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martes, 25 de abril de 2023

RUTA. DESCUBRIENDO CON LA FAMILIA EL MOLINO HUNDIDO


El domingo 2 de abril salí de ruta con mi familia. Teníamos como meta llegar al molino Hundido o del Rincón pero ampliamos el recorrido como os mostraré luego. Mis hijas habían estado de pequeñas en algún punto del tramo propuesto, aunque sus recuerdos eran de tipo flash. Así que, daba por hecho que disfrutarían de los parajes del río entre el molino de La Boca y el molino Hundido. Un recorrido apto para casi todo tipo de público que transcurre en su mayor parte por un bosque de eucaliptos. 

El invierno, la primavera y el otoño son las estacionas más apropiadas para disfrutar de esta ruta, que ofrece interesantes alternativas cuando lleguemos al molino. 

Nosotros comenzamos en la Avenida del Tren de Los Panaderos, al sobrepasar el CEIP Los Cercadillos giramos a la derecha hasta llegar al Camino de Los Molinos de Marchenilla, que lo tomamos a la izquierda. Pronto dejamos atrás el antiguo reformatorio San Francisco de Paula y la huerta de la Juaquinita. 

No teníamos ninguna prisa y nos fijábamos en todo lo que acontecía a nuestro alrededor; una palmera datilera víctima del picudo rojo, una casa aparentemente abandonada, pequeños huertos, los perros que nos ladraban al pasar… Mientras caminábamos rememorábamos historias relacionadas con esta ruta. 

Una vez pasada la urbanización de Cerro Clavijo el camino gira a la derecha. Frente a nosotros, en una curva abrimos un portillo situado en una valla, que cerramos luego, y continuamos teniendo a nuestra izquierda el molino de San José o Pared Blanca; molino que su propietario ha restaurado. En este punto, unos ladridos delataron nuestra presencia. A pesar de la advertencia canina, nos asomamos entre unos setos para poder ver el molino, consiguiendo la atención del propietario de la finca hasta el punto de entablar una breve conversación con él sobre el estado actual del ingenio hidráulico; nos dijo que, en las labores de restauración, en su interior, bajo una “torta” de cemento, ha descubierto una solera de piedras de moler que ha dejado a la vista por su elegancia. 


Continuamos hasta una casilla donde estuvo un motor de extracción de agua del río, la bordeamos, cruzamos la desembocadura del arroyo seco de Marchenilla, pasamos junto al molino de La Boca, que fotografiamos y rememoramos las limpiezas llevadas a cabo en él por el grupo ecologista Alwadiira y continuamos corriente arriba. 


El bosque de eucaliptos se presentó ante nosotros sembrado de espinos majuelos, rosales silvestres, juncos, acantos y cañas. En el río, los peces chapoteaban en busca de alimentos o de oxígeno, los ruiseñores marcaban el territorio y las tórtolas arrullaban suavemente. Las tres arroyadas que sorteamos, que en otro tiempo dificultaban el tránsito por su caudal, las vimos sin agua; las extracciones y una sequía que no cesa. 

El molino hundido apareció ante nosotros en estado ruinoso; han desaparecido varios de sus elementos y se encuentra colonizado por eucaliptos, delatando que las propuestas e informes remitidos a Ayuntamiento y Confederación Hidrográfica han caído en saco roto. 

Por un enorme tronco de eucalipto, caído en el cauce, a modo de puente, vadeamos el río con miedo y asumiendo el riesgo de un accidente. 

Continuamos hasta la desembocadura del arroyo de Guadairilla o Maestre, no sin antes asomarnos nuevamente al río Guadaíra donde antaño estuvo un motor para riego. Transitábamos con el arroyo a nuestra izquierda y unos sembrados de garbanzos y girasoles a nuestra derecha. 

La vegetación ribereña o riparia se caracteriza en el arroyo por un tipo de bosque caducifolio fundamentalmente de olmos (Olmusminor), pero también existe una gran variedad de plantas riparias entre ellas: álamo blanco (Populus alba), fresno (Fraxinus angustifolia), etcétera. Este bosque tiene un enorme valor ecológico, no sólo por su riqueza vegetal sino porque se trata de un ecosistema, que aunque en franco retroceso, constituye un oasis que sirve de refugio a gran variedad de aves, mamíferos y reptiles.  

Cuando alcanzamos el camino de Maestre lo tomamos en dirección al cortijo del mismo nombre, dejando a nuestro paso la que antaño sirvió de casa de bueyes.  Como curiosidad, el camino de Maestre tiene unos 2,5 km., comienza en el Club de Tenis Oromana y es uno de los mejor conservados de nuestro término municipal.  

En el alcor, nos paramos unos instantes en el cortijo de Maestre y continuamos hasta el de Olivera, donde torcimos a la derecha hasta encontrar el sendero que baja al molino de las Aceñas y regresar a casa. En total anduvimos unos diez kilómetros.

Francisco José Gavira Albarrán

domingo, 17 de enero de 2021

Ruta botánica por el Parque de Oromana y el molino de las Aceñas

 

Textos: Antonio Gavira Albarrán / Fotos: Antonio y Francisco Gavira Albarrán

La ruta tiene unos 7 kilómetros, es circular y de una duración de dos a tres horas, dependiendo de las paradas. El objetivo de hoy es aproximarnos a la rica biodiversidad vegetal existente en una zona mágica del Monumento Natural Ribera del Guadaíra.

Se inicia este itinerario en el hotel Oromana. El edificio es de estilo regionalista, construido por el arquitecto sevillano Juan de Talavera a finales de los años veinte del siglo pasado, al calor de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Desde sus bellas terrazas vamos a tener unas magníficas panorámicas del río Guadaíra, los molinos de San Juan y Benarosa, el recinto ferial, la hacienda Oromana y, a lo lejos, también, podremos apreciar el castillo de Marchenilla. Sobre todo, es de destacar la exuberante vegetación que envuelve el cauce del río y su entorno.

Panorámica desde el hotel Oromana.


Desde el hotel bajaremos por el margen izquierdo de la carretera, hasta situarnos junto a un panel informativo, al lado de una de las puertas de entrada al parque. A la izquierda, veremos un pequeño sendero que penetra en la cornisa, que tomaremos para ir descendiendo hasta llegar junto al río.

En este primer tramo vamos a poder observar una gran variedad de vegetación arbustiva y arbórea, donde se entremezclan las especies típicamente mediterráneas: pinos piñoneros y carrascas, almeces, moreras, acebuches, coscojas, lentiscos, cornicabras, espinos, retamas, madreselvas, hiedras, aristoloquias, zarzaparrillas, etcétera; con una gran variedad de plantas que han sido introducidas en este parque: plátanos, paraísos, eucaliptos, acacias de tres espinas, falsas acacias, cipreses, tuyas, casuarinas, pestosos, etcétera; y junto al río, alguna vegetación de ribera: álamos, olmos, fresnos, alguna adelfa, carrizos, zarzas, etcétera.

Descenso desde el cartel informativo hacia el río por el alcor.

Teniendo el río a nuestra izquierda, continuaremos nuestro recorrido en sentido contrario al descenso. Pronto divisaremos un pequeño puentecito encalado que forma parte de la atarjea del molino de Oromana, flanqueado por unos pestosos o ailantos¹. Una vez que lo pasemos, dos eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis Dehnh.), catalogados como árboles singulares, ya que poseen una altura de algo más de 30 metros, con una copa ovalada de más de 20 metros de longitud, y una casuarina, unos metros más arriba de una fuente aneja, merecerán nuestra atención. Un poco más adelante, junto al río, se ha catalogado otro ejemplar de eucalipto².

Molino de Oromana.

Eucaliptos y casuarina junto al molino de Oromana.


Continuaremos por la margen del río, hacia el molino de Las Aceñas. Inmediatamente podremos ver, a nuestra izquierda, el molino de San Juan, y algo más adelante, el molino de Benarosa, embelleciendo el Guadaíra con sus imágenes. Un poco antes de llegar a este último molino, entre un estrecho sendero que baja al pie de la azuda y el sentido de nuestra marcha, encontraremos el tocón de un lentisco (Pistacia lentiscus l.) que había sido catalogado como árbol singular y que han cortado, aunque podemos observar que han brotado algunas ramas.

Lentisco cortado, catalogado como árbol singular.

Unos metros más adelante, el camino se bifurca en dos. Nosotros tomaremos el que queda a la izquierda, llegando así a uno de los parajes más bonitos del Parque de Oromana, donde podemos encontrar gran variedad de árboles y arbustos: pinos piñoneros, cipreses, plátanos, paraísos, aligustres, olmos, almeces, eucaliptos, moreras, acacias de tres espinas, falsas acacias, encinas, quejigos, laureles, lentiscos, cornicabras, durillos, acebuches, tamujales, zarzas, rosales, etcétera. Subiendo unas escaleras, situadas a nuestra derecha, daremos con un camino interior donde se encuentra un pino carrasco (Pinus halepensis Mill.), de más de 31 metros de altura; próximo a él, una casuarina (Casuarina equisetifolia l.), de 27 metros de altura, y un ciprés de casi 30 metros (Cupressus sempervirens l.), también calificados como árboles singulares, sin duda, dignos de admiración.

Zona de concentración de árboles singulares.

Casuarina, pino carrasco y almeces.



Descenderemos al camino que traíamos, donde se localiza otro árbol singular, en este caso un almez (Celtis australis L.). Al salir del parque de Oromana, continúa el camino, presentando este tramo una abundante cubierta vegetal compuesta de almeces, álamos, sauces, tarajes, adelfas, mirtos, zarzas, rosa mosqueta, cañas, carrizos, yezgo, moreras, adelfas, pinos de repoblación, etcétera.

Pronto el camino se convierte en sendero que baja hacia el río, encontrándonos con unas vistas que, aunque muestran el deterioro que ha sufrido todo este conjunto, no dejan de ser realmente impresionantes³. El río discurre a nuestra izquierda y, a nuestra derecha, aparece un enorme barranco coronado de pinos y eucaliptos, y en cuya pared podemos encontrar: el madroño, el mirto, el lentisco, la cornicabra, el espino majoleto, el espino negro, el sauce, la madreselva, el matagallo, la zarza, el rosal, la adelfa, la higuera, la carrasca, el olmo, etcétera. Si nos acercamos a esta pared veremos que las margas azules están cubiertas de una especie de helecho, el culantrillo, y que la misma pared deja caer gotitas de agua. En este punto tenemos la única colonia de fresas silvestres conocida en Alcalá.

Rosa silvestre antes de llegar al Molino de Las Aceñas.
Culantrillo de pozo en el cortado, junto al molino de Las Aceñas.

Fresa silvestre junto al molino de Las Aceñas.

A nuestra izquierda se encuentra el molino de Las Aceñas, que, como casi todos los que embellecen este río, es de época árabe, aunque posteriormente, en 1605, sufrió ampliaciones y reformas. En el entorno del molino aparecen unas construcciones medio derruidas, unas de las cuales, la más pequeña es el molino de Cajul o Cajús, para el que reclamamos una pronta recuperación, de cuyas entrañas parece manar un torrente de aguas cristalinas.

Dejamos atrás Las Aceñas y continuamos por lo que fue la antigua huerta de La Alegría, una de las últimas huertas que se han incorporado a los parques, con discutible acierto, pues un terreno eminentemente húmedo ha sido reforestado con pinos, encinas, alcornoques, etcétera. Un lugar donde los numerosos manantiales permiten la proliferación de especies como el berro, el poleo o el mastranto, que inunda el lugar con su agradable aroma, si se dejan prosperar.

Mastranto junto a la huerta de La Alegría.

Continuando nuestro recorrido hacia el parque de San Juan, veremos junto al río los restos de unos fuertes muros que pertenecieron al llamado molino de Rabo de Zorra.

Cruzaremos el cuidado parque de San Juan (junto al polideportivo, un olmo de SiberiaUlmus pumila L.), creado sobre antiguas huertas que han sido reforestadas con numerosas especies autóctonas: madroños, durillos, olivillas, romero, lavandas, quejigos, encinas, alcornoques, pinos, almeces, algarrobos, etc., en un intento de recrear el bosque original termomediterráneo y en algunas zonas más húmedas y adecuadas: álamos, sauces, chopos, olmos, tarajes, etc.

Durillo en el parque de San Juan.

Así, llegaremos al polideportivo, en cuyas puertas nos encontraremos con un ciprés de los pantanos, o taxodium, una cupresácea (Taxudium distichum), que, entre sus características, destaca el ser de hoja caduca, catalogado como árbol singular. Este nos dará paso a la huerta de La Pañuela, antiguo vivero municipal, donde podremos ver un verdadero vergel: cipreses, taxodium (también catalogados), tuyas, acacia de Constantinopla, transparentes, almeces, plátanos, paraísos, eucaliptos, palmeras, moreras, azufaifos, acebuches, álamos, olmos, adelfa, ricinos, granados, zarzas, zarzaparrillas, ipomeas, rosales, cañas, carrizos, etc.; y junto a la alberca y el manantial, culantrillos, juncos, falso te (Bidens aurea) o mastranto, entre otros.

Ciprés de los pantanos, junto al polideportivo.

Al salir de este recinto llegaremos a uno de los rincones más bonitos de Alcalá, el parque de San Francisco, parque creado sobre las huertas y jardines del que fue monasterio del mismo nombre, verdadero jardín botánico donde podemos apreciar especies arbóreas de diversas partes del mundo, especialmente americanas, pino Wisconsin, árbol del amor, algarrobo loco o árbol de Judea, jacarandas, palmeras, parkinsonia o palo verde, falsa pimienta, acacia de tres espinas, grivillea, tuya gigante, buganvillas, etc., y otros como álamos blancos, almeces, tarajes, aligustres, paraísos, olivos, naranjos, rosales, etc. 

Este parque, debido a las especies que posee, su origen y antigüedad, los elementos arquitectónicos, el molino de Las Eras, construcción de 1605, y el lugar en el que se encuentra enclavado, merecería, por sí mismo, ser declarado jardín histórico.

Parque de San Francisco.

Desde aquí, regresando sobre nuestros pasos, hacia el molino de El Algarrobo, conocido también como de Hilario. Para ello, tendremos que pasar su azuda, pero antes podemos observar cómo el agua que cae por la pared, a nuestra izquierda, permite que se desarrolle el culantrillo de pozo.

El molino de El Algarrobo fue sometido a restauración en el año 2003, por lo que muestra un aspecto renovado. Si pasamos por su puerta, podremos seguir nuestra ruta por un camino que se encuentra junto a una charca, lugar de ocio para pescadores y donde es posible ver, además de patos, alguna polluela de agua. Este camino se adentra en un naranjal de naranjas agrias. Se trata de una antigua huerta donde aún se pueden encontrar los restos de una noria y albercas; y, junto a la casa, numerosos árboles frutales, limoneros, granados, nísperos, moreras, laureles, etcétera. Uno de esos laureles (Laurus nobilis L.), un azofaifo (Ziziphus zizyphus L.) y un níspero (Eriobotrya japónica Thunb. Lindl.) también se encuentran catalogados como árboles singulares.

Charca junto al molino del Algarrobo, con nenúfares blancos europeos.

Huerta con naranjos agrios junto al molino de El Algarrobo.


Si seguimos nuestro camino, llegaremos al lugar conocido como El Bosque, donde destacan, sobre todo, los almeces, que aparecen a nuestra izquierda, y unos enormes plátanos en la margen del río. También podemos encontrar, en sus escarpadas paredes, diversas especies de helechos, la doradilla, el culantrillo, la filicínea, pero destacan sobre todo el polipodio (Polypodium cambricum ssp.) y el ruscus aculeatus, por ser especies ya desaparecidas de estos contornos, que ya solo podemos encontrarlas en las sierras. Sobre el escarpe, que se aproxima al cerro de San Roque, tenemos el que quizás sea el mayor pino piñonero del parque de Oromana, con 29 metros de altura y un perímetro en la base de 4,15 m. Junto al río, unos plátanos de sombra. Uno destaca con sus 37,50 metros de altura y un perímetro en la base de 11,73 m.

Camino hacia el molino de La Tapada, con almeces, plátanos o higueras.

Polipodio en los cortados de El Bosque.

Algo más adelante veremos el molino de La Tapada. En este rincón se desarrolla parte de la obra del conocido escritor alcalareño Gutiérrez de Alba, La Tapada. Desde el molino de La Tapada, el camino sigue hacia la izquierda. Ascenderemos por un pequeño sendero, al denominado cerro de El Calvario, que nos conducirá hasta la ermita de San Roque, edificio de 1570, reedificado en 1886, donde se guarda una talla de Nuestra Señora de Belén de 1570.

Carrascas en dirección a la ermita de San Roque.

En una pequeña explanada, que se encuentra a media ladera, se desarrolla todos los años, en el amanecer del Viernes Santo, uno de los episodios más emotivos de la Semana Santa alcalareña. Tras el prendimiento de Jesús, en el puente, la Hermandad sube hasta este cerro de El Calvario, donde San Juan comunica la noticia a la Virgen María. Desde este privilegiado lugar podremos disfrutar de unas magníficas vistas de la ciudad, del castillo, del santuario del Águila, de la iglesia de Santiago, el puente, el parque de San Francisco, la Retama, etcétera.

Si rodeamos la ermita, veremos cómo el camino se adentra en los pinares de Oromana, donde se puede disfrutar durante todo el año, especialmente en otoño y primavera, de gran diversidad de especies de plantas, liliáceas, iridáceas, borragináceas, escrofulariáceas, leguminosas, cruciferáceas, compuestas, gramíneas, umbelíferas, malváceas, plantagináceas, ranunculáceas, papaveráceas… Estos pinos son de la especie pinus pinea (pino piñonero), y nos acompañarán hasta el final de nuestra ruta, de vuelta al hotel Oromana.

Pinos piñoneros de regreso al hotel Oromana.

¹El pestoso o ailanto, es una especie alóctona, invasora, cada vez más extendida por la ribera. Es urgente una actuación municipal que la erradique.

² Árboles y arbustos singulares del T.M. de Alcalá de Guadaíra. Dirección Científica: David Cristel Gómez Montblanch. Edita: Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra, enero 2014. He mencionado y situado en la ruta algunos ejemplares. Animamos a conocerlos todos. Algunos de los que aparecen en el libro han sufrido podas irregulares, por llamarlas de alguna manera.

³ El lamentable estado del molino de Cajul o Cajús, la Quinta de Regla o los vertidos de un posible emisario, comprometen una zona de gran valor natural e histórico. En todo caso, la existencia del Monumento Natural Riberas del Guadaíra y la conservación del conjunto tiene mucho que ver con la lucha de la Plataforma Salvemos el Guadaíra y la Asociación Ecologista Alwadi-Ira.

Mapa de la ruta, por Francisco Gavira.

jueves, 18 de junio de 2020

RECUPERAR LA ICTIOFAUNA DEL RÍO GUADAÍRA.

Molino de Las Aceñas


En enero de 2018 la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir elaboró un proyecto con la finalidad de “recuperar” los peces autóctonos del río Guadaíra, su ictiofauna, dándole continuidad longitudinal al cauce con diez actuaciones, en otras tantas “barreras”, que, supuestamente, lo impiden.

Dado que la CHG sigue siendo un organismo dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, un anacronismo que persiste a pesar de que más del 90% de la cuenca se encuentra dentro del territorio andaluz, el proyecto fue remitido a Madrid con el objeto de conseguir el Informe de Impacto Ambiental, siguiendo la tramitación simplificada en aplicación de la Ley 21/2013, de 9 de diciembre, de evaluación ambiental, elaborada por el primer gobierno de Rajoy.

Resulta chocante que la CHG utilice el procedimiento simplificado cuando la mayoría de las actuaciones tendrán lugar en un área incluida en la lista de Lugares de Importancia Comunitaria de la Red Natura 2000, por albergar especies como la pardilla (Rutilus Lemmingii) o el calandino (Rutilus alburnoides), entre otras, y con una extensión de 227,10 ha., lo que, sin duda, aconsejaría utilizar uno más garantista, como es la Evaluación de Impacto Ambiental ordinaria, marcando así distancia con la Junta de Andalucía, que mediante decreto ley 2/2020, de 9 de marzo, ha eliminado garantías ambientales y menospreciado la participación de la ciudanía escusándose en el “fomento de la actividad productiva”, pero no ha sido así.

En Madrid se procedió a cumplir con el trámite de información pública, notificándose a todos los ayuntamientos afectados, entre ellos al nuestro, Alcalá de Guadaíra, también a la Diputación Provincial, a las delegaciones con competencia de la Junta de Andalucía y los grupos ecologistas. Sorprendentemente, ningún ayuntamiento de la cuenca planteó alegaciones, ni tan siquiera respondieron a la misiva. El informe favorable se ha publicado en el BOE el 27 de abril, de este año, lo que ha motivado la personación de la Sociedad Ecologista Alwadi-ira en el procedimiento.

El impacto derivado de las obras que se proyectan en el cauce del río, consistentes en la sustitución de vados por otros de igual o superior envergadura, la demolición del azud de El Morillo, la eliminación de restos de un azud en Alcalá de Guadaíra, que pudieran ser los del desaparecido molino de La Torrecilla y la construcción de una “escala para peces” en el molino de San Pedro tendrán, necesariamente, unas repercusiones desastrosas en las escasas láminas y sus ecosistemas asociados, lo que de facto nos distancia de las recomendaciones de la Directiva Marco de Agua. La CHG no entiende que no todos los ríos se comportan de la misma forma o están asociados a un rico patrimonio, como es el caso del Guadaíra.  

A estas alturas la CHG debería tener claro que lo más urgente para el río es recuperar un caudal con suficiente calidad química, eliminando los salideros de los colectores, las captaciones de aguas para riego, estableciendo controles eficaces sobre la industria contaminante, evitando la erosión que genera la agricultura, reforestando las riberas con especies autóctonas…, todo ello combinado con medidas que eviten la propagación de especies invasoras y recuperando el riquísimo patrimonio hidráulico de los molinos y zúas. La continuidad longitudinal de paso para la ictiofauna en el río Guadaíra se garantiza manteniendo limpios los cubos de los molinos y durante las crecidas del río, como ha venido sucediendo a lo largo de los últimos 1000 años.

Francisco Gavira Albarrán


viernes, 5 de junio de 2020

6ª Ruta: Sendero de los molinos.


Ruta: Antonio Gavira / Fotos: Antonio y Francisco Gavira
Este recorrido es de unos 5,5 kilómetros. El tiempo estimado es de 2,5 horas y la dificultad es baja. Tres elementos destacan en él: el castillo, que observarás durante la primera parte de nuestro itinerario; los molinos harineros y el río, que nos acompañará hasta el final de este agradable paseo.

Comienza esta propuesta en la plaza de El Derribo, que está flanqueada por la iglesia de Santiago, que data de los siglos XV y XVI. Nos dirigiremos por la calle Orellana hacia el Punto buscando la vía del tren.
Iglesia de Santiago desde la plaza de El Derribo

A nuestra izquierda, si elevamos nuestra vista, veremos el majestuoso castillo árabe (almohade), pero que sin embargo conserva numerosos restos de los siglos XIV y XV. A los pies del castillo veremos un túnel que no hace muchos años era camino obligatorio del famoso “tren de los panaderos”, aunque nuestro camino nos lleva en dirección contraria y paralela a la antigua vía. Algo más arriba, a la derecha discurre la carretera antigua de Alcalá a Sevilla.
Túnel del ferrocarril

Antes de llegar al molino de Realaje, tendremos que cruzar un pequeño arroyo, denominado de El Zacatín. Si lo cruzamos tendremos en frente el edificio del Adufe y a nuestra izquierda el molino de Realaje. Este molino, como casi todos los del río, es de origen árabe, aunque fue fuertemente reformado en el siglo XVII.
Molino de Realaje o Pie Alegre

Cruzar el río por esta zona puede resultar difícil, sobre todo en época de lluvias y puede ser peligroso. Regresaremos para cruzar por el puente del Dragón. Una vez que hemos cruzado el puente, si tomamos el camino de la derecha nos conducirá a la fuente de la Judía y los molinos de Vadalejos, fuente que, aunque hoy se encuentra seca, en otra época ayudaba con sus aguas a mover las piedras de los molinos, de los que aún hoy podemos contemplar uno de ellos.
Fuente de la Judía y molinos de Vadalejos

A la izquierda del puente del Dragón, el camino se introduce un trecho en un eucaliptal. Al dar una brusca curva a la izquierda, vemos de frente una impresionante panorámica del castillo, y en el centro, el santuario de Nuestra Señora del Águila, edificio mudéjar del siglo XIV; a la izquierda del castillo, la “Torre Gorda”, unida mediante un arco de medio punto a la muralla; a la derecha y bajando en altura se encuentra la iglesia de San Miguel, edificio mudéjar del siglo XIV muy reformado; y ya junto al río, en la otra orilla, podemos ver los restos del molino del Arrabal, cuya azuda fue destruida a principio de los años setenta.
Castillo, con la “Torre Gorda” en primer término
Panorámica, con San Miguel en el centro.

De nuevo en el camino, a nuestra izquierda nos encontramos con antiguas huertas de naranjos y olivares que han sido convertidos en parque, y un pequeño manantial, el de El Negro, que lo cruza.

Este primer tramo del camino se termina a la altura del puente, que algunos le atribuyen un origen romano, que fue restaurado en época de Carlos III.

Cruzaremos la carretera y veremos al otro lado el molino de La Tapada, del cual se conserva en bastante buen estado la atarjea.
Molino de La Tapada

De frente, el camino está flanqueado a su izquierda por unos impresionantes plátanos. En la otra orilla del río se encuentra el parque de San Francisco. Podemos ver una pequeña construcción que fue otro molino harinero, el de Las Eras, de 1605.

A la derecha del camino nos encontramos una altísima pared de albero, en cuya cornisa aparecen unos pequeños árboles y arbustos: encinas, almeces, acebuches, lentiscos, cornicabras, retamas, tamujales, etcétera. Más arriba, aunque no la podamos ver está la bella ermita de San Roque, construida en 1570.
Continuaremos el itinerario, y algo más adelante a la derecha del camino, vemos un pequeño bosquecillo de almeces de gran porte que han dado nombre a este bello rincón de Oromana, El Bosque.
El Bosque

Al salir del El Bosque entramos en un huerto de naranjos agrios que parece estar abandonado. Al salir de esta huerta, vemos enfrente el molino de El Algarrobo, que se conserva en bastante buen estado al igual que su azuda.
Molino del Algarrobo

Nuestro camino continúa por la Comba. Si miramos a la otra orilla del río, podremos ver un verdadero vergel: plátanos, paraísos, eucaliptos, álamos, olmos, adelfas, ricinos, zarzas, zarzaparrilla, rosales, cañas, carrizos… Se trata de la huerta de la Pañuela o antiguo vivero municipal, en cuyo recinto podemos observar gran diversidad de especies de aves, algunas de las cuales están protegidas: martín pescador, martinete común, garceta común, garcilla bueyera, polluelas, fochas, zampullines, mochuelos, lechuzas, mirlos, carboneros, carriceros, currucas capirotadas, petirrojos, jilgueros, verderones, herrerillos, etcétera.

Nuestro camino continúa por la Comba. Si miramos a la otra orilla del río, podremos ver un verdadero vergel: plátanos, paraísos, eucaliptos, álamos, olmos, adelfas, ricinos, zarzas, zarzaparrilla, rosales, cañas, carrizos… Se trata de la huerta de la Pañuela o antiguo vivero municipal, en cuyo recinto podemos observar gran diversidad de especies de aves, algunas de las cuales están protegidas: martín pescador, martinete común, garceta común, garcilla bueyera, polluelas, fochas, zampullines, mochuelos, lechuzas, mirlos, carboneros, carriceros, currucas capirotadas, petirrojos, jilgueros, verderones, herrerillos, etcétera.

Siguiendo nuestro recorrido, llegaremos a un pequeño puentecito encalado, restos de la atarjea del antiguo molino de Oromana, veremos a la izquierda sobre el río el molino de San Juan, y algo más adelante el molino de Benarosa embelleciendo el río con su imagen.
Molino de Oromana
Molino de San Juan
Molino de Benarosa

El camino se bifurca en dos. Nosotros tomaremos el que queda a la izquierda, llegando así a uno de los más bellos parajes del parque de Oromana, donde podemos encontrar gran variedad de árboles y arbustos: pinos piñoneros, cipreses, plátanos, paraísos, aligustres, olmos, almeces, eucaliptos, moreras, acacias de tres espinas, falsas acacias, encinas, quejigos, laureles, lentiscos, cornicabras, acebuches, tamujales, zarzas, rosales, etcétera. Pero no nos podemos quedar en él, tenemos que dejarlo atrás y adentrarnos en un camino que sigue paralelo al río, el cual en este tramo presenta una abundante cubierta vegetal compuesta de almeces, álamos, sauces, tarajes, adelfas, mirtos, zarzas, rosa mosqueta, cañas…; mientras que a la derecha discurre un cercado, la hacienda de Oromana.

Pronto el camino baja hacia el río, encontrándonos con unas vistas, que, aunque muestran el deterioro que ha sufrido todo este conjunto, no dejan de ser realmente impresionantes.

El río discurre a nuestra izquierda y a nuestra derecha aparece un enorme barranco coronado de pinos y eucaliptos, y en cuya pared aparecen el madroño, el mirto, el lentisco, la cornicabra, el espino blanco, el sauce, la madre selva, el matagallo, la zarza, el rosal, la adelfa, la higuera, el olmo… Si nos acercamos a esta pared de roca veremos que en algunos tramos está cubierta de culantrillo y que la misma pared deja caer gotitas de agua.

A nuestra izquierda se encuentra el molino de Las Aceñas, que, como casi todos los que embellecen este río, es de época árabe, aunque posteriormente en 1605 sufrió ampliaciones y reformas. Este rincón de Alcalá fue un lugar privilegiado para el baño y el recreo de muchos sevillanos y alcalareños en la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. Como nota curiosa, el caminante puede observar en la pared de la torre del molino un pequeño azulejo conmemorativo de la impresionante crecida de las aguas del Guadaíra en el año 1784.
Molino de Las Aceñas

En el entorno del molino aparecen unas construcciones medio derruidas, una de las cuales, la más pequeña, es el molino de Cajul, cuyas piedras eran movidas por las aguas de un magnífico manantial. Sus aguas limpias y transparentes, tras discurrir unos pocos metros entre juncias y mastrantos, vienen a alimentar el caudal del río Guadaíra.
Molino de Cajul

Con estas magníficas vistas, damos por terminado nuestro recorrido. Desde aquí hasta el recinto ferial solo nos separan unos metros, y allí podremos descansar en algunos de sus bares tomando unos refrescos, mientras conversamos sobre todo lo que hemos contemplado durante este día, del pasado, del presente y del futuro, de la riqueza natural, histórico-cultural, etcétera, de este pueblo que es Alcalá.
Mapa de la ruta: Antonio Gavira