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sábado, 26 de junio de 2021

El arroyo de El Novillero y un pozo artesiano como testigo de la cultura del agua.

 

Arroyo de El Novillero 

La ruta que te proponemos tiene siete kilómetros, es circular y la puedes realizar tres horas, incluyendo las paradas. Desde Alcalá de Guadaíra, tomaremos la carretera de Morón. Una vez que hemos pasado el puente de La Vega, a la altura del rancho de Bulnes, que lo veremos a la izquierda, cruza la Cañada Real de Morón. En este punto giraremos a la derecha para acceder a la parte alta del descansadero de Trujillo, donde se puede dejar estacionado el coche. [1]

Dependiendo de la estación, la ruta presenta más o menos dificultades. En un invierno lluvioso resultará más complicado seguir el curso del arroyo; y en verano, dadas las altas temperaturas, aconsejamos aprovechar las primeas horas del día. Nosotros anduvimos por allí a primeros de mayo, con una temperatura agradable y un cielo completamente despejado.

El primer tramo, de un kilómetro y medio, discurre por el camino de El Pozo de la Bomba, que comienza inmediatamente a la izquierda de donde hemos dejado el coche. A nuestro paso, la tierra calma la vimos cubierta de trigales ya granados que empezaban a amarillear, y de girasoles, con un verde intenso, aún sin las panochas que los caracterizan. Después de dejar atrás una granja y algunas palmas en los bordes del camino llegamos al arroyo de El Novillero, que, en este punto, como casi siempre, no llevaba agua.

Ese día tomamos el margen derecho del arroyo, en dirección a la corriente. En los primeros 200 metros, en la fresca hierba, abundaban los caracolillos que conocemos popularmente como blanquillos y las cabrillas. La inexistente vegetación arbórea y arbustiva, salvo algún taraje solitario, permitía que los cardos, el carrizo y la avena loca fueran los protagonistas y el refugio para jilgueros, verdones y una gama de insectívoros, que, con su canto, amenizaron nuestra marcha. Alguna perdiz levantó el vuelo a nuestro paso.


Los cardos y la avena loca.

El carrizo.

En la orilla opuesta a nuestra marcha, la presencia de un olivar nos motivó a cambiar de margen, cosa que hicimos sin dificultad. El arroyo continuaba sin agua. En el siguiente kilómetro, la vegetación se hizo cada vez más abundante. Después de dejar atrás una “pasá”, que permitía vadearlo, y un imponente eucalipto que divisábamos ya desde lejos, llegamos al cortijo de Las Llamas o del Estanquero, como aparece en el topográfico de 1872 y otros posteriores, aunque algunos lo conocen como el rancho de Manuel Lara. Aquí tuvimos que cambiar de margen debido a un vallado del cortijo que se prolongaba internándose en la cerrada vegetación del arroyo.

En este nuevo tramo, de 1,3 kilómetros, abundan las zarzas, las higueras y los eucaliptos, el espino majuelo, algunos almendros, olmos, rosales, entre otras especies que conforman un entorno selvático impenetrable. El agua se hizo presente en el cauce en aquellos puntos donde la maleza nos permitió aproximarnos. En estos puntos pudimos observar el lodo revuelto y huellas que delataban la presencia de jabalíes en la zona.

Zarzas, eucaliptos y girasoles.

El agua en el arroyo.

Fue una auténtica sorpresa encontrarnos con un interesantísimo pozo artesiano con brocal abrevadero [2]. Este discurría a su alrededor, formando un círculo casi completo. En su interior, las paredes se encuentran revestidas con cantos rodados y piedra arenisca. Pudimos comprobar la presencia de agua a unos dos o tres metros de profundidad.

Un brocal singular.

El revestimiento del pozo artesiano.

En la espesura distinguíamos, con dificultad, unos paredones de tapial, a los que nos fue imposible acercarnos debido a la impenetrable pantalla vegetal donde predominaban las zarzas.  Según parece, pertenecieron a una antigua zahúrda [3], ya en ruinas en los años cuarenta del pasado siglo [4].  Unos metros más adelante, también invisible desde el margen de la espesura, resistiendo el paso del tiempo, aún permanecen en pie unos paredones de lo que pudo ser la casa, conservándose el hueco de una ventana con su marco de madera, abrazada por higueras y olmos.

Dentro de la espesura, la zahúrda.

A poco metros de allí, a la derecha del arroyo, entre olivos, el cortijo de Los Manantiales, un nombre muy apropiado dada la abundancia de agua en la zona [5]. El arroyo cruza la cañada de Benagila, que, a modo de presa, permite allí la presencia de una lámina de agua casi todo el año. Desde la cañada, hasta la desembocadura en el río Guadaíra, el agua discurre exclusivamente en los períodos de lluvias. [6]

Después de abandonar su curso, durante unos metros, continuamos hasta su desembocadura en el Guadaíra. Este tramo conserva algunos olmos y tarajes. El 3 de febrero de 2013, el grupo ecologista Alwadi-ira-Ecologistas en Acción, plantó en la zona 190 ejemplares de almeces, fresnos y acebuches, que no llegaron a prosperar debido a un incendio intencionado que tuvo lugar unos meses más tarde.

En la desembocadura del arroyo estuvimos parados un momento disfrutando del cauce del río Guadaíra, rodeados de una abundante vegetación.

Tramo final del arroyo, con el castillo de Marchenilla al fondo.

Finalmente, continuamos por su margen en dirección al puente de La Vega o Trujillo. Es de destacar la estampa desconocida que, desde aquí, se tiene del castillo de Marchenilla. Constatamos que la vegetación de ribera ha prosperado: sauces, álamos, olmos, tarajes, entre otros, que combinando con una abundante flora se propagaba desde la orilla a los trigales, margaritas, amapolas, carihuelas, cardos, entre otras.

Desde el puente de La Vega o Trujillo, subiremos en dirección a la fuente del El Perro y desde allí al coche.

Desembocadura de El Novillero en el Guadaíra.

De camino al puente de La Vega, con el río a nuestra izquierda.

Río Guadaíra.

[1] Desde aquí parten tres vías pecuarias: el cordel de Marchenilla, la cañada Real de Morón y la cañada de Benagila; también el camino de El Pozo de la Bomba.

[2] Que debería estar catalogado y protegido en el PGOU.

[3] Según el Mapa Nacional Topográfico y Parcelario, elaborado por el Instituto Geográfico y Catastral en 1945.

[4] Mi padre cuenta que a mediados del pasado siglo ya estaba en ruinas.

[5] Frente al cortijo de Los Manantiales se encontraba el conocido como Rancho Cueto, que contaba con pozo, pilón, pila y horno, según el Mapa Nacional Topográfico y Parcelario, elaborado por el Instituto Geográfico y Catastral en 1945, y que, al parecer, sería vendido a Pedro Gutiérrez por los Cuetos.

[6] Ídem, se le nombra arroyo de La Estrella. 

Mapa de la ruta.


martes, 13 de abril de 2021

Por la cañada de Benagila y los caminos de Guadalperal a la dehesa de Gallegos

 

Hacienda de Mateo Pablo 

La ruta tiene nueve kilómetros, es circular y no presenta ninguna dificultad. Se puede realizar en tres horas incluyendo las paradas para sacar fotos y disfrutar de los parajes agrícolas y naturales.

Desde Alcalá tomaremos la antigua A-376, dirección Utrera. A dos kilómetros y medio se encuentra la hacienda de Mateo Pablo [i]. El coche hay que dejarlo en un descansadero situado frente a la hacienda. Desde allí parten, en direcciones opuestas, el cordel del Rayo, la cañada de Matalageme y la cañada de Benagila.

Hacienda de Mateo Pablo

Hay que aprovechar este tiempo de finales de invierno y comienzo de la primavera, con temperaturas más agradables, para recorrer un itinerario con paisajes únicos. 

El primer tramo discurre en dirección noreste por la cañada de Benagila [ii]. A nuestra espalda, dejaremos la hacienda; a la derecha, la gañanía, distante de nosotros unos 150 metros; y a nuestra izquierda, un padrón compuesto por tuyas, acacias, chumberas, lentiscos, acebuches y cipreses, que dejan entrever un añejo naranjal.

Gañanía de la hacienda de Mateo Pablo.

A poco de comenzar veremos un pozo distante unos 40 metros de la vía pecuaria. Luego, un núcleo vegetal compuesto por higueras, acebuches y palmas, coronando un talud, vestigio de una antigua calera, casi imperceptible entre el follaje, que fue utilizada para satisfacer las necesidades de óxido de calcio de la hacienda, la cal. Desde esta atalaya, sembrada de restos cerámicos que pudieran pertenecer a una villa romana, la vega aparece ante nosotros cubierta con un manto verde de trigales. Donde no es así, diferentes tonos de ocres esperan las sementeras del garbanzo y el girasol. Y distinguiremos, en la cornisa de Los Alcores, el color albero de la hacienda de Zafra y el cortijo de Maestre.

Vistas desde el talud de la antigua cantera.

También nos impactará un imponente palomar cilíndrico, de estilo barroco, jalonado con una veleta, del que se dice fue construido para satisfacer a la realeza en sus visitas y estancias a la hacienda de Mateo Pablo, centradas en la cacería. Sea como fuere, lo cierto es que aún tenemos la oportunidad de contemplar algo insólito, que debería ser catalogado y protegido. [iii]

Palomar.

Continuando nuestra marcha, flanqueados por olmos, llegaremos a un humedal plagado de acebuches, lentiscos, eucaliptos y una abundante tipología de herbáceas, donde antaño estuvo la conocida como huerta de Benagila. Este oasis de vida vegetal, refugio de numerosas aves, tiene una extensión aproximada de cuatro hectáreas y, dadas las incursiones del arado en su perímetro, no parece que tenga garantizada su permanencia. [iv]

Anchura en uno de los tramos de la cañada de Benagila.

Estamos transitando por una antigua dehesa que perteneció al Consejo de Alcalá, conocida con el nombre de Guadalperal y que se extendía a ambos lados del arroyo de Guadairilla. En este tramo, la anchura de la cañada de Benagila se ha visto reducida a su mínima expresión, dos o tres metros, cuando deberían ser 90 varas castellanas, 75,22 metros [v]. De paso, también, han fulminado cualquier tipo de vegetación arbórea y arbustiva.

Trigales en Guadalperal.

Cuando alcancemos el camino de Cuesta Carretilla, lo cogeremos a la derecha, abandonando la vía pecuaria. El arroyo de Guadairilla lo vamos a tener a nuestra izquierda durante 1,7 km., hasta un punto donde es posible aproximarnos a su cauce.

En la ribera predominan los eucaliptos, aunque también es significativa la presencia de olmos, álamos, acebuches, lentiscos, zarzas, rosales silvestres, espinos majuelos… Entre los árboles y arbustos es posible ver zarzaparrilla, aristoloquia, rubia peregrina, amor del hortelano, candilitos, arum, acelga silvestre, nueza negra, brionia… y un manto de nidos de gorrión moruno desprendidos por el viento desde lo alto de los eucaliptos.

Bosque de galería en el arroyo de Guadairilla.

Después de adentrarnos unos minutos en la tupida arboleda del arroyo, desandaremos unos 200 metros, hasta situarnos en la entrada de un camino particular, perpendicular al de Carretilla, cuya entrada es custodiada por un longevo piruétano o peral silvestrePyrus bourgaeana.

Inicio del camino particular perpendicular al de Cuesta Carretilla.

Un viejo piruétano en Cuesta Carretilla.

Con el permiso oportuno, tomaremos este camino. Vamos en dirección sureste, con tierra calma a ambos lados y una atarjea a la derecha, vestigio de pretéritos regadíos. Ocasionalmente, contaremos con la presencia de alguna acacia. A estas hazas se las conocen con el sugerente nombre de El Pozancón.

Así, sin darnos cuenta, iremos tomando altura hasta llegar a un naranjal, perimetralmente abrazado por una hilera de cipreses. Aquí merece la pena hacer un alto en el camino para disfrutar, una vez más, de las vistas de Guadalperal, ya con una luz renovada y un ángulo diferente. Un cielo azul surcado por el vuelo de alguna rapaz.

Vista desde el naranjal. Trigales y el Guadairilla, al fondo.

En este punto giraremos a la izquierda para ir bordeando los naranjos hasta adentrarnos en la dehesa de Gallegos[vi]

Dehesa de Gallegos.

La dehesa de Gallegos cuenta con un importante núcleo de encinas bien conservadas y rebosantes de salud. Al pie de cada una de ellas han prosperado lentiscos y acebuches, mostrando una estampa poco común en nuestro término municipal. En un extremo, algunos ejemplares de pino piñonero, dignos de ser incluidos en el catálogo de árboles singulares, constituyen el soporte ideal para el tic-tac del picapinos, el único ruido que altera la paz entre olores a jara y menta poleo, en un espacio verdaderamente hermoso. Cuenta con una antigua vivienda, custodiada por un par de almendros y una higuera, una cochinera aneja y un pozo con una trágica leyenda, únicos vestigios de otra época mucho más rural.

Jara en la dehesa de Gallegos.
Pozo en la dehesa de Gallegos.

Regresaremos junto a los cipreses, para continuar por el camino que traíamos, hasta salir de la finca. Los naranjos permanecerán a nuestra izquierda, luego unos olivos y, a nuestra derecha, tierra calma. Dejaremos la gañanía, la hacienda de Mateo Pablo, una antigua venta, quedarán atrás la cañada de Benagila, los caminos de Guadalperal, el Guadairilla y nos emplazaremos para regresar, sin duda, en otro momento. Saramago dejó dicho que “un viaje no es más que el inicio de otro”.

Mapa de la ruta.

[i] La hacienda debe su nombre a su primer dueño, Mateo Pablo Díaz de Lavadero, marqués de Torre Nueva, título que le fue concedido por Felipe V, del que fue ministro de Hacienda, entre otros muchos cargos. Se casa con Manuela Petronila Urtusáustegui y Fernández Hidalgo, de una familia natural del valle vizcaíno de Gordejuela. “El origen de la hacienda se remonta a comienzos del siglo XVIII, en concreto a 1722, cuando debió iniciarse la construcción de su caserío, que se concluiría hacia 1733. Tiene 500 hectáreas. Estando la Corte en Sevilla, por complacencia, venían SS.MM. a esta hacienda a cazar y solazarse (Lampérez)”. En: Cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Sevilla, p.368.

“Tradicionalmente ha sido una explotación mixta, con una importante presencia del olivar, tierra calma, huerta y ganado, e incluso una pequeña extensión de pastizales y monte”.

https://ws147.juntadeandalucia.es/obraspublicasyvivienda/publicaciones/01%20ARQUITECTURA%20Y%20VIVIENDA/cortijos_haciendas_y_lagares_en_andalucia/cortijos_haciendas_sevilla/l_electronico/l1/files/assets/basic-html/page374.html

[ii] La vía pecuaria Cañada de Benagila discurre entre la antigua carretera Madrid – Cádiz (A-376) hasta el Descansadero de Trujillo. https://juntadeandalucia.es/boja/2002/127/71

[iii] Dentro del artículo 445 del PGOU: “Relación y fichas de edificios y elementos con Protección Estructural.”

[iv] También debería protegerse en el PGOU.

[vi] En 1918 contaba con una extensión de 7 kilómetros cuadrados, prolongándose hasta el lugar conocido como Bujadillo.

Monte en 1918.