domingo, 7 de febrero de 2021

Ruta a la hacienda de La Palma, por Marchamorón y Gallegos

 

Vista de la hacienda de La Palma / Textos y fotos de la ruta: Antonio y Francisco Gavira

La ruta que te proponemos tiene nueve kilómetros, se puede realizar en unas tres horas, incluidas las paradas, y es muy asequible para hacerla en familia o con los amigos. Dada su localización, son muy pocas las personas que se adentran en este rincón de nuestro término municipal, que, sin duda, merece la pena ser visitado. La época aconsejable para realizarla va de octubre a mayo. No obstante, es el inicio de la primavera el que nos permitirá disfrutar de la floración de la mayoría de las especies botánicas, sin que el sol nos castigue demasiado.

Desde Alcalá tomaremos la A-360, dirección Morón de La Frontera. En el cruce con la A-8100, cogeremos dirección Utrera. A un kilómetro doscientos metros pasa la vía pecuaria cordel de Gallegos. Podríamos comenzar la ruta en este mismo punto. Tendríamos que añadir 3,4 km., entre la ida y la vuelta, por un tramo del cordel que ha perdido casi toda la vegetación y anchura a manos del arado. Proponemos continuar por la vía pecuaria durante 1,7 km., hasta empezar a subir una suave loma, donde estacionaremos el coche.

A nuestra derecha veremos unos frutales pertenecientes al cortijo de Marchamorón [i], y a nuestra izquierda un padrón desde donde parte un camino perpendicular al cordel, que tomaremos para ir bordeando una de las pocas dehesas que aún nos quedan en nuestro término municipal. 

Después de 1,3 km., llegaremos al cordel de Marchamorón, que lo cogeremos a la derecha. En este primer tramo la dehesa siempre permanecerá a nuestra derecha, y la tierra calma, tierras que se dedican a cereal, a nuestra izquierda. Desde el sendero, entre encinas y alcornoques, se distingue un pozo abrevadero, testigo de la función ganadera que tuvo la zona en un tiempo pasado.

Dehesa de Marchamorón.

El cordel de Marchamorón, según un panel explicativo que veremos, tiene una longitud de 2,8 km., y una anchura de 37,61 m., que no se respeta en ningún punto de su recorrido. Parte del descansadero del Baldío, en la Cañada Real de Carmona, y termina en el cordel de Gallegos. Este último tramo, de 1,1 km., es el mejor conservado y delimita los términos entre Utrera y Alcalá. La vegetación más habitual está compuesta de palmitos, retamas, arrayanes, chumberas, olmos, ailantos, encinas, alcornoques, esparragueras, sobre todo burlagueras, entre otras especies de plantas.

Cordel de Marchamorón con la dehesa a la derecha.
Arrayanes en el cordel de Marchamorón.

Cartel explicativo del cordel de Marchamorón.

A nuestra izquierda, distinguiremos, algo distante, el cortijo de Consolación, aparentemente bien cuidado. El caserío se encuentra muy próximo a la línea que delimita los dos términos municipales.  Dos postes se han levantado al inicio del camino que da entrada a la finca, donde podemos leer “Cuca Noche” y “prohibido el paso”. Si no hacemos caso a la prohibición y nos adentrásemos, pasaríamos junto a la entrada del cortijo y, a 1,3 km. de la vía pecuaria, daríamos con los restos de lo que fue la hacienda de Cuca Noche, según el mapa topográfico y parcelario de 1944-1948, donde se señala también un pozo abrevadero [ii].

Cortijo de Consolación desde el cordel de Marchamorón.

Nosotros continuaremos por la vía pecuaria hasta conectar, nuevamente, con el cordel de Gallegos, que lo tomaremos a la izquierda [iii]. Al inicio de este nuevo tramo se encuentra, a nuestra derecha, un antiguo pozo. En los años cincuenta del pasado siglo, allí también existían unas chozas. Seguiremos de frente, flanqueados por abundantes palmitos, coscojas, lentiscos, retamas, olivillas, zarzaparrillas, torviscos, beleño macho, esparragueras y un largo etcétera de herbáceas.

Pastoreo en el cordel de Gallegos.
Pozo en el cordel de Gallegos.
Palmas y retamas en el cordel de Gallegos.

Pronto cruzaremos el arroyo de Rosalejos, que desemboca en el Guadairilla. Su cauce, seco, salvo en época de lluvias, cuenta con interesantes núcleos arbóreos y arbustivos que sirven de oteadero y refugio para aves rapaces como el águila perdicera o el milano negro [iv].

A continuación, la finca de Rosalejos, cuyo cortijo no podemos divisar desde el cordel. Aunque no se trataría de la antigua construcción [v], destaca por estar vallada por un enorme seto de un arbusto espinoso llamado Withania frutescens, que se propaga por la vía pecuaria. La vegetación continúa siendo abundante en este tramo, con beleños, rosales, zarzas, coscojas, jaras, lentiscos y, sobre todo, palmas y retamas.

Arbusto espinoso de frutos rojos llamado “Withania frutescens”.

Más adelante cruza el cordel de Mairena, cuyo trazado, en este punto, ha sufrido un importante desvío de facto. A nuestra izquierda, delimita una tierra calma, conocida como haza de Las Encinas y la finca de Rosalejos. Su continuación, a nuestra derecha, comienza seiscientos metros más adelante. Si continuásemos por él, nos llevaría a las proximidades del cortijo de Valdivieso, que también presenta instalaciones justo en el límite de los términos municipales.

En los últimos cien años, el hábitat de la zona se ha visto modificado de forma notable, repercutiendo en la avifauna, especialmente en las rapaces y las aves esteparias, como las grullas. Los palmares y pastizales arbolados suponían en 1918, exclusivamente en esta zona media de Gallegos, más de 500 hectáreas, en 1957 pasaron a unas 200, y hoy han desaparecido casi en su totalidad [vi].

Nosotros continuaremos por el cordel de Gallegos otros setecientos metros, hasta llegar a la hacienda de La Palma. En algunos mapas topográficos se la nombra como cortijo, pero se trata sin duda de una verdadera hacienda de olivar. La descripción que nos facilita Haciendas, cortijos y lagares de la Provincia de Sevilla es la siguiente: “Destaca la torre de contrapeso, rematada con un mirador, del que se conserva poco más que la escalera de acceso y una espadaña. Sabemos que la hacienda La Palma fue adquirida en 1738 por Juan Bautista López de Guzmán, un comerciante gaditano que seguramente la adquirió con lo que había ganado en el comercio americano. Precisamente ese año el maestro albañil Francisco Portillo intervino en su caserío, realizando la capilla. Todo ello pone en evidencia la antigüedad de este caserío” [vii].

En las inmediaciones de la hacienda podemos constatar la abundancia de material cerámico de diversa técnica, época y funcionalidad.

Hacienda de La Palma.
Restos arqueológicos apilados en el cordel de Gallegos, frente a las tierras de Marchamorón.

Después de la visita a la hacienda regresaremos sobre nuestros pasos, sin dejar el cordel de Gallegos, hasta nuestro coche. Dejamos atrás unos alcores menores, estos muy próximos al arroyo de Guadairilla. Con una altitud máxima de 60 metros, sustentados sobre calcarenitas, arenas, margas y calizas, con valores singulares de flora y fauna, y potencialmente muy rico en yacimientos arqueológicos por descubrir [viii].

Mapa de la ruta.

[i] Haciendas, cortijos y lagares de la provincia de Sevilla nos dice que “el núcleo del caserío se articula en torno a un amplio patio cuadrado. Su sencilla e irregular fachada está centrada por un simple vano, sobre el que aparece el nombre de San Francisco Javier, y rematada por un palomar. Además, aparece un azulejo con una cruz de San Juan, que el actual propietario asocia a que el cortijo fue al parecer propiedad de los frailes mínimos. En la mitad izquierda de esta fachada, de doble y desigual altura, y de la que sobresale una espadaña, se encuentra la vivienda del propietario y del casero. Por su parte, la mitad derecha es de una sola altura y está ocupada por una interesante cuadra articulada por una hilera de pilares en los que voltean arcos de medio punto”.

[ii] En esta zona se localiza el yacimiento arqueológico conocido como Cuca Noche.

[iii] En Vías pecuarias de Alcalá de Guadaíra, “Ruta de Gallegos”, 2008,  Antonio Gavira Albarrán nos dice que “sale de la cañada de Matalajeme antes de llegar a la hacienda de La Pintá, camina entre Los Bujadillos y La Pintada con dirección a la línea límite de este término con el de Utrera, al llegar al cual lo sigue en un Kilómetro aproximadamente, desprendiéndose de ella para dirigirse en línea recta a cruzar la carretera de Madrid-Cádiz por la casilla de Peones Camineros llamada de Mendieta. Atraviesa el camino de Alcalá de Guadaíra a Utrera, pasa entre el cortijo de Sanabria y otro cortijo (El Gallego), deja a la izquierda un rancho (La Armada) y a la derecha el cortijo de La Palma, cruza también el cordel de Mairena del Alcor a Utrera, que aparece muy intrusado, pasa por tierras del cortijo de Marchamorón, cruza también el cordel de Carmona a Utrera y ya por la línea divisoria de este término de Alcalá y el de Utrera, sigue hasta su terminación en la Cañada Real de Piedra Hincada, después de atravesar el ferrocarril de Utrera a Morón y a Osuna. La anchura de esta vía es variable a lo largo de su recorrido, pero nunca inferior a 45 varas (37.61 metros). En lo sucesivo se le considerará necesaria con una anchura uniforme de 45 varas. Su recorrido total es de unos 22 kilómetros.”

[iv] En el Mapa topográfico de 1944-48, una vez pasado el arroyo, se encontraba un par de pozos, una choza y unas ruinas.

[v] Ibid. Aparecen dos pozos con abrevadero, cortijo y ruinas.

[vi] A finales de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo pasado, mi abuelo, junto a mi padre y una burra, acudían a la zona para recolectar cogollos de palma que vendían en la tienda que tenía mi abuela en la esquina de la calle Padre Flores con la calle Nueva.

[vii] Cortijos, haciendas y lagares. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias de Andalucía. Provincia de Sevilla, 2, pág.907.

[viii] Por poner dos ejemplos, los yacimientos de Cuca Noche y La Palma no se encuentran recogidos en el PGOU de Alcalá. Por otra parte, Alwadi-ira denunció los restos arqueológicos apilados en el cordel de Gallegos.

 

domingo, 17 de enero de 2021

Ruta botánica por el Parque de Oromana y el molino de las Aceñas

 

Textos: Antonio Gavira Albarrán / Fotos: Antonio y Francisco Gavira Albarrán

La ruta tiene unos 7 kilómetros, es circular y de una duración de dos a tres horas, dependiendo de las paradas. El objetivo de hoy es aproximarnos a la rica biodiversidad vegetal existente en una zona mágica del Monumento Natural Ribera del Guadaíra.

Se inicia este itinerario en el hotel Oromana. El edificio es de estilo regionalista, construido por el arquitecto sevillano Juan de Talavera a finales de los años veinte del siglo pasado, al calor de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Desde sus bellas terrazas vamos a tener unas magníficas panorámicas del río Guadaíra, los molinos de San Juan y Benarosa, el recinto ferial, la hacienda Oromana y, a lo lejos, también, podremos apreciar el castillo de Marchenilla. Sobre todo, es de destacar la exuberante vegetación que envuelve el cauce del río y su entorno.

Panorámica desde el hotel Oromana.


Desde el hotel bajaremos por el margen izquierdo de la carretera, hasta situarnos junto a un panel informativo, al lado de una de las puertas de entrada al parque. A la izquierda, veremos un pequeño sendero que penetra en la cornisa, que tomaremos para ir descendiendo hasta llegar junto al río.

En este primer tramo vamos a poder observar una gran variedad de vegetación arbustiva y arbórea, donde se entremezclan las especies típicamente mediterráneas: pinos piñoneros y carrascas, almeces, moreras, acebuches, coscojas, lentiscos, cornicabras, espinos, retamas, madreselvas, hiedras, aristoloquias, zarzaparrillas, etcétera; con una gran variedad de plantas que han sido introducidas en este parque: plátanos, paraísos, eucaliptos, acacias de tres espinas, falsas acacias, cipreses, tuyas, casuarinas, pestosos, etcétera; y junto al río, alguna vegetación de ribera: álamos, olmos, fresnos, alguna adelfa, carrizos, zarzas, etcétera.

Descenso desde el cartel informativo hacia el río por el alcor.

Teniendo el río a nuestra izquierda, continuaremos nuestro recorrido en sentido contrario al descenso. Pronto divisaremos un pequeño puentecito encalado que forma parte de la atarjea del molino de Oromana, flanqueado por unos pestosos o ailantos¹. Una vez que lo pasemos, dos eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis Dehnh.), catalogados como árboles singulares, ya que poseen una altura de algo más de 30 metros, con una copa ovalada de más de 20 metros de longitud, y una casuarina, unos metros más arriba de una fuente aneja, merecerán nuestra atención. Un poco más adelante, junto al río, se ha catalogado otro ejemplar de eucalipto².

Molino de Oromana.

Eucaliptos y casuarina junto al molino de Oromana.


Continuaremos por la margen del río, hacia el molino de Las Aceñas. Inmediatamente podremos ver, a nuestra izquierda, el molino de San Juan, y algo más adelante, el molino de Benarosa, embelleciendo el Guadaíra con sus imágenes. Un poco antes de llegar a este último molino, entre un estrecho sendero que baja al pie de la azuda y el sentido de nuestra marcha, encontraremos el tocón de un lentisco (Pistacia lentiscus l.) que había sido catalogado como árbol singular y que han cortado, aunque podemos observar que han brotado algunas ramas.

Lentisco cortado, catalogado como árbol singular.

Unos metros más adelante, el camino se bifurca en dos. Nosotros tomaremos el que queda a la izquierda, llegando así a uno de los parajes más bonitos del Parque de Oromana, donde podemos encontrar gran variedad de árboles y arbustos: pinos piñoneros, cipreses, plátanos, paraísos, aligustres, olmos, almeces, eucaliptos, moreras, acacias de tres espinas, falsas acacias, encinas, quejigos, laureles, lentiscos, cornicabras, durillos, acebuches, tamujales, zarzas, rosales, etcétera. Subiendo unas escaleras, situadas a nuestra derecha, daremos con un camino interior donde se encuentra un pino carrasco (Pinus halepensis Mill.), de más de 31 metros de altura; próximo a él, una casuarina (Casuarina equisetifolia l.), de 27 metros de altura, y un ciprés de casi 30 metros (Cupressus sempervirens l.), también calificados como árboles singulares, sin duda, dignos de admiración.

Zona de concentración de árboles singulares.

Casuarina, pino carrasco y almeces.



Descenderemos al camino que traíamos, donde se localiza otro árbol singular, en este caso un almez (Celtis australis L.). Al salir del parque de Oromana, continúa el camino, presentando este tramo una abundante cubierta vegetal compuesta de almeces, álamos, sauces, tarajes, adelfas, mirtos, zarzas, rosa mosqueta, cañas, carrizos, yezgo, moreras, adelfas, pinos de repoblación, etcétera.

Pronto el camino se convierte en sendero que baja hacia el río, encontrándonos con unas vistas que, aunque muestran el deterioro que ha sufrido todo este conjunto, no dejan de ser realmente impresionantes³. El río discurre a nuestra izquierda y, a nuestra derecha, aparece un enorme barranco coronado de pinos y eucaliptos, y en cuya pared podemos encontrar: el madroño, el mirto, el lentisco, la cornicabra, el espino majoleto, el espino negro, el sauce, la madreselva, el matagallo, la zarza, el rosal, la adelfa, la higuera, la carrasca, el olmo, etcétera. Si nos acercamos a esta pared veremos que las margas azules están cubiertas de una especie de helecho, el culantrillo, y que la misma pared deja caer gotitas de agua. En este punto tenemos la única colonia de fresas silvestres conocida en Alcalá.

Rosa silvestre antes de llegar al Molino de Las Aceñas.
Culantrillo de pozo en el cortado, junto al molino de Las Aceñas.

Fresa silvestre junto al molino de Las Aceñas.

A nuestra izquierda se encuentra el molino de Las Aceñas, que, como casi todos los que embellecen este río, es de época árabe, aunque posteriormente, en 1605, sufrió ampliaciones y reformas. En el entorno del molino aparecen unas construcciones medio derruidas, unas de las cuales, la más pequeña es el molino de Cajul o Cajús, para el que reclamamos una pronta recuperación, de cuyas entrañas parece manar un torrente de aguas cristalinas.

Dejamos atrás Las Aceñas y continuamos por lo que fue la antigua huerta de La Alegría, una de las últimas huertas que se han incorporado a los parques, con discutible acierto, pues un terreno eminentemente húmedo ha sido reforestado con pinos, encinas, alcornoques, etcétera. Un lugar donde los numerosos manantiales permiten la proliferación de especies como el berro, el poleo o el mastranto, que inunda el lugar con su agradable aroma, si se dejan prosperar.

Mastranto junto a la huerta de La Alegría.

Continuando nuestro recorrido hacia el parque de San Juan, veremos junto al río los restos de unos fuertes muros que pertenecieron al llamado molino de Rabo de Zorra.

Cruzaremos el cuidado parque de San Juan (junto al polideportivo, un olmo de SiberiaUlmus pumila L.), creado sobre antiguas huertas que han sido reforestadas con numerosas especies autóctonas: madroños, durillos, olivillas, romero, lavandas, quejigos, encinas, alcornoques, pinos, almeces, algarrobos, etc., en un intento de recrear el bosque original termomediterráneo y en algunas zonas más húmedas y adecuadas: álamos, sauces, chopos, olmos, tarajes, etc.

Durillo en el parque de San Juan.

Así, llegaremos al polideportivo, en cuyas puertas nos encontraremos con un ciprés de los pantanos, o taxodium, una cupresácea (Taxudium distichum), que, entre sus características, destaca el ser de hoja caduca, catalogado como árbol singular. Este nos dará paso a la huerta de La Pañuela, antiguo vivero municipal, donde podremos ver un verdadero vergel: cipreses, taxodium (también catalogados), tuyas, acacia de Constantinopla, transparentes, almeces, plátanos, paraísos, eucaliptos, palmeras, moreras, azufaifos, acebuches, álamos, olmos, adelfa, ricinos, granados, zarzas, zarzaparrillas, ipomeas, rosales, cañas, carrizos, etc.; y junto a la alberca y el manantial, culantrillos, juncos, falso te (Bidens aurea) o mastranto, entre otros.

Ciprés de los pantanos, junto al polideportivo.

Al salir de este recinto llegaremos a uno de los rincones más bonitos de Alcalá, el parque de San Francisco, parque creado sobre las huertas y jardines del que fue monasterio del mismo nombre, verdadero jardín botánico donde podemos apreciar especies arbóreas de diversas partes del mundo, especialmente americanas, pino Wisconsin, árbol del amor, algarrobo loco o árbol de Judea, jacarandas, palmeras, parkinsonia o palo verde, falsa pimienta, acacia de tres espinas, grivillea, tuya gigante, buganvillas, etc., y otros como álamos blancos, almeces, tarajes, aligustres, paraísos, olivos, naranjos, rosales, etc. 

Este parque, debido a las especies que posee, su origen y antigüedad, los elementos arquitectónicos, el molino de Las Eras, construcción de 1605, y el lugar en el que se encuentra enclavado, merecería, por sí mismo, ser declarado jardín histórico.

Parque de San Francisco.

Desde aquí, regresando sobre nuestros pasos, hacia el molino de El Algarrobo, conocido también como de Hilario. Para ello, tendremos que pasar su azuda, pero antes podemos observar cómo el agua que cae por la pared, a nuestra izquierda, permite que se desarrolle el culantrillo de pozo.

El molino de El Algarrobo fue sometido a restauración en el año 2003, por lo que muestra un aspecto renovado. Si pasamos por su puerta, podremos seguir nuestra ruta por un camino que se encuentra junto a una charca, lugar de ocio para pescadores y donde es posible ver, además de patos, alguna polluela de agua. Este camino se adentra en un naranjal de naranjas agrias. Se trata de una antigua huerta donde aún se pueden encontrar los restos de una noria y albercas; y, junto a la casa, numerosos árboles frutales, limoneros, granados, nísperos, moreras, laureles, etcétera. Uno de esos laureles (Laurus nobilis L.), un azofaifo (Ziziphus zizyphus L.) y un níspero (Eriobotrya japónica Thunb. Lindl.) también se encuentran catalogados como árboles singulares.

Charca junto al molino del Algarrobo, con nenúfares blancos europeos.

Huerta con naranjos agrios junto al molino de El Algarrobo.


Si seguimos nuestro camino, llegaremos al lugar conocido como El Bosque, donde destacan, sobre todo, los almeces, que aparecen a nuestra izquierda, y unos enormes plátanos en la margen del río. También podemos encontrar, en sus escarpadas paredes, diversas especies de helechos, la doradilla, el culantrillo, la filicínea, pero destacan sobre todo el polipodio (Polypodium cambricum ssp.) y el ruscus aculeatus, por ser especies ya desaparecidas de estos contornos, que ya solo podemos encontrarlas en las sierras. Sobre el escarpe, que se aproxima al cerro de San Roque, tenemos el que quizás sea el mayor pino piñonero del parque de Oromana, con 29 metros de altura y un perímetro en la base de 4,15 m. Junto al río, unos plátanos de sombra. Uno destaca con sus 37,50 metros de altura y un perímetro en la base de 11,73 m.

Camino hacia el molino de La Tapada, con almeces, plátanos o higueras.

Polipodio en los cortados de El Bosque.

Algo más adelante veremos el molino de La Tapada. En este rincón se desarrolla parte de la obra del conocido escritor alcalareño Gutiérrez de Alba, La Tapada. Desde el molino de La Tapada, el camino sigue hacia la izquierda. Ascenderemos por un pequeño sendero, al denominado cerro de El Calvario, que nos conducirá hasta la ermita de San Roque, edificio de 1570, reedificado en 1886, donde se guarda una talla de Nuestra Señora de Belén de 1570.

Carrascas en dirección a la ermita de San Roque.

En una pequeña explanada, que se encuentra a media ladera, se desarrolla todos los años, en el amanecer del Viernes Santo, uno de los episodios más emotivos de la Semana Santa alcalareña. Tras el prendimiento de Jesús, en el puente, la Hermandad sube hasta este cerro de El Calvario, donde San Juan comunica la noticia a la Virgen María. Desde este privilegiado lugar podremos disfrutar de unas magníficas vistas de la ciudad, del castillo, del santuario del Águila, de la iglesia de Santiago, el puente, el parque de San Francisco, la Retama, etcétera.

Si rodeamos la ermita, veremos cómo el camino se adentra en los pinares de Oromana, donde se puede disfrutar durante todo el año, especialmente en otoño y primavera, de gran diversidad de especies de plantas, liliáceas, iridáceas, borragináceas, escrofulariáceas, leguminosas, cruciferáceas, compuestas, gramíneas, umbelíferas, malváceas, plantagináceas, ranunculáceas, papaveráceas… Estos pinos son de la especie pinus pinea (pino piñonero), y nos acompañarán hasta el final de nuestra ruta, de vuelta al hotel Oromana.

Pinos piñoneros de regreso al hotel Oromana.

¹El pestoso o ailanto, es una especie alóctona, invasora, cada vez más extendida por la ribera. Es urgente una actuación municipal que la erradique.

² Árboles y arbustos singulares del T.M. de Alcalá de Guadaíra. Dirección Científica: David Cristel Gómez Montblanch. Edita: Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra, enero 2014. He mencionado y situado en la ruta algunos ejemplares. Animamos a conocerlos todos. Algunos de los que aparecen en el libro han sufrido podas irregulares, por llamarlas de alguna manera.

³ El lamentable estado del molino de Cajul o Cajús, la Quinta de Regla o los vertidos de un posible emisario, comprometen una zona de gran valor natural e histórico. En todo caso, la existencia del Monumento Natural Riberas del Guadaíra y la conservación del conjunto tiene mucho que ver con la lucha de la Plataforma Salvemos el Guadaíra y la Asociación Ecologista Alwadi-Ira.

Mapa de la ruta, por Francisco Gavira.

viernes, 1 de enero de 2021

El molino de Tarifilla y el puente de hierro sobre el arroyo del Guadairilla.

 

Puente de hierro sobre el Guadairilla / Fotos: Francisco Gavira

La ruta de hoy es circular, tiene 5,5 km y no presenta ninguna dificultad, salvo que no es posible realizarla en época de lluvias. Es la zona del término municipal de Alcalá más alejada de su núcleo urbano, colindante con el de Los Molares.

Desde el caserío de Los Garrotales o San Francisco, por la cañada de Piedra Hincada, nos dirigiremos al lugar donde estuvo el molino de Tarifilla para intentar identificar alguno de sus restos. Continuaremos por la margen izquierda del arroyo del Guadairilla, en dirección Alcalá, hasta llegar a un puente de hierro, que lo cruza, perteneciente a la línea del ferrocarril Utrera-Morón de la Frontera. Desde allí, regresaremos al punto de partida, alternando el arroyo con la antigua vía del tren.


Caserío de Los Garrotales o San Francisco

Desde Alcalá cogeremos la carretera A-360, Morón de la Frontera. Cuando lleguemos a la vía pecuaria Cañada de Piedra Hincada, la tomaremos a la derecha para dejar estacionado el coche junto a unas chumberas. Frente a nosotros tenemos el caserío de Los Garrotales o San Francisco, una construcción que ya aparece en un mapa del Instituto Geográfico, de 7 de febrero de 1873. Continuaremos por la cañada, dejando a la izquierda el cortijo y unos corrales donde es habitual la presencia de caballos. A nuestra derecha, tierra calma. A trescientos cincuenta metros del punto de partida, cruza la antigua vía del ferrocarril Utrera-Morón de La Frontera que, inaugurada el 12 de septiembre de 1864,1 dejó de prestar servicios para pasajeros en los años setenta y en los noventa para mercancías. En este punto se ha formado un auténtico túnel vegetal compuesto por eucaliptos (Eucalyptus), ailantos, que conocemos popularmente como “pestosos” (Ailanthus altissima), y una falsa pimienta (Schinus molle). Allí, a nuestra izquierda aún podemos ver la arruinada garita del guardabarrera.

Cañada de Piedra Hincada.

Nosotros continuaremos de frente, unos cien metros más, hasta el arroyo del Guadairilla. A nuestra izquierda, olivos que, según un amigo, son de variedades italianas y griegas. El arroyo lo tomaremos corriente arriba, dejando los olivos a nuestra izquierda y un importante carrizal a nuestra derecha (Phragmites australis), que lo seguiremos durante doscientos metros, punto donde finaliza el término municipal de Alcalá y empieza el de Los Molares. Allí le entra al Guadairilla un pequeño arroyo o gavia, también cubierta de carrizos. Es la zona donde tenemos el reto de localizar los restos del molino de Tarifilla, que, según dicen, fue destruido en los años sesenta. Seguidamente, regresaremos a la vía pecuaria, hayamos identificados o no los restos del molino. Una vez que crucemos la “pasá” sobre el Guadairilla, cogeremos su vertiente izquierda en dirección Alcalá. Esta zona es conocida como La Marquesa.

Olivos, variedad italiana.
Carrizo donde estuvo el molino de Tarifilla.

No obstante, si continuásemos unos metros por la cañada, podríamos ver unos restos cerámicos pertenecientes al yacimiento arqueológico catalogado en el PGOU como Arql. 009, que pudo ser una villa romana. Hay otros en la zona. Luego, desandaremos lo andado, hasta situarnos junto al arroyo, para continuar con el recorrido propuesto.

En los primeros 750 metros, hasta llegar a la desembocadura del arroyo seco de San Julián, que más bien tiene pinta de gavia, predominan los eucaliptos, algún taraje y abundancia de carrizos. A nuestra izquierda, tierra calma.

Eucaliptos junto al arroyo del Guadairilla.

Una vez que hayamos vadeado el arroyo de San Julián, junto a los eucaliptos comienzan a aparecer también olmos (Ulmus minor), álamos blancos (Populus alba), tarajes (Tamarix africana), alguna higuera (Ficus carica)… La fauna tiene aquí un importante refugio que le es imprescindible para poder subsistir en un ámbito fuertemente antropizado.

Arroyo de San Julián desembocando en el Guadairilla.

Continuaremos nuestra marcha junto al arroyo de Guadairilla, hasta llegar a un puente de hierro que lo cruza. Es un buen momento para hacer una parada y sacar unas fotos del puente y los alrededores. Estamos, nuevamente, en la vía del ferrocarril Utrera–Morón de la Frontera, para la que se reivindica su conversión en vía verde.2

Puente de hierro sobre el Guadairilla.

Desde aquí, continuaremos unos metros hasta que podamos subirnos a la vía del ferrocarril para ver el armazón del puente desde arriba. Esta zona del trazado se encuentra salpicada de almendros (Prunus dulcis) y pitas (Agave americana).

Segundo tramo del Guadairilla.

Seguidamente, retrocederemos por la vía hasta poder situarnos en el lado opuesto al que traíamos. Cruzaremos por el cauce seco del arroyo (nosotros lo hicimos a primeros de octubre), para continuar en paralelo a la vía férrea unos cuatrocientos metros hasta poder cruzarla, nuevamente, y continuar de regreso junto al cauce del Guadairilla.3 En esta zona, la vegetación muestra un componente más acorde con la de ribera autóctona. Esta parte del recorrido fueron huertas hasta los años sesenta del siglo pasado. Una casetilla donde se alojaba la bomba o motor de un pozo dan fe de ello.

Pozo de una antigua huerta.
De regreso por el arroyo de Guadairilla.
Atardecer en el arroyo de Guadairilla.

Cuando empiecen a predominar, nuevamente, los eucaliptos, regresaremos a la vía del ferrocarril para seguirla hasta llegar a la cañada donde hemos dejado el coche.

Mapa de la ruta.

[1]Antonio Cuevas. https://antonicuevas.blogspot.com/2018/04/el-tren-de-moron-una-mirada.html. Los trabajos se inauguraron el 21 de octubre de 1860.

[2] https://www.acufer.es/conferencia-via-verde-utrera-arahal-moron/

[3] Existe una “pasá” unos doscientos cincuenta metros antes de llegar al puente de hierro, muy oculta por la vegetación.