo el paso del tiempo. Una hacienda que hoy se dedica a celebraciones y alojamiento rural.

Hacienda de la Pintada.

Postes de una entrada a la Hacienda de la Pintada.

Entrada actual.

Cortijo de Bujadillos.

El cordel de Gallegos gira a la izquierda, continuando por la carretera durante un kilómetro hasta la estación de Don Rodrigo. En este tramo anduvimos por el arcén, ya que es imposible transitar por los metros que forman parte de la vía pecuaria en los márgenes de la carretera. 

Una vez que dejemos atrás la estación de Don Rodrigo, [2] un camino discurre paralelo a la autovía Sevilla – Utrera. Muy pronto se llega al cortijo de Bujadillos, que cuenta con una importante caballeriza y, a dos kilómetros, al paso de la autovía, que nuevamente debemos cruzar para regresar entre los olivos y el exuberante padrón, que nos separa de la hacienda de Mateo Pablo, hasta llegar donde hemos dejado el coche.

Mapa de la ruta.

 

 



 

Francisco José Gavira Albarrán.



[1]Dirección General de Bienes Culturales y Museos. Inventario de Arquitectura Popular 1992-1997. Hacienda Benagila, 1992. Junta de Andalucía. Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio.

Álvaro Recio Mir; José Carlos Sánchez Romero, Inventario Cortijos, Haciendas y agares. Provincia de Sevilla. Hacienda Benagila o Maestre, 2009. Se da la circunstancia de que en cada transmisión la finca aparecía con una superficie distinta, desde 11 a 62 ha, siempre dentro de los límites de la pequeña-mediana explotación, que es la más frecuente en el caso del olivar histórico.

[2] Toda la zona, desde el arroyo de San Juan hasta la estación de Don Rodrigo, denominada Bujadillos, formaba parte de una importante dehesa en 1918.