sábado, 20 de marzo de 2021

PLANTACIÓN DE ÁRBOLES PARA LA RECUPERACIÓN DE CAMINOS PÚBLICOS

 

Desde el Colectivo Ecopacifista Solano - Ecologistas en Acción emprendemos una nueva campaña de puesta en valor y defensa del patrimonio que constituyen los caminos públicos rurales y las vías pecuarias. Ambas vías de comunicación sirvieron en el pasado para vertebrar el espacio rústico, potenciar el intercambio comercial entre las zonas rústicas y las ciudades y facilitar el acceso a las zonas con mejores pastos para el ganado. Hoy en día, han perdido gran parte de su función comercial, pero constituyen una valiosa herencia, un rico patrimonio de todos que debe servir de soporte para las nuevas demandas de ocio, deportivas, turísticas y culturales de la sociedad actual. Además, forman corredores ecológicos importantísimos para el mantenimiento de la biodiversidad, la calidad de vida y la conservación del medio ambiente.

Este próximo domingo 21 de marzo estáis todos invitados a participar en la plantación para reforestar un tramo del camino de Cantosales y otro tramo del Cordel de Sevilla.


jueves, 18 de marzo de 2021

Arroyo de El Santo-Sierro: un viejo peral y una humilde moneda.

 

Fotos y mapa de la ruta: Antonio Gavira

Una luminosa mañana de un 8 de abril de 2017, primavera avanzada en esta dura tierra que, tras un estío verdaderamente inhóspito, la metamorfosis otoñal transforma en un paisaje bucólico que se prolongará todo el invierno y gran parte de la primavera, decidimos volver, una vez más, a este rincón de Morón de la Frontera para continuar la búsqueda de orquídeas en el Alto Guadaíra.

Nos acercábamos por la vereda de Morcillo, entre olivares y tierra calma. A la altura del cortijo de Pozo del Rosal nos desviamos a la derecha, por un carril ya conocido. El camino, que asciende una pequeña loma, da paso a la cabecera del arroyo de El Santo.

Con El Sierro como referencia, descendimos hacia un vallecillo entre cerros alomados, unos cultivados y otros dedicados a la ganadería caprina y bovina. El cadáver de alguna res se encontraba en el cerro más cercano y un gran número de buitres, unos girando en círculos en el cielo y otros ya agrupados en el suelo, parecían querer dar buena cuenta de los restos.

Dejamos el vehículo en un pequeño puerto, línea divisoria entre la cuenca del Corbones y el Guadaíra y, volviendo sobre nuestros pasos, buscamos entre el vallado un conocido portillo que nos proporcionó acceso a las tierras que deseábamos recorrer. Tras pasear unos metros por un cómodo camino, apareció a nuestra izquierda el blanco brocal de un pozo, cofre que guarda el tesoro más valioso de estas tierras, el agua, y un pequeño abrevadero.

Desde una grieta en la base del brocal, las escasas aguas fluían suavemente formando pequeños meandros y charcas, donde algunos insectos eran observados ávidamente por varias ranitas que a nuestro paso desaparecieron bajo unos níveos ranúnculos acuáticos.

Continuamos la marcha, pues nuestro objetivo era estudiar las orquídeas que pudieran crecer en la zona, aunque pronto nos encontramos con una dificultad, un vallado levantado a base de viejas traviesas de algún antiguo tren que dejó de prestar sus servicios y que fue desmantelado para dar mejor uso a sus maderas.

Más allá, el camino se convirtió en algo menos que una senda que, discurriendo paralela al arroyo, se ceñía a la empinada ladera de un monte descarnado que mostraba sus entrañas yesíferas. Pronto se abrió ante nosotros una pradera, abrazada por su izquierda por El Santo y por su derecha otro arroyo, aún más pequeño e innominado, que va a nacer en una no muy lejana olmeda en las cercanías del cortijo de los Tres Pozos.

En esta pradera, entre la miríada de florecillas, encontramos las primeras orquídeas, flores tan excepcionales por su semejanza a insectos u hombrecillos, como por sus nombres que reflejan fielmente sus formas: flor de la abeja, flor de la avispa, abejera oscura, moscas, abejorros, flor del hombre ahorcado, flor de los hombrecillo y quizás el más sugerente, espejo de Venus, con su metálico espéculo barbado.



Pero lo mismo que encontramos estas plantas, nos volvimos a encontrar con un nuevo vallado y sus respectivas traviesas, aún más alto y difícil de sortear. A ras de suelo vimos un paso de animales y, como ellos, nos arrastramos para poder sortear el nuevo obstáculo. 

Al pie de una alta loma, en cuya cúspide pastaba tranquilamente un rebaño de vacas retintas, iniciamos nuestra marcha en dirección Sur. Hacia ellas nos dirigimos subiendo suavemente la pendiente, fotografiando y anotando la ubicación de las orquídeas que localizábamos, hasta alcanzar su cima, un pequeño cerro culminado por un majano desde el que se divisaban otros vallecillos y barrancos en el entorno, que vertían sus escasas aguas al Salado.

Las vacas siguieron con su incansable rutina de rumiante. El sol siguió recorriendo la bóveda celeste, y nosotros, tras tomar unas fotos para el recuerdo, decidimos iniciar un suave descenso entre la verde hierba de la ladera, donde apreciábamos multitud de orquídeas amarillas y negras, buscando nuevamente el arroyo de El Santo, disfrutando de la luz y los colores del paisaje primaveral.

Cerca ya del arroyo Salado, en el que vierte sus aguas El Santo, decidimos vadear su abarrancado cauce junto a un esquelético taraje y, no sin esfuerzo, cruzar a los cerros de la margen izquierda, pues su orientación al noroeste, hacía de sus laderas lugares más frescos y umbríos, características que las orquídeas no suelen dejar pasar.

En esta vertiente no había caminos. Por aquí y por allá nos incorporábamos a lo que parecían sendas vaqueras que terminaban difuminándose entre la vegetación de espinos, lentiscos, matagallos, rosales, romeros y aulagas, para volver a aparecer en algunas praderas donde nuevamente volvimos a encontrar pequeños rodales de orquídeas, algunas ya conocidas, pero otras, de atractivos colores violáceos y rojo tinto, resultaban nuevas, por lo que las capturamos y las añadimos a nuestra colección digital para su posterior reconocimiento.

Decidimos ascender las empinadas laderas, ya que, por momentos, las sendas y la pendiente se habían tornado algo peligrosas. La vegetación, a la que nos agarrábamos como a un salvavidas, parecía impedirnos el paso. Poco a poco fuimos tomando altura, hasta alcanzar la dorsal de esta cadena de cerros. Tras el esfuerzo, acalorados por la subida y la temperatura que, como nosotros, había ido elevándose, descansamos un momento disfrutando de una panorámica extraordinaria. Muy cerca, casi a nuestros pies, se encontraba el encajado cauce por el que discurre el arroyo Salado. Frente a nosotros los pinares de repoblación de Las Beatas, a su izquierda los pináculos del Tranquero y, algo más lejos, el impresionante farallón de La Serena, vértice geodésico coronado por el vuelo de los buitres.

Mientras observábamos el escenario, nos llamó la atención un árbol solitario. Al acercarnos comprobamos que se trataba de un viejo peral silvestre, a cuyos pies existía otro amontonamiento de piedras, casi imperceptible entre el manto de vegetación, que dejaba intuir los restos de alguna humilde morada, convertida en un túmulo en el que habitasen únicamente los recuerdos de aquellas gentes que, en otro tiempo, ya muy lejano, poblaron este rincón de la serranía.

Al abandonar el lugar con la mirada baja, ensimismados por la belleza del paisaje y  meditando sobre la ardua tarea de vivir, generación tras generación, es este apartado lugar, nos llamó la atención algo redondo y metálico semienterrado en la tierra: una moneda, una humilde moneda de cobre de 5 céntimos, de cuando reinaba en España Isabel II, que alguien, más necesitado que nosotros, había perdido hacía más de 150 años.

Depositando la moneda al pie del viejo peral, marchamos a paso vivo en dirección norte, por la dorsal de estos abarrancados cerros, cuando, con un sol de justicia que parecía expulsarnos de estas tierras y, tras rodear, pues ya estábamos agotados para coronar, una alta colina, nos encontramos a otro grupo de rumiantes bajo unos eucaliptos y, junto a la arboleda, una pequeña fuente y junto a la fuente, su abrevadero, cuyas aguas completaban la triada de pequeños manantiales que alimentan y forman el arroyo de El Santo.

Cruzamos el lugar sin detenernos y, al ascender una suave cuesta, el camino quedó interrumpido por un nuevo vallado, sus correspondientes traviesas y por una gran cancela que daba acceso al camino que nos llevaría de vuelta al coche y que no dudamos en saltar sin contemplaciones.

Contentos por el gran número de orquídeas que habíamos recolectado en nuestras cámaras, rodeamos El Sierro, casi una montaña con sus más de 390 m.s.n.m., en cuya cúspide sobresale el roquedo calizo que, desde las profundidades de la Tierra, a duras penas ha conseguido emerger entre los materiales del Trías y donde el hombre, desde el Paleolítico, ha dejado huella a través de su industria, persistiendo, aún hoy, en el intento de no abandonar estas sierras.

Llegados al coche con el sol del medio día, iniciamos la vuelta hacia la vereda de Morcillo dejando a nuestras espaldas El Sierro, El Santo, buitres, orquídeas, un viejo peral, testigo de vidas y recuerdos, ya casi olvidados, y una pequeña y humilde moneda de 5 céntimos.



Antonio Gavira Albarrán

lunes, 1 de marzo de 2021

Ruta por los caminos de Maestre a la hacienda de Zafra

 

Vista de la hacienda de Zafra / Fotos: Antonio y Francisco Gavira

La ruta propuesta es de nueve kilómetros, y el tiempo estimado para realizarla de tres horas contando con las paradas. No presenta ninguna dificultad, salvo para aquellas personas que no están acostumbradas a andar. Recomendamos hacerla en los días claros para poder disfrutar de las vistas desde el alcor.

El punto de salida lo hemos situado al final de la avenida de Portugal, en el aparcamiento que hay junto a un área recreativa infantil. Allí, un panel informativo, situado al lado de unos eucaliptos, describe el camino de Maestre, la flora y la fauna que es posible encontrar.[i]


Panel explicativo del camino de Maestre, situado junto al aparcamiento.


El camino de Maestre es uno de los más transitados de nuestra localidad, aunque aún por descubrir; allí estuvo emplazado un campamento de prisioneros republicanos.

Hoy, los caminos, sin perder su función histórica, que consistía en comunicar poblaciones, haciendas, cortijos, ranchos, ganados y mercancías, desempeñan un papel imprescindible para mantenernos conectados con el medio natural, cultural e histórico, como seguidamente veremos.

Los primeros seiscientos metros se encuentran asfaltados, aunque en muy mal estado. Muy pronto aparecerá, a nuestra izquierda, la hacienda de Oromana, seguida del cortijo de Olivera y, entre ambos, un camino que, si lo tomásemos, nos conduciría al llamado “Rincón de Alcalá” [ii]. Hemos dejado atrás las instalaciones del club de tenis, las ruinas del camping Oromana, una zona de pastos, semiarbolada, hasta que hemos llegado a unas huertas de naranjos poco cuidados, donde nos sale un camino a la derecha [iii]. Nosotros continuaremos de frente.

Hacienda de Oromana.
Cortijo de Olivera.
Camino de Maestre, llegada al cortijo.

Doscientos cincuenta metros antes de llegar al cortijo de Maestre, el camino aparece flanqueado por almeces, algarrobos, retamas, pitas, olmos y chumberas, otorgándole una de sus mejores estampas.

Cuando lleguemos al cortijo, justo en la entrada, una fuente es la encargada de saciar la sed y refrescar al caminante y a los cada vez más numerosos ciclistas.

Cortijo de Maestre.

La situación del cortijo, sobre el alcor, a unos 80 metros sobre el nivel del mar, le permite dominar la vega del Guadairilla y el Guadaíra hasta la sierra de Esparteros, en Morón de la Frontera, el pico de El Terril e incluso, en los días claros, la Sierra de Las Nieves.

Panorámica desde el alcor en Maestre.

El edificio principal tiene la entrada orientada al suroeste, dando acceso a un patio empedrado con pozo alrededor, del cual se disponen las distintas dependencias. El cortijo parece ser que se erigió sobre, o junto a, los restos de una villa romana, de la cual quedarían pocos vestigios, destacando una galería para el abastecimiento de aguas.

En cuanto a los actuales propietarios, se trata de una familia que remonta su origen en Alcalá “a un noble belga, procedente de Brujas, apellidado Meester, hijo de Taussaints Meester, natural de Flandes, y de doña Magdalenat Aernout, que, al naturalizarse español, castellanizó su apellido pasando a llamarse Diego Maestre Aernout, que compró la finca La Lucenilla en 1694, conocida hoy como cortijo de Maestre. Esta finca fue heredada sucesivamente por sus descendientes hasta el día de hoy” [iv]. También adquiriría El Toruñuelo y Balóbrego.[v]

Una vez dejemos el cortijo, el camino comienza a descender el alcor [vi]. A unos quinientos metros, a nuestra izquierda, veremos un edificio en ruinas que estuvo dedicado a boyeriza; los animales que operaban en la finca antes de su mecanización. Inmediatamente llegaremos al arroyo de Guadairilla, que lo tomaremos a la derecha.

Descenso al arroyo del Guadairilla.
Boyeriza, con el cortijo de Maestre al fondo.

Este arroyo ofrece un magnífico bosque de galería; un túnel vegetal de gran belleza y frescura, cuajado de olmos, espinos majuelos, algunos álamos y eucaliptos. Si te fijas bien, encontrarás la entrada a una pequeña y mágica isla abrazada por el arroyo.

Continuando junto al arroyo de Guadairilla y luego a un arroyuelo, llegaremos al camino conocido como Cuesta Carretilla [vii], que lo atravesaremos para continuar de frente, durante un kilómetro cuatrocientos metros. Al tratarse de un camino particular, debemos contar con el permiso de la propiedad. Desde esta posición, al contemplar el perfil del alcor y la hacienda de San José de Buena Vista o Zafra, nos reafirma, una vez más, la belleza paisajística de la cornisa de Los Alcores y la necesidad de su preservación.[viii]

Arroyo de Guadairilla.
Hacienda de San José de Buena Vista o Zafra, desde el camino particular.

Durante el invierno, junto al camino, podemos ver algún narciso blanco (Narcissus papyraceus), algunas setas y abundante de jaramagos (Sinapis Alba). Por lo demás, tierra que espera ser sembrada o en la que ya despuntan los trigales.

Narciso blanco silvestre.
Setas entre trigales.
Cuando lleguemos al final, cogeremos a la derecha. Estamos en el camino de Benagila. En este tramo, tenemos a nuestra izquierda tierra calma y a la derecha una gavia. En los primeros trescientos metros, seguida de un padrón donde sobrevive algún viejo olivo, algunas palmas cuajadas de esparragueras, chumberas bombardeadas por la   cochinita y algunas pitas, de las que fueron utilizadas hasta los años sesenta como casitas para las tomateras de secano que abundaban en nuestro término municipal. El seto se prolonga con una importante masa de pinos y lentiscos, que se han plantado entorno a la hacienda; un buen ejemplo a seguir en la cornisa de Los Alcores. A la izquierda, un cerrado donde, a veces, es posible encontrarnos con vacas y caballos sueltos o con sus jinetes. 

Ganado vacuno junto a Zafra.

En los años veinte del siglo XIX, la hacienda de Zafra estuvo muy relacionada con la escritora Cecilia Böhl de Faber, más conocida por su seudónimo, Fernán Caballero [ix]. La finca pertenecía a su segundo marido, Francisco Ruiz del Arco, marqués de Arco Hermoso. Con toda seguridad, fue un lugar inspirador para su trabajo literario y el lugar donde estuvo hospedado, por invitación suya, Washington Irving, antes de su famoso viaje a Granada. La hacienda sería adquirida por los Maestre a mediados del siglo XIX.

Hacienda de Zafra.

“El marqués de Arco Hermoso y su familia”, pintura de Antonio Cabral Bejarano, en la que se distingue la hacienda de Zafra al fondo. Colección Particular.

Así, llegaremos hasta el camino de Los Molinos, según el mapa topográfico y parcelario de 1944, que tomaremos a la derecha, hoy asfaltado hasta el hotel de La Boticaria.

 
Camino de Los Molinos, junto a La Boticaria.

El inmenso hotel de La Boticaria y sus posesiones han ocupado más de ochenta hectáreas del alcor. No ha estado libre de polémica, ya que sus inicios estuvieron asociados a la construcción de un campo de golf, en plena cornisa, que no prosperó.[x]

En este tramo, dejaremos atrás un abrevadero, junto a un eucaliptal venido a menos por la enfermedad que padecen la mayoría de los eucaliptales de la zona y las cortas incontroladas. Así, llegaremos al cruce con el camino de Cuesta Carretilla, que tomaremos a la izquierda.

Camino de Cuesta Carretilla, de regreso a Alcalá.

Enfilamos el último tramo de la ruta, el menos atractivo. En el inicio, un padrón repleto de pitas y retamas le proporcionan un punto natural al entorno. Más adelante, un pequeño pero interesante pinar, muy frecuentado los fines de semana, dará paso a uno de los desaguisados urbanísticos más emblemáticos de nuestro término municipal, donde se mezclan los efectos de la especulación, la extracción de albero, los basureros incontrolados y los tiros de escopeta que interrumpen la tranquilidad de los paseantes, los vecinos y la fauna.

El Club de Tenis Oromana y las instalaciones de Paz y Bien serán las últimas referencias, antes de llegar al aparcamiento donde comenzamos nuestra ruta.

Mapa de la ruta: Francisco Gavira.

[i] El panel debería actualizar la información que facilita. Por ejemplo, el camping Oromana no existe desde hace años, y colocarse en un punto donde se pudiese leer con facilidad.

[ii] Esta es la alternativa al camino de Oromana que pasaba por la puerta de la hacienda y que terminaba en el molino Hundido o del Rincón. Hoy no es posible llegar allí por dicho camino, pero sí al Rincón de Alcalá y a las Aceñas.

[iii] A la derecha sale un camino que no debemos tomar, es el de Los Molinos a Los Palacios III.

[iv] Leopoldo de Trazegnies Granda: La hacienda de Cecilia. En Los Alcores. Crónicas visueñas. Ediciones Grafein. Barcelona, 2009.

[v] Sus descendientes irían agrandando el mayorazgo con nuevas adquisiciones de tierras, entre ellas la hacienda de San José de Buena Vista o Zafra.

[vi] Perpendicular a la entrada al cortijo de Maestre sale un camino que no debemos tomar.

[vii] Una buena parte de la vegetación que podemos ver en este punto es fruto de una plantación promovida por el grupo ecologista Alwadi-ira: álamos, lentiscos, acebuches, tarajes, espinos…

[viii] Calificada como paisaje sobresaliente en el Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla (Potaus), aunque permanentemente amenazada.

[ix] Leopoldo de Trazegnies Granda dice que “Cecilia Böhl de Faber, en sus largas estancias en la hacienda de Zafra, en la década de los años de 1820, menciona en varias ocasiones a sus amigos los Maestres, que vivían en un cortijo muy próximo a su hacienda”. La hacienda de Cecilia, en Los Alcores Crónicas Visueñas. Ediciones Grafein. Barcelona, 2009

[x] Campo de golf de 18 hoyos, para el que se pretendía captar el agua de un importante número de pozos de la zona.

 

Nota de prensa: Alwadi-ira denuncia un circuito de motocross en pleno espacio de Gandul.

Circuito de motocross 

El grupo ecologista Alwadi-ira –Ecologistas en Acción- ha denunciado ante el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra y la Delegación Territorial de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía en Sevilla la existencia de un circuito de motocross en pleno espacio de Gandul en término municipal de Alcalá de Guadaíra. 

Alwadi-ira indica en sus escritos que el circuito está situado a escasos metros del antiguo apeadero de la estación de Gandul, a pie de la vía verde y a unos doscientos metros de distancia del centro penitenciario de mujeres. Posee unas dimensiones considerables y el uso del mismo por parte de aficionados a este deporte va aumentando progresivamente. Los fines de semana suelen concentrarse pilotos que se ejercitan en el trazado. El número de familiares y aficionados que presencian estas prácticas es numeroso. El ruido que generan las motos es tremendo, realmente ensordecedor y se oye a centenares de metros de distancia. La contaminación acústica es manifiesta y sufrida por todas las personas que transitan por el entorno y por supuesto por toda la fauna que tiene su hábitat en este lugar singular. A ello debe añadirse la degradación del terreno producida por la rodadura de los neumáticos de las motos. A simple vista, el supuesto circuito no dispone de ningún dispositivo de seguridad. Una consecuencia derivada es el aumento de vehículos a motor que utilizan la vía verde (antigua vía del ferrocarril) como una auténtica carretera. 

El grupo ecologista hace hincapié en su denuncia que este circuito está ubicado en pleno corazón de Gandul y Los Alcores, cuyo espacio posee una riqueza patrimonial y natural extraordinaria. Afirma que se trata de un nuevo atentado en la Zona Arqueológica de Gandul que alberga un riquísimo patrimonio cultural que comprende varias etapas históricas partiendo del Calcolítico. 

Alwadi-ira critica que la zona no deja de degradarse sin que el Ayuntamiento cumpla con acuerdos adoptados por el pleno municipal: DECLARACIÓN DE ZONA PATRIMONIAL Y PARQUE CULTURAL o se aceleren los trámites para la delimitación de la zona BIC. En este sentido debe recordarse que el 21 de marzo de 2014, todos los grupos políticos con representación municipal votaron a favor de trabajar en coordinación para la puesta en marcha del Parque Cultural Los Alcores, instando a la Junta de Andalucía y a la Diputación Provincial a desarrollar todos los trámites necesarios para ello. 

Alwadi-ira concluye solicitando que se tomen las medidas necesarias y de forma urgente para erradicar las prácticas de motocross en este espacio con el fin de evitar la degradación que genera esta práctica deportiva en la zona patrimonial y natural de Gandul; se señalice la vía verde con el fin de regularizar el uso de la misma por parte de los ciudadanos e impedir de esa forma la situación caótica actual y por último que se impulse para que sea una realidad la declaración de Parque Cultural de Gandul y Los Alcores. Ello serviría para preservar y poner en valor la zona patrimonial y eliminaría las continuas agresiones que se vienen cometiendo en este valioso espacio. 

Alcalá de Guadaíra, 22 de febrero de 2021. 

Sociedad Ecologista Teléfono: 722398525 E-mail: alwadi.ira@gmail.com.

Web: www.alwadi-ira.es Alwadi-ira - Ecologistas en Acción.

Apartado de Correos, 226.