domingo, 11 de diciembre de 2022
PLANTACIÓN 17 DICIEMBRE 10 DE LA MAÑANA
lunes, 28 de noviembre de 2022
LAS TERRAZAS DEL GUADALQUIVIR: CAMINO DE TORREQUINTO Y MONTEQUINTO
19 de ABRIL de 2008
Lugar:
Alcalá de Guadaíra
Distancia:
9-10 km (circular)
Dificultad:
Baja
Duración:
3-4 Horas.
Calificación:
Notable.
Descripción:
Partimos
desde la Plaza del Perejil, como en tantas otras ocasiones, para visitar una de
las zonas más desconocidas y en peligro de transformación de Alcalá de
Guadaíra, las terrazas del Guadalquivir y olivares de Torrequintos.
Caminamos
por el camino de la Retama hacia Torrondo y la Fuensanta. Tomamos hacia el
cordel de Pelay Correa, que atravesaremos, y tras abandonarlo, tomaremos el
camino que se dirige a Montequinto, ya entre olivares. Al poco de dejar unas
naves ganaderas, entre los olivos, un suave descenso nos llevará hasta el
arroyo de Los Sastres, que vadearemos, casi siempre sin problemas. Tras su
cruce iniciamos una agradable subida hacia los restos de la casilla de san Román,
que la encontraremos a la derecha, en un cruce de caminos. En este punto
nosotros tenemos que girar hacia la izquierda, aunque merece la pena subir al
cerro de la Torrecilla, se trata de una enorme gravera, al igual que todos los
cerros de alrededor, pues no hay que olvidar que estamos paseando por las
terrazas más antiguas del Guadalquivir, que con sus cerca de 80 m.s.n.m. nos
ofrece unas magníficas panorámicas que abarcan desde Alcalá a Sevilla, la Venta
de la Liebre, Hacienda Dolores, la hacienda del Acebuchal, Cerrajas, los
polígonos industriales y la misma ciudad de Sevilla, la Giralda, puente del
Alamillo y en los días en que la atmósfera está despejados podemos ver el
Aljaráfe e incluso Sierra Morena...
Como
decíamos, tomamos a la izquierda, entre campos de labor, si tenemos la
precaución de mirar hacia Alcalá disfrutaremos de unas vistas distintas a las
que habitualmente tenemos de nuestro pueblo. El camino desciende suavemente
unos metros y podemos intuir que en épocas de lluvias debe discurrir un pequeño
arroyo por este bajo. Pronto iniciamos una nueva subida, vamos dejando un
pequeño cerro rodeado de matorral a nuestra izquierda y vemos a nuestra derecha
algunas encinas formando parte de algún antiguo vallado y algo más alfondo la
urbanización de Torrequinto. Pasamos un pequeño puerto y, en cuanto dejamos a
tras el cerro de nuestra izquierda, las panorámicas de Alcalá vuelven a
mostrarse en todo su esplendor. Delante de nosotros aparece, allá abajo, una
zona húmeda donde destacan unos chopos y numerosas zarzas. Pero sobre todo lo que
podemos ver son los olivares de Los Adaines que se extienden hasta unos cerros
coronados de eucaliptos, los cerros de las Tarayuelas. Una vez que hemos
descendido del puerto llegamos hasta el camino de Torrequinto que viene desde
Alcalá, lo tomamos a nuestra izquierda. Al inicio iremos acompañando a un
pequeño arroyo que viene desde Torrequinto, algo contaminado, pues trae las
aguas residuales, más o menos depuradas. Más abajo vemos como a nuestra derecha
aparece otro pequeño manantial que se une al que traemos para formar el arroyo
de Los Sastres. Si queremos ver la zona de nacimiento de este manantial
tendremos que retroceder unos cincuenta metros y entrar por un olivar, junto a
un padrón y él nos llevará hasta una chopera, lugar donde parece nacer este
manantial. Es interesante darse una vuelta entre olivos, padrones de setos
vivos, con encinas, lentiscos, jaras, zarzaparrillas, etc. Volvemos nuevamente
al camino de Torrequinto y tomamos definitivamente dirección a Alcalá de
Guadaíra, los olivos nos irán acompañando hasta llegar a la carretera del
puente del Dragón, podemos atravesarla por el paso que han dejado para las
aguas o seguir por la vía de servicio hasta el siguiente paso, más amplio, y
tomar el camino que se dirige hacia la Retama, desde aquí hasta el Perejil,
donde daremos por finalizada la ruta de hoy, ya queda poco.
Antonio
Gavira Albarrán
El Viso del Alcor: Catálogo de Caminos Públicos y Vías Pecuarias 30 noviembre/19:30 - 21:00
Desde el Colectivo Ecopacifista Solano Ecologistas en Acción El Viso del Alcor os invitamos a asistir y participar en el acto de presentación del Catálogo de caminos públicos que hemos elaborado. Con este trabajo buscamos dos objetivos principales que son el dar a conocer este importantísimo patrimonio público que en su mayoría permanece usurpado o abandonado; y el segundo lograr su recuperación, conservación y puesta en valor, aportando para ello una serie de propuestas que se recogen en dicho trabajo.
La celebración de esta actividad tendrá lugar el próximo día 30 de Noviembre a las 19:30h, en el Centro Cultural Convento del Corpus Christi, en C/ Convento de El Viso del Alcor. Al final del acto se regalará un ejemplar del trabajo a cada asistente y disfrutaremos de musica en directo y lectura de de textos y poesías.
sábado, 26 de noviembre de 2022
PRESENTACIÓN OFICIAL PLACA CERÁMICA TARDOANTIGUA.
En el acto intervendrán, Carlos Rodríguez (Delegado de Cultura), José Antonio Bonilla (Descubridor de la placa) y José Ildefonso Ruiz Cecilia, Director del Conjunto Arqueológico de Carmona, quién impartirá la Conferencia "La placa cerámica decorada tardoantigua de la villa de la Estación" (El Viso del Alcor)"
El acto será presentado por Rocío Lara.
Te lo vas a perder?
Entrada libre y gratuita hasta completar aforo.
sábado, 19 de noviembre de 2022
UNA VISITA AL MOLINO DE LA RUBIA
30 de octubre de 2022
A las nueve de la mañana salimos de Alcalá en dirección al molino de La Rubia; ingenio hidráulico situado en el cauce del río Guadaíra a su paso por el término municipal de Arahal; un tramo poco conocido y protegido por la red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad Natura 2000, como Zona Especial de Conservación.
Anduvimos unos ocho kilómetros por la espina dorsal de la cuenca del Guadaíra, entre vías pecuarias, caminos, márgenes del río y el antiguo trazado del tren Utrera – Osuna, formando un recorrido circular que no presentó ninguna dificultad técnica.
Llegamos a la Cañada Real de Morón desde la carretera Utrera – Arahal; vía pecuaria que ha experimentado una fuerte intrusión en todo su trazado; en los setos supervivientes, en condiciones muy adversas, predomina la palmera enana Chamaerops humilis, única variedad nativa de Europa meridional, junto a lentiscos, acebuches, retamas y los restos de media docena de pinos piñoneros de repoblación que han perecido pasto de las llamas.
Tomamos la cañada para estacionar el coche después de pasar el cruce con la vereda de Los Puertos, debido a la imposibilidad de llegar al río por lo impracticable de los últimos quinientos metros.
Iniciamos nuestro recorrido vadeando el escaso caudal del Guadaíra por unas piedras adornadas con marcadores territoriales de nutrias.
Continuamos durante un kilómetro y medio por la cañada, entre olivos y tierra calma, para torcer a la derecha en la segunda intercepción hasta llegar al molino de La Rubia, distante algo más de un kilómetro de la vía pecuaria. En este tramo una cuadrilla a caballo maniobraba en busca de liebres con el fin de que los galgos las capturasen.
Sin darnos cuenta, insertos en una tupida arboleda,
aparecieron ante nosotros las ruinas de la casa del molinero y los restos del molino
de La Rubia. Es difícil encontrar información sobre este interesante
molino. Según algunos, se remonta al siglo XVI, y la vivienda podría ser de
finales del XIX o principios del XX. Todo el conjunto se encuentra afectado por
los sedimentos que arrastra la corriente. Parece que hay al menos dos canales
semiocultos por la vegetación; azudes de derivación que conducen el agua a tres
cubos, cuya fuerza motriz moverían otros tantos rodeznos, y estos, a su vez,
las piedras que molían el trigo. La sala del molino, de planta rectangular,
tiene bóveda de cañón y tejado a dos aguas revestido con ladrillos. En el
exterior destacan dos contrafuertes y los respectivos aliviaderos que
expulsarían el agua nuevamente a la corriente. El conjunto se encuentra en un
estado ruinoso por el paso del tiempo, el azote de los elementos y las raíces
de unos inmensos eucaliptos que penetran la estructura del molino. En la orilla
opuesta pudimos constatar restos cerámicos de diferente época y tipología,
junto a una posible atarjea o imponente muro, que pudiera ser parte de un
sistema más complejo y la ubicación de la casa o casas contemporáneas al
molino.
Descubriendo, paso a paso, cada recodo y olmeda de nuestro río, no dejamos de sorprendernos con escenarios desconocidos, hoy abandonados, pero no hace mucho repletos de vida. Podemos decir que estos elementos arropan el cauce del Guadaíra dándole mucho más valor. El molino de Gil Gómez es un ejemplo de lo que hablamos; se trata de un molino levantado en 1896, en el lugar donde estuvo la Casilla del Divorcio; según los trabajos topográficos realizados en 1872, trasladados a plano el 21 de marzo de 1873. En este lugar destaca el conjunto formado por un pozo artesiano, con pila y abrevadero elaborados en ladrillo macizo. Dado que se encuentra en el exterior y adosado de forma algo irregular a uno de los muros, pudiera ser el último vestigio de la casilla mencionada. En todo caso, estos elementos patrimoniales encierran historias cuyos ecos son percibidos cada vez más débiles, y que sin duda merecen ser recuperados.
Desde el molino nos aproximamos al arroyo de
Martinazo, que seguimos hasta su desembocadura en el Guadaíra, donde paramos
unos instantes para disfrutar de una estampa especialmente bella que se forma
la confluencia de los dos cursos de agua. Este arroyo conserva una interesante
y saludable olmeda y un aladierno, Rhamnus alaternus L.
Luego continuamos por la margen izquierda, corriente arriba, buscando un vado que nos permitiese pasar a la otra orilla. Bajamos al cauce en una fresneda, donde pudimos captar como los rayos de sol rociaban los fresnos, olmos, cañas, zarzas, carrizos y, sobre todo, una imponente lámina de agua que resistía a pesar de los efectos de la prolongada sequía. Ya en la otra orilla, retornamos siguiendo la corriente.
Bajamos una vez más al lecho del río en una zona donde se intercalaban los eucaliptos con los olmos y los fresnos, las luces amarillas y rojas, mostrándonos un amplio espectro de colores en el encajonado cauce. Quisimos ver pisadas de nutria en busca de la almeja asiática Corbicula fluminea, que sirve de alimento a este escurridizo mustélido.
Continuamos por la margen del río, teniendo a
nuestra derecha un añejo olivar, hasta la línea del ferrocarril Utrera -Osuna;
la línea fue proyectada por el ingeniero d´Arbós en 1864. En este punto, el
cauce del Guadaíra es superado con un puente cuya estructura metálica nos recuerda
los proyectos del arquitecto e ingeniero Eiffel, pero que en los mapas
topográficos se le denomina Puente de Piedra. En la estructura no
pudimos encontrar ninguna señal de su fábrica. Después de tirar unas fotos
regresamos por la vía del tren flanqueados por almendros, pitas, acebuches,
lentiscos, palmas y alguna encina.
Una vez en la cañada real de Morón, regresamos a nuestro coche. En la pasá nos despedimos del río hasta la próxima, localizar los restos del molino del Portugués.
Francisco José Gavira Albarrán
domingo, 23 de octubre de 2022
Intervención de Antonio Gavira en la presentación del libro: El Patrimonio de Los Alcores. Una propuesta de Parque Cultural
En primer lugar, voy a hablar del tratamiento que se le da en la obra a los espacios naturales y a la flora y fauna que lo conforman.
En este libro, denominado “El Patrimonio de Los Alcores: Una propuesta de Parque Cultural”, nos vamos a encontrar con una somera relación de los espacios de mayor interés medioambiental de la comarca, como pueden ser:
- Las lomas de Ranilla, La Angorrilla, El Galloso, Los Alcores del Sevillano, Trigueros, El Judío o Marileón, en Carmona o
- El Parque de La Muela en el Viso.
- Sin hacer referencia a las vías pecuarias, que son numerosas a lo largo y ancho de Los Alcores.
- Así mismo nos referimos a las especies arbóreas y arbustivas más importantes que conforman estos espacios: encinas, alcornoques, acebuches, lentiscos, cornicabras, pinos, eucaliptos o palmitos…
No hemos querido realizar un estudio exhaustivo de la flora existente dentro del límite propuesto como Zona Patrimonial, ni exponer una relación de todas, por la sencilla razón de que esa tarea, consideramos, no se podría plasmar en una publicación de doscientas páginas.
Como se comenta en el libro, la variedad de flora en Los Alcores, puede superar las más de mil especies, lo cual podemos constatar con sólo echar un vistazo a la “Flora Vascular de Andalucía Occidental”, Editorial Ketres Editora, S.A., BARCELONA, 1987, de Benito Valdés, Salvador Talavera y Emilio Fernández-Galiano, obra que, hasta la fecha, es la más completa sobre la flora de Andalucía Occidental y por ende de nuestra comarca, aún así nos hemos atrevido a relacionar algunas especies que pueden resultar de interés por su excepcionalidad, entre ellas, orquídeas, helechos, narcisos y algunas otras.
En cuanto a la fauna que podemos encontrar en estos espacios únicamente hemos mostrado una relación de los nombres comunes de los mamíferos, aves, reptiles, peces y anfibios más conocidos.
Por lo que este tratamiento de la flora y de la fauna deja abierta la posibilidad futura, de un estudio más profundo de ambos temas.
La arquitectura rural y la arquitectura ligada al agua:
a) Las
Haciendas, cortijos y ranchos.
En la obra se habla de las haciendas y cortijos, como uno de los conjuntos de bienes patrimoniales más importantes de la comarca de Los Alcores ya que jalonan su territorio decenas de estas imponentes estructuras arquitectónicas.
En cada uno de los pueblos se hace referencia a algunas de ellas, aunque no todos se ubiquen estrictamente dentro del límite propuesto como Zona Patrimonial.
- En el caso de Alcalá aparece una pequeña referencia a algunas de las haciendas más importantes como La Soledad, Martín Navarro, Mateo Pablo o los Ángeles, relacionándose otras haciendas y cortijos.
- En Mairena se habla acerca de la hacienda de Clavinque, San Agustín o el Prior y del cortijo de Luchena,
- En el Viso del Cortijo de Moscoso
- Y en Carmona de los cortijos de Ranilla, La Bóveda, El Acebuchal, Trigueros y algunos otros.
b) La
arquitectura ligada al agua diremos que
Perteneciendo la comarca al acuífero nº 28 Carmona-Cuaternario, era normal que el agua fuese un elemento determinante del espacio propuesto como Zona Patrimonial, como ha sido determinante en el nacimiento de las poblaciones, en la localización de haciendas y cortijos o la ubicación de descansaderos de ganado. El agua, pues, ha jugado y juega un importantísimo papel, que ha quedado reflejado en la rica y variada arquitectura que ha llegado hasta nosotros, como son:
-
Los molinos harineros,
Los alrededor de cuarenta molinos harineros que aún podemos ver en pie o en ruinas, y algunos otros que desgraciadamente han desaparecido, y que se distribuyen desde Carmona hasta Alcalá, no solo en el cauce principal del río Guadaíra, como el molino de Las Aceñas, el del Algarrobo o el de Pelay Correa, sino en distintas riberas como la de Marchenilla, La Madre de Gandul, el arroyo de Los Molinos del Campo en Mairena del Alcor, el arroyo del Alcaudete o el arroyo de Brenes en Carmona.
-
Otras construcciones de gran interés son las
Galerías pues
Muchos de los nacimientos de aguas que tenemos en la comarca de Los Alcores ven la luz a través de éstas que pueden remontar su origen a época romana y otras no tanto pues fueron realizadas o ampliadas por la Compañía Inglesa de Aguas.
Aunque bien es cierto que Alcalá posee más de una docena de galerías, como las de la Armada, Gallegos, Cuesta Carretilla, Maestre, las de Gandul, Oromana, Zacatín, La Retama o Santa Lucía, con un recorrido de kilómetros de longitud, estas aparecen ampliamente distribuidas por los términos municipales de Mairena del Alcor, el Viso y Carmona.
-
También las fuentes, pilares y
abrevaderos,
Han jugado un importante papel no sólo para el suministro de agua potable a las ciudades, sino para el desplazamiento de los rebaños de ganados, así su ubicación en las entradas de las ciudades o en los descansaderos nos han dejado impresionantes construcciones como las del Pilar Ancho o el de Los Limones en Carmona o las del Moscoso y La Muela en el Viso, las del Alconchel y la Fuente Gorda en Mairena o las del Perejil y la fuente de Gandul en Alcalá. Su importancia ha sido tal que incluso se han construido torres para su defensa, como es el caso de la Torre de la Huerta de Martín Pérez, en Carmona.
No faltan otros elementos patrimoniales relacionados con el agua que hagan de esta comarca merecedora de ser declarada y protegida con la figura de Zona Patrimonial como:
- Los lavaderos de Mairena o Gandul.
- Los puentes como el de Los Cinco Ojos en Carmona, el de Gandul sobre el Salado y el de Trujillo o el puente de Carlos III o Romano sobre el Guadaíra en Alcalá.
- Y las huertas, con sus casas, pozos, norias y albercas, cada vez más escasas porque al situarse cercanas a los núcleos de población se han visto gravemente afectadas por el avance de las construcciones de nuevas barriadas e infraestructuras de comunicación, como es el caso de muchas huertas de la Lapa, en Alcalá o de las famosas huertas de Mairena, el Viso y Carmona.
Antonio
Gavira Albarrán
2011
sábado, 10 de septiembre de 2022
El río Guadaíra entre la pasá de Martinazo y Cabeza Sordo.
El día 26 de junio tomamos la A-92 para dejarla en el cambio de sentido de la vereda de Martinazo; vía pecuaria por la que continuamos hasta estacionar el coche a unos cien metros del río Guadaíra.
Estamos en los dominios del cortijo de Cabeza Sordo[1], que, enclavado en el término municipal de Alcalá de Guadaíra se extiende por el de Arahal. El río discurre en esta zona dando varios giros y requiebros.
En los primeros metros tuvimos que luchar con una vegetación, seca y punzante, que sobrepasaba nuestra cintura; el abundante Galium aparine, conocido como amor del hortelano, azotalenguas o lapa, nos puso perdidos con sus semillas adhesivas.
Dado que no existe ningún sendero paralelo al serpenteante cauce, nuestro transitar discurrió entre olivos, tierra calma y un bosque de ribera compuesto, en su mayor parte, por olmos; una tupida y desconocida olmeda, donde los rayos de luz que logran posarse en los charcones supervivientes de un mes de junio especialmente caluroso forman arcoíris de una infinita gama de tonalidades verdes. Entre los olmos pudimos ver fresnos, zarzamoras, acebuches, abundante cervaria rivini y un par de eucaliptos; estamos en un tramo de nuestro río donde esta especie casi no existe.
El cauce contiene algunos conglomerados de rocas sedimentarias de tipo detrítico formados mayoritariamente por clastos redondeados tamaño grava o mayor.
Entre los olivos y el bosque de galería, dimos con un par de ejemplares de altramuz hediondo: Anagyris foetida L., cuyas vainas lograron confundirnos por unos instantes debido a su similitud con las del algarrobo. Es una planta tóxica y de distribución mediterránea.
La usurpación del dominio público hidráulico se hizo patente muy pronto. Podemos decir que anduvimos por un tramo privatizado del río Guadaíra, donde las reses bravas se desplazan con total libertad y sin ningún pudor a ambos lados del cauce. Sin duda estamos ante un tramo poco recomendable, debido al peligro que supone la presencia de estos animales; dado que el riesgo se encuentra en cualquier lugar, convendría recordar la célebre frase atribuida a Ignacio Sánchez Mejías «El mundo entero es una enorme plaza de toros, donde el que no torea, embiste.»
La última parte
de nuestro recorrido transcurrió por tierras que estuvieron un tiempo en
barbecho y que este año se han sembrado de trigo, posiblemente en aplicación
de la nueva Política Agraria Común de la UE, implementada en esta época de
crisis.
Abrimos varios portillos y cruzamos el río por cuatro puntos; en el último vado, un galápago de gran tamaño guardaba una imponente lámina de agua y sobre las piedras colocadas para cruzarlo las nutrias habían dejado sus inconfundibles excrementos.
Bajo la mirada de la manada de vacas con sus becerritos, tomamos un camino perpendicular al río que nos condujo a la cañada real de Morón, entre girasoles, tomateras y un trigal recién cosechado.
Ya en la vía pecuaria, unos morlacos montaban guardia a la entrada del camino de acceso al cortijo, donde se podían divisar algunos nidos habitados de cigüeña blanca.
La cañada nos condujo a un imponente cipo o menhir, con estrella de ocho puntas, al que uno de los amigos de la expedición la relaciona con venus y la madre tierra.
De regreso al coche, entre olivos, por la vereda de Martinazo, el ratonero común, la perdiz roja, el abejaruco, el cernícalo primilla, el mirlo común, entre otras muchas aves, nos despidieron de las fuertes emociones experimentadas ese día. Una vez cruzado el río, nos separaban cien metros de los coches.
Francisco José
Gavira Albarrán
[1] Cortijos, haciendas y lagares de la
provincia de Sevilla. Junta de Andalucía. Consejería de
Vivienda y Ordenación del Territorio, págs. 738 y 739. «En cuanto a la historia de la explotación,
sabemos que sus orígenes se remontan al siglo XVI. En 1741 era propiedad del
marqués de Paradas y en el siglo XIX lo fue del conde del Águila. Por último,
sabemos que en 1905 su dueño era don Ignacio Oliva y Huerta. El núcleo original
del caserío es en la actualidad el gran señorío de la finca, que se articula en
torno a un patio y que se encuentra perfectamente ajardinado. Junto a él
todavía se conservan los antiguos graneros, el guadarnés y las cuadras, estas
últimas aún en servicio. A unos pocos cientos de metros del caserío, ya en
término municipal de Arahal, se encuentra uno de los elementos más interesantes
del conjunto, la plaza de tientas, que cuenta con tribunas, corrales, cercados
y mangas, lo que pone en evidencia el carácter de dehesa de ganadería brava con
la que contó esta explotación.»
sábado, 13 de agosto de 2022
El río Guadaíra entre el cordel de Utrera a Carmona y la torre de La Membrilla.
El sábado 18 de junio salimos para conocer un nuevo tramo del río Guadaíra, el comprendido entre el cordel de Utrera a Carmona y la torre de La Membrilla. Dejamos el coche en el cruce de este cordel con la cañada real de Morón.
En el entorno se encuentran los cortijos de Cabrera y Torre de
San Pío -que mi padre lo llamaba Torre Estampío, tal vez porque lo
conoció como un cerrado de toros-, en el TM de Alcalá, y los de Alameda,
Alamillo y Venamalillo, ya en el TM de Carmona.
Encontramos la vega recién cosechado el trigo, con algunas hazas
de girasol y surcada por las tonalidades del bosque de ribera del río Guadaíra,
contrapunto que cortaba un paisaje pajizo típico de esta época del año.
Eran las 9,30 de la mañana cuando empezamos a andar por el asfalto de la carretera en dirección al río, distante unos quinientos metros. Al llegar al puente que lo vadea, contabilizamos unos treinta neumáticos esparcidos por su cauce y la ribera. Un nuevo maltrato que se suma a las extracciones desmedidas para unos regadíos incontrolados, la contaminación por plaguicidas y herbicidas, los vertidos industriales, la ganadería intensiva y un largo etc., que tan graves consecuencias tienen en los ecosistemas acuáticos, la fauna, la flora y salud humana. Podemos afirmar, sin equivocarnos, que, a pesar de los veinte años transcurridos desde la aprobación del Programa Coordinado de Recuperación y Mejora del río Guadaíra, los objetivos están muy lejos de ser cumplidos.
Después de tirar unas fotos que dieran testimonio del atentado, continuamos nuestro recorrido, corriente arriba, por su margen derecha. Algunos cardos con alcachofas violetas, de la variedad cynara cardunculus, embellecieron nuestro transitar.
Encontramos un rebaño de ovejas pastando en las inmediaciones
del arroyo del Saladillo. El redil se hallaba entre unos inmensos eucaliptos y
una olmeda impenetrable tapizada de zarzamoras, guardeses de una corriente de
agua que, por no esperada, nos animó después del sofocón de los
neumáticos. Dado que no pudimos sortear el arroyo, por lo impenetrable de su
vegetación, regresamos a nuestro punto de partida y comenzamos a subir por la
margen izquierda de la ribera.
En los primeros metros, hasta la desembocadura del arroyo,
predominó un pastizal salpicado de juncos y tagarninas en flor, Scolymus
hispanicus, plagadas de caracolillos. A partir de aquí, unos
imponentes tarajes levantaron una muralla en torno al cauce del río que, poco a
poco, se fue desdibujando con la aparición de fresnos, olmos, sauces y cañas.
En varias ocasiones nos vimos obligados a salir del cajón del
río, dadas las dificultades que presentaba la tupida y belicosa vegetación.
Pasamos por un yacimiento arqueológico, dejamos atrás acebuches
centenarios, rastros de una fauna que no se dejaba ver y una plantación de
azafrán bastardo, Carthamus tinctorius L., que se prolongaba más de
un kilómetro en dirección a la torre de La Membrilla impidiéndonos el paso. En
ese lugar, dado que tampoco podíamos continuar por la selvática ribera,
decidimos salir a la cañada real de Morón por una vaguada que habíamos dejado
unos metros atrás.
A esa hora del día, el ardiente sol nos aconsejó regresar al
coche para luego acercarnos a la torre. Lo dejamos frente a un merendero que ha
sufrido los embates del tiempo, la dejadez administrativa y el vandalismo,
cruzamos el cauce seco del arroyo de la Montera y subimos a La
Membrilla. La panorámica desde este punto geodésico es formidable.
Se distingue perfectamente la serranía de Morón y el avance de una marea de
plantas fotovoltaicas que, en breve, cubrirá una extensa necrópolis de escaso
valor, según la administración y las multinacionales de la energía, a pesar de
formar parte de un yacimiento arqueológico catalogado donde se ha constatado
la presencia de importantes restos de época calcolítica.
Después de acercarnos un momento al cauce del río Guadaíra, y
dialogar sobre lo bueno y lo malo, dimos por terminada la jornada emplazándonos para una nueva ruta.
Francisco José Gavira Albarrán
domingo, 10 de julio de 2022
Ruta por la cañada de Pero Mingo hasta el pino de Los Buques.
El
viernes de feria de Alcalá salimos de ruta para conocer un tramo de la cañada
real de Pero Mingo y Palmete. El coche lo estacionamos junto a la hacienda de
San Agustín, en el cordel de La Camorra; llamado también del Término o ramal de
Pero-Mingo. En esta zona desembocaba el camino de San Agustín, una hijuela de otro
camino bautizado con el nombre de Pero-Mingo, que a su vez nace en el de
Matatoros, inmediatamente que se pasa la huerta de El Negro, si venimos a esta
parte desde Alcalá.
El
camino de San Agustín, nada más nacer, cruza la carretera de Torreblanca a
Mairena entre la hacienda de la Soledad o Nueva y lo que se conoce popularmente
como «cuesta la ligera». Allí lo veremos cortado con una verja y aquí lo vimos con
una alambrada. Entre ambos puntos tenemos dos haciendas de interés: Las Viudas
y las Beatas; de esta última dice el Padre Flores, en sus memorias, que
«pertenece a Doña Nicolasa Montero, viuda de D. Juan de Saavedra».
Con
este pensamiento anduvimos los primeros seiscientos metros de la ruta
escoltados por una gavia con presencia de olmos, higueras, acebuches,
lentiscos, palmas y vitis silvestre, entre acantos, y un padrón cargado de hinojos (Foeniculum
vulgare), que resguardaba una tierra calma recién cosechada. Este
sector, al igual que el olivar que habíamos dejado atrás, lo veremos muy pronto
cubierto con un manto de placas fotovoltaicas.
En
la primera bifurcación, dejamos a la derecha el cordel de Sevilla a El Viso del
Alcor y a la izquierda intuíamos el desaparecido carril de la Raya, que
delimitaba los términos municipales entre Alcalá y Carmona. Las fuentes orales dicen
que existió allí una gran piedra testigo de delimitación de términos municipales
y que se podía acceder hasta la hacienda de El Lavadero, lo que hoy es
imposible.
Desde
donde estábamos divisábamos los higuerones que cubren la ermita de Belén y un
solitario olmo superviviente de una frondosa olmeda, que fue conocida con el
mismo nombre que la ermita, alamea de Belén, y que fue talada en los
años ochenta.
La
gavia cambió de margen, haciéndose más profunda, frondosa y ancha. Ya transitábamos
por la cañada real de Pero Mingo.
Seiscientos metros más adelante, dejábamos a la derecha la vereda de Ronquera o de Sevilla a Carmona y, al poco, otra vereda nombrada del Término, que pasa muy próxima a la hacienda de Torrepalma, que la divisábamos a lo lejos. En esta zona confluyen los términos municipales de Alcalá, Carmona y Sevilla.
En
el arroyo comprobamos la presencia de abundante zarzamora (rubus ulmifolius),
higueras bravías, olmos, lentiscos y cardos borriqueros, posiblemente Onopordum
nervosum Boiss, que nos acompañaría durante toda la ruta.
Cuando
llegamos al camino de Pero Mingo, que como hemos dicho nace en el de Matatoros,
tuvimos cuidado en cruzarlo. Se encuentra asfaltado, aunque el tráfico es
mínimo. Hubiésemos
podido acercarnos a las haciendas de San José y el Lavadero de Santa Teresa,
dado que se encuentran a doscientos metros a la izquierda del camino, pero
continuamos de frente.
La hacienda de San José es un edificio del
siglo XVIII, que se desamortizó durante el Trienio Liberal (1820-1823) y que
hasta entonces había perteneció al sevillano convento de San Basilio el Magno.
La
hacienda el Lavadero de Santa Teresa se la nombra de Pero Mingo en algunos
mapas topográficos y en la publicación de la Junta de Andalucía Cortijos,
haciendas y lagares de la provincia de Sevilla, donde se dice de ella lo
siguiente:
Lo más
interesante de ella es la portada, que mantiene su original decoración
esgrafiada y una inscripción que la fecha en 1761. Como referencia histórica
diremos que, Pero Mingo fue comprada en 1741 por don Francisco Gómez de
Barreda, del Consejo de Su Majestad y superintendente de las Reales Fábricas de
Tabacos de Sevilla. Este importante personaje, que compró en la zona otras
fincas, cabe identificarlo con el propietario de la hacienda de la Soledad,
también en Alcalá de Guadaíra.
Nuestro
Padre Flores, en sus memorias, la denomina de otra forma:
El
Lavadero de Santa Bárbara, conocida como el Tonelero, de D. Antonio Blomaert
tuvo capilla en lo antiguo, y en 1797 construyó otra dicho D. Antonio con altar
a la romana, y un lavadero de lanas: se visitó dicha capilla por el Vicario
comisionado por el Sr Arzobispo en 6 de abril, y en atención a estar cuasi a
una legua de Alcalá, más de un cuarto de la capilla pública de Belén y oratorio
de Torre-palma, término de Carmona, más de media de la capilla pública de San
Bartolomé del Monte, término de La Rinconada, y como un cuarto del oratorio de
la hacienda de la Soledad, todos los cuales cuatro oratorios y capillas estaban
en uso; informó ser de urgente necesidad se concediese licencia para celebrar
Misa los días festivos para los trabajadores de ella, las ventas y haciendas
inmediatas, y los muchos pasajeros y transeúntes.
En
otro mapa topográfico, levantado por el topógrafo Manuel González, en 1872, aparece
otra hacienda con el nombre de Pero Mingo junto a la vía pecuaria, distinta a
la de San José o El Lavadero, de la que hoy no quedaría ni rastro. En otros se
añade una cuarta, la hacienda de Santa Teresa, por detrás de El Lavadero, junto
a una olmeda desaparecida en los años ochenta del pasado siglo, y de la que sí
aparece algún vestigio en fotos aéreas de los años cincuenta. Sobre esta
hacienda dice Padre Flores en sus memorias lo siguiente:
La de
Santa Teresa con heredad de viñas en Peromingo Bajo; la vendió Agustín Farfan
al convento de este título junto a la Cruz del Campo de Sevilla (que hoy está
en los Humeros) ante Domingo de Castro en 10 de agosto de 1665. Después fue de
Doña María Josefa Rodríguez.
En
este punto conviene recordar que en el término municipal de Carmona,
relativamente cerca de donde estamos, tenemos las haciendas de Pero Mingo Alto
y la de Pero Mingo Bajo.
La
concentración de haciendas en tan poco espacio merecería una investigación en
profundidad; en todo caso, se constata la presencia de edificaciones desde el
siglo XVII, continuos cambios de propiedad, la utilización del nombre de Pero
Mingo como comodín y posibles errores en la cartografía.
Continuamos nuestra marcha flanqueados por olivares, en general de goteo. Tres pinos se sucedieron, que nos permitimos calificarlos como pinos testigos de término. Un milano negro hizo acto de presencia.
En
algún punto desembocaba el camino de Matatoros, en dirección a la hacienda del
Hoyo, que, desde la carretera hasta donde nos encontramos, también ha quedado privatizado.
En
el último tramo, unos restos cerámicos señalaban la presencia de un yacimiento
arqueológico, posiblemente de origen romano. En la parte derecha de la vía
pecuaria sobrevive un importante núcleo arbóreo compuesto por coscojas,
lentiscos, alguna encina, cornicabras, higueras y abundantes herbáceas y a la
izquierda olivos. Luego tierra calma y la cárcel Sevilla 2, y frente a nosotros
divisábamos la hacienda de Guadalupe.
En
Cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Sevilla se dice que: «en
1730 la finca era propiedad de los hermanos Juan Bautista y Francisco van der
Wilde, seguramente mercaderes flamencos…»; el Padre Flores dice que la hacienda
de Guadalupe es conocida como Buque, «que fue de D. Juan de Ochoa, y después de
Doña María del Carmen Morera». En la información que facilita la propia hacienda
en su página web se dice lo siguiente:
«La
hacienda de nuestra señora de Guadalupe perteneció a una familia mexicana
asentada en Sevilla que principalmente se dedicaba al cultivo del olivar. Hace
tres generaciones que la hacienda llegó a nuestras manos y quisimos conservar
su nombre y la devoción por la Virgen de Guadalupe de México».
En las proximidades de la hacienda existió un famoso pino, conocido como el pino de los Buques, del que se dice pudo ser el de mayor tamaño de Alcalá, y puede que sea así, el tamaño de su copa parece confirmarlo, si consultamos las fotografías aéreas de los años ochenta, década en la que fue cortado.
Detrás de la hacienda, en el camino de Las Caleras, se encontraba la casilla de Los Barrios. En algún mapa se la confunde con la hacienda de Guadalupe. Frente a la hacienda aún se conserva la venta de Las Caleras, de la que el Padre Flores dice lo siguiente: «las ventas de las Caleras y de Peromingo de Don Gaspar Ponze». En sus memorias, señala como posible origen del prolífico topónimo, Pero Mingo, al momento del repartimiento, segunda mitad del siglo XIII, donde «se habla de Mingo Neguillo, Pero y Domingo Juan de Agreda…».
Regresamos
a nuestro coche comentando lo fácil que sería la recuperación de esta
importante vía pecuaria para el uso y disfrute de la ciudadanía y la vida
natural, de la poca voluntad política al respecto y lo desconocida que es esta parte de
nuestro municipio para la inmensa mayoría de los alcalareños.
Francisco
José Gavira Albarrán
La ruta es apta
para todos los públicos. Tiene diez kilómetros, entre ida y vuelta.
miércoles, 1 de junio de 2022
Ruta por el Cordel del Término y de la Camorra a la ermita de Belén
Ermita de Belén
Una vez en la urbanización de Las Encinas, nos dirigimos a la calle Clavo para estacionar el coche al final del todo. Esta calle es un tramo asfaltado de la vía pecuaria que ha quedado reducida a poco más de seis metros de anchura. El resto del trazado del cordel del Término y la Camorra también se encuentra usurpado, aunque en menor medida. Los propietarios de las parcelas por donde transita lo han dejado en unos quince metros de media, cuando debería tener treinta y siete y medio, hurtando, de esa manera, el derecho a su uso ganadero, al disfrute público recreativo o constituirse en una reserva ecológica.
En los primeros metros de nuestro recorrido dejamos a la izquierda un par de campitos de fútbol asilvestrados, por falta de uso, que dieron paso a la conocida como “Dehesa Nueva”, un reservorio ecológico cargado de acebuches, encinas, cornicabras, lentiscos, coscojas, retamas, etc., donde pudimos comprobar que se roturaban algunos espacios sin ningún sentido aparente, pero con una visión estratégica. A nuestra derecha dejábamos atrás un eucaliptal.
Mientras una pareja de águila calzada sobrevolaba la dehesa y los conejos salían disparados a nuestro paso, conversábamos sobre el destino que la multinacional del cemento le tiene asignado a esta isla natural, el último espacio adehesado que precede a la zona de terrazas en la comarca de Los Alcores, una reliquia en un entorno fuertemente antropizado.
Tras cruzar la carretera de Mairena a Sevilla, que es también una vía pecuaria, «la verea», los olivos se presentaron a nuestra izquierda y los naranjos a nuestra derecha hasta llegar a la hacienda de San Agustín, donde el olivar cambia de margen y la tierra calma se impone a nuestra izquierda.
Desde la hacienda parte una gavia paralela al cordel, que posiblemente se esté utilizando como desagüe de la balsa que allí han construido. En ella han prosperado acebuches, moreras, parras silvestres (Vitis vinifera ssp. Sylvestris), lentiscos, zarzaparrillas y se encuentra plagada de acantos (Acanthus mollis). En el momento de pasar por allí nos sobrevolaron tres moritos comunes (Plegadis falcinellus), que marchaban en dirección a la hacienda de Torre Palma. El cordel del Término y de la Camorra acaba enlazando, algo más adelante, con la Cañada Real de Pero Mingo y de Palmete.
Al poco, torcimos a la derecha por el cordel de Sevilla a El Viso del Alcor. Cruzamos el entubado arroyo de Belén, que baja de Los Alcores desde las tierras de la hacienda. Se dice del arroyo que en sus riberas tuvo granados y algún membrillo y que el agua discurría con asiduidad. Hoy solo intuimos su curso devorado por el arado, una tierra calma donde antes hubo olivos. A partir de este punto se le conoce como «alamea Belén», una olmeda que fue desmontada en los años ochenta y de la que da testimonio un solitario ejemplar acorralado por girasoles.
Nosotros torcimos a la izquierda, por un camino de gravilla compactada, para acercarnos a la ermita de Belén, completamente cubierta de higuerones y distante del arroyo unos doscientos metros.
En los restos semiocultos de la ermita se distinguen dos momentos constructivos bien diferenciados. La dependencia situada a la derecha de la puerta de entrada, levantada con muros de tapial, con algún ladrillo “gafa” y “taco” incrustado, parece la más reciente. El resto, con multitud de remiendos, tuvo que ser la ermita propiamente dicha. Al entrar llama la atención una ventana soportada por dos sillares, que debió tener vistas al campo y luego se quedó enclaustrada con la ampliación. Lo más interesante es la puerta que da paso a la estancia central, formada con bloques de piedra caliza que terminan en un arco carpanel o apaisado. Dentro, una puerta da paso a otra estancia o a un corral. El resto de las paredes de tapial se encuentran derruidas. Las fuentes orales nos cuentan que en los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado vivía allí “Pata Palo” con su familia; personaje que ejercía de guarda para varias fincas de la zona. Leandro José de Flores dice en sus «Memorias Históricas de la Villa de Alcalá de Guadaíra», (1833), que «la capilla pública de Belén se encontraba a algo más de un cuarto de legua de la hacienda de El Lavadero de Santa Bárbara», que se encuentra dentro del término municipal de Alcalá.
Nos acercamos a un par de pozos sellados en las proximidades de la ermita. Tiramos unas fotos. De regreso paramos donde el camino se cruza con el arroyo. Allí, un enorme, viejo y seco eucalipto alberga una importante familia de salamanquesa común; alguna nos impresionó por su gran tamaño y oscuridad.
Ya
de vuelta, en algún punto del camino, una Megascolia maculata Cf M. bidens,
campeaba en una “viudita silvestre” (Escabiosa columbaria L.), mientras tanto
un ratonero común sobrevolaba nuestras cabezas.