jueves, 19 de octubre de 2023

Rutas por el río Guadaíra: en busca del molino de Ojea

El 12 de mayo salimos de Alcalá a las 16:30 para conocer un nuevo tramo del río Guadaíra y localizar el Molino de Ojea. 

Tomamos la carretera de Morón, A-360. Al poco de pasar la urbanización de La Ramira, en la arruinada venta de San José de Campanilla, nos incorporarnos al cordel o colada de Pilares y Mancera. Cruzamos la carretera SE-5206, para continuar por la vía pecuaria hasta alcanzar el río Guadaira. Junto a la pasá, a la sombra de unos viejos e inmensos eucaliptos, dejamos uno de los coches. Con el otro regresamos a La Ramira y lo estacionamos al final de la calle Luis Manzanttini. 

De la ruta propuesta para ese día conocíamos los primeros trescientos metros. En este primer tramo el río discurre a nuestra izquierda. A la derecha dejamos la depuradora de la urbanización, aparentemente fuera de servicio. La vegetación de la ribera es aquí muy abundante, como ya hemos descrito en una ruta anterior. Sortear el río, en este punto, y en esta época del año, resultó fácil. La escasez de precipitaciones y sus efectos se hacen notar en toda la cuenca. 

Continuamos por la margen derecha, corriente arriba. Los primeros ciento veinte metros anduvimos por un eucaliptal. Los perros de la zona detectaron pronto nuestra posición. El Cortijo el Torreón se encuentra a escasos doscientos cincuenta metros de allí y estábamos desplazándonos en paralelo al núcleo de la urbanización, de la que nos separaba un escuálido cauce. 

Después de salir de los eucaliptos anduvimos entre olivos y río. En esta parte de la ribera abundaban los carrizos, rosales silvestres, fresnos, tarajes, olmos, álamos, hinojos y sobre todo cañas.  A veces, una adelfa hacía acto de presencia enseñándonos sus florecillas rosas. Tan solo escuchamos el croar de una solitaria rana. También constatamos que algunas viviendas han utilizado sus traseras, hasta el mismo cauce del río, a modo de corral. 

Cruzamos una pequeña arroyada. Dejamos atrás un pozo. Nos internamos en una antigua cantera, donde prosperaban enormes retamas henchidas con sus flores amarillas. Luego, el Guadaíra se contorsionó formando un anguloso recodo. La bóveda de olmos, rosas, cañas, fresnos, eucaliptos, zarzas y lentiscos se hizo más impenetrable, hasta ocultar el río por completo. Acceder al cauce se nos hizo casi imposible. El encajonamiento resultaba, si cabe, más impetuoso en esta zona. Desde algunos miradores pudimos ver bonitas pozas. Descubrimos un acebuche que podríamos catalogarlo como árbol singular. A nuestra derecha los trigales dorados, salpicados de margaritas y amapolas, esperaban ser cosechados.

Pronto llegamos a la carretera SE-5206, antiguo cordel o colada de El Coronil. A escasos metros de allí, oculto entre olivos, dimos por ubicado el Cortijo de La Mariscala. En este punto decidimos cambiar de margen. Durante doscientos metros anduvimos por otro eucaliptal, que nos permitió acceder al cauce sin dificultad. 

Continuamos por la margen izquierda hasta tener en el horizonte la Hacienda de Morillo. Estábamos en la zona donde los mapas topográficos de 1873 y 1918 señalaban la presencia del molino de Ojea. 

A nuestra derecha mantuvimos el Guadaíra. Equidistante entre río y hacienda, que divisábamos, se distinguían unos restos constructivos que concluimos, podrían pertenecer a un abrevadero. Entre nosotros y el potencial abrevadero, un mar de carrizos. Al fondo del encuadre la Sierra de Esparteros.


Aquí nos internamos en el cauce del Guadaíra, prácticamente seco y arenoso. Anduvimos por el lecho durante unos doscientos cincuenta metros sorteando pequeñas láminas de agua, producto de las surgencias que manan de la zona de contacto entre las margas arcillosas y las tierras más caliza y arenosa. En este tramo, los cañaverales son excesivos y monótonos. También abundan los lentiscos, acebuches, rosales y eucaliptos, pero en el lecho solo pudimos constatar la presencia de algas y las señales que dejan los jabalíes. 

Salimos como pudimos del encajonado cauce por la margen derecha. Desde allí, continuamos hasta donde teníamos estacionado el primero de los coches, distante de nosotros unos cuatrocientos metros. 

Nos paramos unos instantes en el entorno de la pasá, esperando localizar vida en el río Guadaíra. Tan solo creímos escuchar otra solitaria rana y ver algún movimiento en las escasas aguas, que pudo ser provocado por una tortuga.  En este punto dimos por concluida la jornada, regresando a Alcalá sin cumplir con nuestro objetivo, localizar el molino de Ojea.

Mapa de la ruta

Francisco José Gavira Albarrán