sábado, 27 de junio de 2020

Piedra Hincada y la Cañada del Chochar.


Panorámica del Cerro Gordo / Fotos de la ruta: Antonio García Mora, Félix Ventero, Antonio Gavira y Francisco Gavira.
La ruta de hoy tiene 9,4 kilómetros de longitud, es circular y la podemos realizar en tres horas y media con tranquilidad [1]. El punto de partida lo hemos situado en la calle Polisol ocho. En coche, una vez que hemos pasado el cruce de Montecarmelo, dirección Mairena del Alcor, en la primera rotonda torceremos a la izquierda para aparcar inmediatamente. Andando, desde Alcalá, tendríamos que cruzar por el paso subterráneo de la A-92, para luego callejear hasta el lugar antes señalado.
Estamos en plena dehesa de Piedra Hincada, topónimo con el que se conoce una amplia zona de unas 300 hectáreas. Comenzaremos a andar en paralelo a la A-398. A unos 350 metros, al otro lado de la carretera, veremos una edificación encalada con un portón verde flanqueado por palmeras. Es una antigua casa de postas, conocida con el nombre del El Villón o Parador de Buenavista [2], un lugar de parada para las diligencias que transitaban por la carretera Sevilla-Madrid, conocida hoy como Cortijo de Piedra Hincada. Se dice de él, que, con posterioridad a su función de casa de postas, fue convertido en explotación de carácter fundamentalmente ganadero, y que su geométrico caserío, bien conservado, se articula en torno a un patio cuadrado. En la fachada, además de la portada, se localiza el señorío, de doble altura. El resto de las dependencias son de una sola planta, a excepción de la nave que cierra el fondo del patio, que cuenta con un soberado y un palomar [3].
Cortijo de Piedra Hincada
Continuando nuestra ruta, a unos 300 metros divisaremos, a nuestra izquierda, una antigua cantera. Merece la pena visitarla. Es un auténtico laberinto tallado en la calcarenita. En este lugar, nuestra imaginación echará a volar sobre si lo que contemplamos tiene un origen romano o medieval. En todo caso, conviene recordar que Piedra Hincada, durante siglos, suministró sillares con los que se levantaron muchas construcciones de importancia en nuestra comarca. Se encuentra perfectamente documentado el empleo de sillares de Alcalá en la construcción de la Catedral de Sevilla [4]; una labor ingente, sobre todo teniendo en cuenta que las técnicas y las herramientas de trabajo eran realmente rudimentarias. Aún hoy podemos ver, claramente, los cortes realizados e incluso algunos sillares o trozos de piedra no cortada [5].
Cantera con cortijo de Piedra Hincada al fondo
La zona donde nos encontramos conserva un número importante de encinas (quercus rotundifolia), pertenecientes a una dehesa que antaño estuvo mucho más densamente poblada, pero que, aún hoy, dado su aislamiento, constituye un refugio importante para la vida vegetal y animal.
El siguiente tramo de la ruta discurre en paralelo a las traseras de unas huertas, hasta situarnos a los pies del conocido como Cerro Gordo. En las faldas del cerro podremos ver encinas, algarrobos, acebuches, coscojas, retamas, tomillos, palmitos, etcétera. Merece la pena subir para contemplar unas magníficas vistas de la Dehesa Nueva, que nos darán una ligera idea de cómo fueron los alcores en otras épocas y, como contrapunto, en la cara sureste, la inmensa cantera de la cementera devorando nuestro patrimonio natural.
Donde estuvo el cerro del Relojero
En la base del Cerro Gordo se encuentra lo que en su día fue la Huerta de El Mohíno, que luego pasaría a llamarse Huerta de Camisón y hoy es propiedad de la cementera. En este punto existió uno de los registros de la conducción construida por The Seville Water Works Company Limited (SWW), que traía las aguas captadas en la Hacienda de Clavinque, en Mairena del Alcor, para abastecer a Sevilla.
Granjas desde el carril de Martín Navarro
Desde la Huerta de Camisón entraremos, brevemente, en la Cañada del Chochar, para continuar, a lo largo de 900 metros, por el carril de Martín Navarro. A nuestra derecha se encontraba el Cerro del Relojero, que también ha desaparecido por las extracciones de albero de la cementera. Según cuentan, entre los olivos del cerro, allá por los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, un tal Romerito aún sembraba tomates. El olivar contaba con pozo y casilla nombrada de la misma manera, del Relojero. Con anterioridad había pertenecido a la Dehesa Nueva. A la izquierda del carril, por donde transitamos, huertas y alguna explotación ganadera. En esta zona se encuentra el segundo de los registros de la SWW, dentro de una haza que fue de Joaquín Mora [6].
El siguiente tramo es de subida, hasta situarnos en lo alto de un cerro, donde, quizás, tengamos los mejores atardeceres con Sevilla como telón de fondo; un lugar donde se experimenta una sensación de altura que no se corresponde con la cota en la que nos encontramos. Desde allí, el alcor se hunde en las terrazas del Guadalquivir entre olivares que pertenecen a la Hacienda de la Soledad o Nueva.
Desde este cerro se pueden disfrutar de magníficas vistas de Sevilla
La zona donde nos encontramos estuvo completamente cubierta de olivares hasta donde se perdía la vista. Las propiedades eran divididas por grandes vallados de setos vivos en los que proliferaban el acebuche, la coscoja, el lentisco, la cornicabra, el espino majoleto, rosales silvestres, torviscos, etcétera. Hoy día podemos ver numerosos claros, como consecuencia del arranque de olivos buscando la explotación de otros cultivos más rentables, lo que a su vez ha provocado la desaparición de la mayoría de los vallados.
Descenderemos el cerro entre setos vivos y olivos. Cruzaremos el camino de Pero Mingo, reducido en este punto a la mínima expresión, para aproximarnos a la Hacienda de Los Jiménez, que aparecerá justo enfrente a nosotros, entre olivos. De la hacienda destacamos las crujías con alineamiento de arcos de medio punto, ya sin la cubierta, que aún conservan en su interior los restos de más de veinte tinajas de vino que nos proporcionan una idea del cultivo predominante en esta zona durante el siglo XVIII. La gañanía, la torre de contrapeso, el patio con pozo y las dependencias que sirvieron de vivienda son dignas de un estudio en profundidad. Esta hacienda, hasta mediados del siglo XX, fue una venta y escenario de la leyenda de Bigote [7]. La Hacienda de la Soledad o Nueva nos queda a la derecha, a unos 400 metros, en un estado de conservación excelente [8].
Torre de contrapeso y entrada de la Hacienda de Los Jiménez

Tinajas en la Hacienda de Los Jiménez

Abandonaremos Los Jiménez para dirigirnos al camino de Matatoros, también llamado de la Hacienda Nueva, dejando a nuestra espalda la torre de contrapeso, rematada por almenas y una cruz humilladero que jalona el espacio delante de la fachada [9]. Andamos sobre un gran yacimiento arqueológico catalogado en el PGOU.
Una vez en el camino, lo tomaremos a la izquierda hasta llegar a la Cruz de Otivar. En esta zona se ubica otro de los registros de la SWW. Desde allí hasta la cañada del Chochar, que nos saldrá perpendicular a la izquierda, hay 400 metros flanqueados por huertas y olivares.
Cruz de Otivar
La Cañada del Chochar tiene 3,2 kilómetros hasta la A-398. La margen derecha formaba parte de la dehesa de Piedra Hincada y fue propiedad de Vicente Belloc, entre otros, hoy de la cementera. A la izquierda se suceden las huertas, comenzando con la del Negro, conocida también como el Huerto de Tejeringo, Huerta de la Cañada o la Huerta de Capita. Le seguían la huerta del Huertita, la huerta de Lunares o de Camacho y el olivar de Pérez, un panadero de campo que recaló en aquel lugar.
Cañada del Chochar con la cantera a la derecha
Cuando lleguemos nuevamente a la Huerta de Camisón, las huertas pasarán a estar en la margen derecha de la vía pecuaria y la Dehesa Nueva a nuestra izquierda. Estamos ante el más importante encinar de la comarca de Los Alcores. Allí, junto a la encina podemos encontrar acebuches, coscojas, lentiscos, cornicabras, jaras, retamas, matagallos, majuelos, espinos negros, hediondos, jaguarzo negro, cantuesos, palmitos o tomillos y un largo etcétera de herbáceas.
Cañada del Chochar en la Dehesa Nueva
La fauna presenta, entre otras, las siguientes especies: ratonero, milano, águila culebrera, cernícalo común y primilla, cuervo, lechuza, mochuelo… Zorros, liebres, conejos, meloncillos, ginetas, erizos… Culebra de escalera, lagarto ocelado, etcétera.
De esa forma llegaremos a la A-398, donde pararemos unos instantes para hablar de la Hacienda de Martín Navarro, distante de nosotros 400 metros en línea recta. Al comienzo de la ruta la pudimos ver, a lo lejos, entre naranjos. Esta imponente construcción de principios del siglo XVIII se atribuye a Alonso Jiménez, por encargo de la orden de La Merced. Se quiere ver en ella un híbrido entre hacienda y convento, articulado en torno a un gran patio rectangular porticado con una sobresaliente fachada, de orden dórico. Cuenta con capilla y molino bien conservado, con solera, rulos y viga de la prensa [10]; un edificio que ha sido testigo de numerosas historias y escenario de la serie La peste.
Hacienda de Martín Navarro
La última etapa, de un kilómetro cuatrocientos metros, discurre por la carretera de servicio y arcén hasta llegar al punto de partida.
Mapa de la ruta.
[1] Antonio Gavira Albarrán, para la ruta del 18 de enero de 2003, organizada por Alwadi-ira.
[2] Mapa topográfico elaborado por el Instituto Geográfico en 1873. En el mapa topográfico elaborado por el Instituto Geográfico y Estadístico en 1918, conserva el nombre de Parador de Buenavista. En el mapa topográfico y parcelario elaborado por el Instituto Geográfico y Catastral en 1945 aparece ya con el nombre de Hacienda de Piedra Hincada. En la actualidad se le reconoce como cortijo.
[3] Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio: Cortijos, haciendas y lagares de la Provincia de Sevilla. Junta de Andalucía, 2009, pág. 915. Se le nombra cortijo de Piedra Hincada.
[4] Alfonso Jiménez Martín: La catedral gótica de Sevilla: fundación y fábrica de la “obra nueva”. Universidad de Sevilla, 2007, págs. 171-172.
[5] Antonio Gavira Albarrán, para la ruta del 18 de enero de 2003, organizada por Alwadi-ira.
[6] Plano parcelario, Cañada de Otivar, 1942.
[7] Antonio Gavira Albarrán nos cuenta: “Bigote, un cazador furtivo, acudía asiduamente a la venta de Los Jiménez (junto a la Hacienda Nueva) donde, tras tomar algunos vasos de vino, alardeaba de las piezas que cazaba en la dehesa cercana. El guarda de la citada propiedad, igualmente asiduo de la venta, harto de la actitud de Bigote, y después de conminarle en multitud de ocasiones que cejase en su actividad, amenazó con matarlo si volvía a verlo cazando en la propiedad que vigilaba. Un día de fuertes lluvias, Bigote aprovechó para volver a ir de caza pensando que nadie estaría vigilando la finca estando el tiempo tan malo, pero el guarda, conociendo los lugares preferidos por Bigote para la caza ya hacía tiempo que lo acechaba. Al salir Bigote de la finca con las piezas cobradas, éste, que le esperaba escondido, disparó y dio muerte a este personaje. Ese día las lluvias no cesaron e incluso llegaron a ser copiosísimas, de manera que quedó en la memoria colectiva, de ahí el dicho ‘llueve más que cuando enterraron a Bigote’. Y se dice que hasta hace muy pocos años aún se podía ver en un olivo cercano a la dehesa una señal que indicaría el lugar exacto donde se produjo esta muerte”.
[9] Ídem.
[10] Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio: Cortijos, haciendas y lagares de la Provincia de Sevilla. Junta de Andalucía., 2009, págs. 360, 361 y 362.

Francisco Gavira Albarrán

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