La ruta de hoy tiene 10 kilómetros y es circular. Desde Alcalá de Guadaira
tomaremos la antigua A-376, dirección Utrera. Cuando dejemos atrás la hacienda
de Mateo Pablo debemos estar pendientes, ya que la vegetación casi ha taponado
la entrada a la cañada de Matalageme. En este punto
estacionaremos el coche.
Los primeros cien metros discurren a la sombra de un pasadizo vegetal formado por: higueras, acebuches, lentiscos y ailantos que han prosperado en paralelo a la carretera y a la alambrada que cierra perimetralmente el olivar de la hacienda de Mateo Pablo. ¡Qué hermoso es todo esto!, es la expresión que se nos vino de inmediato cuando estuvimos por allí a finales del mes de marzo. Como nota negativa, el ailanto o pestoso, como lo conocemos popularmente, lo vimos avanzar imparable por este primer tramo del recorrido. Originario de China, el Ailanthus altissima, es conocido como el árbol de los dioses, pero en la comarca de Los Alcores no deja de ser una plaga endemoniada que desplaza a las especies autóctonas debido a su facilitad para adaptarse a cualquier tipo de terreno.
Inmediatamente llegamos a una zanja que sorteamos con facilidad. Los
siguientes ochocientos metros discurrieron de forma perpendicular a la
carretera, entre un olivar, a nuestra izquierda, y un imponente seto vegetal
compuesto: de zarzas, lentiscos, acebuches, coscojas, espinos majuelos y algún
pino centenario. Aquí destacamos la abundante presencia de una trepadora, la
zarzaparrilla, Smilax aspera, que es un
arbusto de la familia de las esmilacáceas, muy abundante a lo largo de todo el padrón.
Al llegar a la autovía Sevilla – Utrera la cruzamos por un túnel habilitado
para dar continuidad a la cañada. A diferencia de otras vías pecuarias, la cañada
de Matalageme conserva una anchura aceptable, aunque sin llegar a las
90 varas castellanas, 72 metros de anchura, encontrándose desplazada de su
recorrido original en su primer tramo.
La ruta continúa en paralelo al arroyo de San Juan, donde escasea la
vegetación arbustiva y también el agua, salvo en época de lluvias. Aunque como
caminantes, ávidos por conocer nuestro término municipal, aceptamos los cambios
y aprendemos de cada uno de los pasos que damos. En este tramo, a la derecha,
nos acompañará un olivar hasta que lleguemos a una construcción desvencijada y
a un corralón de cabras. A la izquierda, unas amenazadas hazas en barbecho
esperan la plantación de placas fotovoltaicas, un cultivo que ha prosperado de
forma abusiva por toda la zona y que, previsiblemente, próximamente, destrozará
el paisaje de la vega del Guadairilla y el Guadaíra. Cuando estuvimos, por el
arroyo discurría algo de agua, un morito común levantó el vuelo al
vernos llegar y las plantas acuáticas prosperaban en un entorno de margaritas y
otras florecillas dándole un punto bello al arroyo a pesar de su desnudez. En
ese momento pensamos que era urgente reforestar este tramo.
Cuando alcanzamos el punto desde donde parte el cordel de Gallego,
que forma un ángulo de noventa grados con la cañada de Matalageme,
a nuestra derecha vimos majestuosa la hacienda de Benagila o Maestre, distante
de nosotros unos quinientos metros. La hacienda de Benagila perteneció al
colegio sevillano de San Hermenegildo de la Compañía de Jesús, entre otros
muchos propietarios.[1] Desde allí subimos un suave repecho, de unos cincuenta
metros, ya perteneciente al cordel de Gallegos, que discurre, en este tramo,
quizás el menos conocido, entre placas fotovoltaicas y trigales.
Hacienda
de Benagila o Maestre.
Poco a poco la vía pecuaria irá tomando cuerpo, primero con la presencia de nuestra palmera autóctona, el palmito, Chamaerops humilis y luego dominan los lentiscos hasta el punto de que podemos afirmar que allí se encuentra uno de los núcleos más importantes dentro de nuestro término municipal. Como nota curiosa pudimos distinguir un pequeño pero precioso almendro.
También tuvimos la oportunidad de comentar lo lamentable
de la eliminación de los caminos rurales, que allí nos impidió conectar, directamente,
con el cortijo de Bujadillos. Continuamos hasta llegar a la carretera A-8029.
En este tramo de la vía pecuaria permanecen los postes de una antigua entrada a
la hacienda de la Pintada, resistiendo el paso del tiempo. Una hacienda que hoy
se dedica a celebraciones y alojamiento rural.
El cordel de Gallegos gira a la izquierda, continuando por la carretera
durante un kilómetro hasta la estación de Don Rodrigo. En este tramo anduvimos
por el arcén, ya que es imposible transitar por los metros que forman parte de
la vía pecuaria en los márgenes de la carretera.
Una vez que dejemos atrás la estación de Don Rodrigo, [2] un camino discurre paralelo a la autovía Sevilla –
Utrera. Muy pronto se llega al cortijo de Bujadillos, que cuenta con una
importante caballeriza y, a dos kilómetros, al paso de la autovía, que
nuevamente debemos cruzar para regresar entre los olivos y el exuberante padrón,
que nos separa de la hacienda de Mateo Pablo, hasta llegar donde hemos dejado
el coche.
Francisco
José Gavira Albarrán.
[1]Dirección General de Bienes Culturales y
Museos. Inventario de Arquitectura Popular 1992-1997. Hacienda Benagila, 1992. Junta
de Andalucía. Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio.
Álvaro Recio Mir; José Carlos Sánchez Romero,
Inventario Cortijos, Haciendas y agares. Provincia de Sevilla. Hacienda
Benagila o Maestre, 2009. Se da la circunstancia de que en cada transmisión
la finca aparecía con una superficie distinta, desde 11 a 62 ha, siempre dentro
de los límites de la pequeña-mediana explotación, que es la más frecuente en el
caso del olivar histórico.
[2] Toda la zona, desde el arroyo de San Juan
hasta la estación de Don Rodrigo, denominada Bujadillos, formaba parte de una
importante dehesa en 1918.