miércoles, 10 de noviembre de 2021

EL ARROYO DEL INFIERNO, ENTRE EL CORTIJO DEL CARMEN Y EL RÍO GUADAÍRA.

 

Río Guadaira junto a la pasá.

Esta ruta, de unos 6 kilómetros, se puede hacer en unas 3 horas, incluidas las paradas para disfrutar del entorno. Es de dificultad moderada, dado que parte de su recorrido discurre por las márgenes del arroyo del Infierno y el río Guadaíra.

Desde Alcalá tomaremos la A-92, en dirección Arahal. Muy pronto pasaremos el arroyo Salado. Desde ése momento hay que estar atentos para dejar la autovía en la segunda salida. Accederemos a una vía de servicio de albero compactado. Tan solo a cien metros encontraremos un camino, que parte a nuestra derecha, perpendicular a la carretera, punto donde estacionaremos el coche.

Este otoño hemos recorrido la zona con la calor del membrillo. Las lluvias aún no habían hecho acto de presencia y todo se mostraba agostado, polvoriento y ramoneado por rebaños de ovejas y cabras hambrientas.  

Desde el coche tenemos unos trescientos metros hasta la pasá del río Guadaíra. Este pequeño tramo pertenece al término municipal de Mairena del Alcor.[1] El río allí apenas mostraba humedad, pero sí evidencias claras de vida animal y vegetal. La arroyuella (Lythrum salicaria), especie invasora, y la hierba pulguera o hierba de gato (Pulicaria dysenterica), abundan con sus flores moradas y amarillas, dándole una nota de color al bosque de eucaliptos de su contorno.

Cortijo en ruina junto a la pasá, testigo de otra época.

El siguiente tramo, de 1,8 kilómetros, discurre por un camino público muy cómodo donde resiste al arado un pequeño núcleo de palmas. Ya estamos dentro del término municipal de Carmona, entre hazas de olivos y tierra calma nominadas en el topográfico de 1953 como El Tobar.[2]

Palmito en el camino que cruza El Tobar.

Cuando lleguemos a la Cañada Real de Morón, continuaremos de frente durante unos trescientos cincuenta metros hasta las ruinas del Cortijo del Carmen o de Manuel de Carmen, como lo llaman algunos de los mayores que anduvieron por allí hace mucho tiempo; completamente abandonado, cuajado de avisperos y de tábanos, tuvo su esplendor a mediados del siglo pasado.[3]

Ruinas del Cortijo del Carmen desde la Cañada Real de Morón.

Regresaremos sobre nuestros pasos para situarnos nuevamente en la cañada y continuaremos por ella, a nuestra derecha, hasta llegar al Arroyo del Infierno, distante unos cuatrocientos metros. La vía pecuaria ha perdido anchura y vegetación a beneficio de las fincas colindantes. A pesar de todo, aún permanecen en sus márgenes algunos elementos arbustivos y abundante vegetación, entre la que destacan los hinojos.

Taraje en el arroyo del Infierno.

Una vez lleguemos al arroyo, subiremos hasta su nacimiento, distante unos trescientos cincuenta metros. Se dice de él que, en época de lluvias, era difícil vadearlo. En este paraje merece nuestra atención un taraje centenario que, por su porte, podría formar parte del catálogo de árboles y arbustos singulares del T.M. de Alcalá de Guadaíra.[4] De su base parten unos brazos que desparraman sus ramas formando una imponente copa. A continuación, se encuentra un bosquete de eucaliptos que precede a un pozo y un abrevadero, posible nacimiento del arroyo. Esta zona permaneció como dehesa hasta mediados de los años cincuenta del siglo pasado. En las inmediaciones se localizan los cortijos de Matallana y Torre del Abad, donde parece que se localizaba la aldea conocida como Chozas de Cáceres, que mandó formar Alfonso X.[5]

Eucaliptos en el arroyo del Infierno.

Abrevadero y pozo en el arroyo del Infierno.

Después de disfrutar unos instantes de uno de los parajes menos conocidos de Alcalá, regresaremos a la cañada para continuar por el arroyo hasta su desembocadura en el río Guadaíra. Este tramo, de unos ochocientos metros, conserva un notable núcleo de lentiscos; también podemos ver, palmas, algún majuelo, acebuches, torviscos, etc. Los últimos cien metros discurren entre eucaliptos.

Cardo borriquero en el arroyo del Infierno. Onopordum macracanthum.

Este tramo del río Guadaíra conserva una lámina de agua durante todo el año. La gambusia affinis, un pececillo de origen norteamericano, introducido para combatir a los mosquitos, ha prosperado aquí, convirtiéndose en una de las presas favoritas del martín pescador.

Arboleda en una de las arroyadas que desembocan en el río Guadaíra.

Durante la marcha, desde nuestra izquierda, un par de arroyadas, cubiertas de abundante vegetación, merecedora de un estudio, desembocan en el río. En algunos tramos se notan los efectos del sesteo de las ovejas. Sin embargo, encontraremos espacios selváticos donde es imposible acercarse al cauce. En estos tramos, los álamos, olmos, fresnos, tarajes, moras, espinos, sauces, etc. se constituyen en refugio ideal para todo tipo de fauna.

Lámina de agua en el río Guadaíra.

Río Guadaíra.

Después de dos kilómetros y un cortijo o rancho abandonado, donde sobrevive un naranjo solitario, a modo de topónimo de lo que pudo ser una huerta, llegaremos nuevamente a la pasá y un poco más allá al inicio de la ruta donde hemos dejado el coche.

  

Mapa de la ruta.

Francisco José Gavira Albarrán

[1]En el mapa topográfico y parcelario elaborado en 1953 por el Instituto Geográfico y Catastral, pertenecería a la vereda de Las Albinas, hoy Cordel.

[2]Aún podemos comprobar en la ortofoto digital panorámica de Andalucía 1977 – 1983 otras construcciones frente a lo que queda del cortijo.

[3] Ibid.

[4] David Cristel Gómez Montblanch. Árboles y arbustos singulares del T.M. de Alcalá de Guadaíra. EDITA: Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra. 2014.

[5] Marcos Fernández Gómez. Nuevos datos y documentos sobre la repoblación de Alcalá de Guadaíra (1280-1335), Historia. Instituciones. Documentos; No 31 (Año 2004). págs.167-192.

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