miércoles, 28 de abril de 2021

NOTA DE PRENSA El grupo ecologista Alwadi-ira –Ecologistas en Acción-, se ha dirigido al Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra para comunicar un hallazgo arqueológico ubicado en el margen derecho de arroyo Guadairilla, a quinientos metros de distancia de la vía pecuaria “cordel de Mairena” y dentro del término municipal de Alcalá de Guadaíra.

 


Alwadi-ira en su escrito describe que se trata de una estructura de sillares de piedra caliza alberiza, con unas dimensiones aproximadas de 110x40 cm, formando dos filas paralelas, con relleno interior, que pudieran pertenecer a un puente que vadease el arroyo en ese punto. El hallazgo no ha podido ser datado aunque en todo caso se ha constatado restos cerámicos de época romana en las inmediaciones.


Alwadi-ira ha podido comprobar en la cartografía del PGOU que dicho yacimiento arqueológico no se encuentra catalogado, por lo que considera pertinente y necesario su estudio y protección mediante su inclusión en el Texto refundido NNUU de Alcalá de Guadaíra, BOP de 26 de abril de 1994, cuya actualización tuvo lugar el 15 de octubre de 2018. En concreto añadiéndolo a la relación del Artículo 447. Yacimientos Catalogados.

 


Para el grupo ecologista es urgente la comunicación a la Dirección General de Patrimonio Histórico y Documental, procediéndose según lo establecido en el artículo 50.1 de la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, de Patrimonio Histórico de Andalucía. En dicho artículo se recoge “ la aparición de hallazgos casuales de objetos y restos materiales que posean los valores propios del Patrimonio Histórico Andaluz deberá ser notificada inmediatamente a la Consejería competente en materia de patrimonio histórico o al Ayuntamiento correspondiente, quien dará traslado a dicha Consejería en le plazo de veinticuatro horas”.

También se indica que en el artículo 25.2 a) de la Ley 7/85 Reguladora de las Bases de Régimen Local se expresa que “El Municipio ejercerá en todo caso como competencias propias, en los términos de la Legislación del Estado y de las Comunidades Autónomas en las siguientes materias:

a)Urbanismo: planeamiento, gestión, ejecución y disciplina urbanística. Protección y gestión del Patrimonio histórico.”

Alwadi-ira finaliza su comunicación solicitando al Ayuntamiento que se persone un técnico en el lugar y realice la valoración de los restos aparecidos, que se comunique el hallazgo a la Dirección General de Patrimonio Histórico y Documental, que se realicen los trámites necesarios para la inclusión del yacimiento en el PGOU y se le informe de las acciones llevadas a cabo.


                             Alcalá de Guadaíra, 27 de abril de  2021.

 

Sociedad Ecologista Teléfono: 722398525 E-mail: alwadi.ira@gmail.com.   Web: www.alwadi-ira.es Alwadi-ira - Ecologistas en Acción.    Apartado de Correos, 226. 

martes, 13 de abril de 2021

Por la cañada de Benagila y los caminos de Guadalperal a la dehesa de Gallegos

 

Hacienda de Mateo Pablo 

La ruta tiene nueve kilómetros, es circular y no presenta ninguna dificultad. Se puede realizar en tres horas incluyendo las paradas para sacar fotos y disfrutar de los parajes agrícolas y naturales.

Desde Alcalá tomaremos la antigua A-376, dirección Utrera. A dos kilómetros y medio se encuentra la hacienda de Mateo Pablo [i]. El coche hay que dejarlo en un descansadero situado frente a la hacienda. Desde allí parten, en direcciones opuestas, el cordel del Rayo, la cañada de Matalageme y la cañada de Benagila.

Hacienda de Mateo Pablo

Hay que aprovechar este tiempo de finales de invierno y comienzo de la primavera, con temperaturas más agradables, para recorrer un itinerario con paisajes únicos. 

El primer tramo discurre en dirección noreste por la cañada de Benagila [ii]. A nuestra espalda, dejaremos la hacienda; a la derecha, la gañanía, distante de nosotros unos 150 metros; y a nuestra izquierda, un padrón compuesto por tuyas, acacias, chumberas, lentiscos, acebuches y cipreses, que dejan entrever un añejo naranjal.

Gañanía de la hacienda de Mateo Pablo.

A poco de comenzar veremos un pozo distante unos 40 metros de la vía pecuaria. Luego, un núcleo vegetal compuesto por higueras, acebuches y palmas, coronando un talud, vestigio de una antigua calera, casi imperceptible entre el follaje, que fue utilizada para satisfacer las necesidades de óxido de calcio de la hacienda, la cal. Desde esta atalaya, sembrada de restos cerámicos que pudieran pertenecer a una villa romana, la vega aparece ante nosotros cubierta con un manto verde de trigales. Donde no es así, diferentes tonos de ocres esperan las sementeras del garbanzo y el girasol. Y distinguiremos, en la cornisa de Los Alcores, el color albero de la hacienda de Zafra y el cortijo de Maestre.

Vistas desde el talud de la antigua cantera.

También nos impactará un imponente palomar cilíndrico, de estilo barroco, jalonado con una veleta, del que se dice fue construido para satisfacer a la realeza en sus visitas y estancias a la hacienda de Mateo Pablo, centradas en la cacería. Sea como fuere, lo cierto es que aún tenemos la oportunidad de contemplar algo insólito, que debería ser catalogado y protegido. [iii]

Palomar.

Continuando nuestra marcha, flanqueados por olmos, llegaremos a un humedal plagado de acebuches, lentiscos, eucaliptos y una abundante tipología de herbáceas, donde antaño estuvo la conocida como huerta de Benagila. Este oasis de vida vegetal, refugio de numerosas aves, tiene una extensión aproximada de cuatro hectáreas y, dadas las incursiones del arado en su perímetro, no parece que tenga garantizada su permanencia. [iv]

Anchura en uno de los tramos de la cañada de Benagila.

Estamos transitando por una antigua dehesa que perteneció al Consejo de Alcalá, conocida con el nombre de Guadalperal y que se extendía a ambos lados del arroyo de Guadairilla. En este tramo, la anchura de la cañada de Benagila se ha visto reducida a su mínima expresión, dos o tres metros, cuando deberían ser 90 varas castellanas, 75,22 metros [v]. De paso, también, han fulminado cualquier tipo de vegetación arbórea y arbustiva.

Trigales en Guadalperal.

Cuando alcancemos el camino de Cuesta Carretilla, lo cogeremos a la derecha, abandonando la vía pecuaria. El arroyo de Guadairilla lo vamos a tener a nuestra izquierda durante 1,7 km., hasta un punto donde es posible aproximarnos a su cauce.

En la ribera predominan los eucaliptos, aunque también es significativa la presencia de olmos, álamos, acebuches, lentiscos, zarzas, rosales silvestres, espinos majuelos… Entre los árboles y arbustos es posible ver zarzaparrilla, aristoloquia, rubia peregrina, amor del hortelano, candilitos, arum, acelga silvestre, nueza negra, brionia… y un manto de nidos de gorrión moruno desprendidos por el viento desde lo alto de los eucaliptos.

Bosque de galería en el arroyo de Guadairilla.

Después de adentrarnos unos minutos en la tupida arboleda del arroyo, desandaremos unos 200 metros, hasta situarnos en la entrada de un camino particular, perpendicular al de Carretilla, cuya entrada es custodiada por un longevo piruétano o peral silvestrePyrus bourgaeana.

Inicio del camino particular perpendicular al de Cuesta Carretilla.

Un viejo piruétano en Cuesta Carretilla.

Con el permiso oportuno, tomaremos este camino. Vamos en dirección sureste, con tierra calma a ambos lados y una atarjea a la derecha, vestigio de pretéritos regadíos. Ocasionalmente, contaremos con la presencia de alguna acacia. A estas hazas se las conocen con el sugerente nombre de El Pozancón.

Así, sin darnos cuenta, iremos tomando altura hasta llegar a un naranjal, perimetralmente abrazado por una hilera de cipreses. Aquí merece la pena hacer un alto en el camino para disfrutar, una vez más, de las vistas de Guadalperal, ya con una luz renovada y un ángulo diferente. Un cielo azul surcado por el vuelo de alguna rapaz.

Vista desde el naranjal. Trigales y el Guadairilla, al fondo.

En este punto giraremos a la izquierda para ir bordeando los naranjos hasta adentrarnos en la dehesa de Gallegos[vi]

Dehesa de Gallegos.

La dehesa de Gallegos cuenta con un importante núcleo de encinas bien conservadas y rebosantes de salud. Al pie de cada una de ellas han prosperado lentiscos y acebuches, mostrando una estampa poco común en nuestro término municipal. En un extremo, algunos ejemplares de pino piñonero, dignos de ser incluidos en el catálogo de árboles singulares, constituyen el soporte ideal para el tic-tac del picapinos, el único ruido que altera la paz entre olores a jara y menta poleo, en un espacio verdaderamente hermoso. Cuenta con una antigua vivienda, custodiada por un par de almendros y una higuera, una cochinera aneja y un pozo con una trágica leyenda, únicos vestigios de otra época mucho más rural.

Jara en la dehesa de Gallegos.
Pozo en la dehesa de Gallegos.

Regresaremos junto a los cipreses, para continuar por el camino que traíamos, hasta salir de la finca. Los naranjos permanecerán a nuestra izquierda, luego unos olivos y, a nuestra derecha, tierra calma. Dejaremos la gañanía, la hacienda de Mateo Pablo, una antigua venta, quedarán atrás la cañada de Benagila, los caminos de Guadalperal, el Guadairilla y nos emplazaremos para regresar, sin duda, en otro momento. Saramago dejó dicho que “un viaje no es más que el inicio de otro”.

Mapa de la ruta.

[i] La hacienda debe su nombre a su primer dueño, Mateo Pablo Díaz de Lavadero, marqués de Torre Nueva, título que le fue concedido por Felipe V, del que fue ministro de Hacienda, entre otros muchos cargos. Se casa con Manuela Petronila Urtusáustegui y Fernández Hidalgo, de una familia natural del valle vizcaíno de Gordejuela. “El origen de la hacienda se remonta a comienzos del siglo XVIII, en concreto a 1722, cuando debió iniciarse la construcción de su caserío, que se concluiría hacia 1733. Tiene 500 hectáreas. Estando la Corte en Sevilla, por complacencia, venían SS.MM. a esta hacienda a cazar y solazarse (Lampérez)”. En: Cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Sevilla, p.368.

“Tradicionalmente ha sido una explotación mixta, con una importante presencia del olivar, tierra calma, huerta y ganado, e incluso una pequeña extensión de pastizales y monte”.

https://ws147.juntadeandalucia.es/obraspublicasyvivienda/publicaciones/01%20ARQUITECTURA%20Y%20VIVIENDA/cortijos_haciendas_y_lagares_en_andalucia/cortijos_haciendas_sevilla/l_electronico/l1/files/assets/basic-html/page374.html

[ii] La vía pecuaria Cañada de Benagila discurre entre la antigua carretera Madrid – Cádiz (A-376) hasta el Descansadero de Trujillo. https://juntadeandalucia.es/boja/2002/127/71

[iii] Dentro del artículo 445 del PGOU: “Relación y fichas de edificios y elementos con Protección Estructural.”

[iv] También debería protegerse en el PGOU.

[vi] En 1918 contaba con una extensión de 7 kilómetros cuadrados, prolongándose hasta el lugar conocido como Bujadillo.

Monte en 1918.

NOTA DE PRENSA JORNADA DE MANTENIMIENTO PLANTACIÓN PINARES DE OROMANA

 


Alrededor de veinte personas socias del grupo ecologista Alwadi-ira –Ecologistas en Acción- participaron ayer domingo, día 11 de abril, en una jornada de mantenimiento de la plantación de pinos piñoneros ubicada en el pinar de Oromana, próxima a la ermita de San Roque.

La tarea comenzó a partir de las diez de la mañana y consistió en limpiar de hierbas los alcorques de los árboles plantados el pasado mes de diciembre. Además, se le colocó a cada ejemplar un palo para balizarlos con el objeto de que cuando el pasto del pinar sea desbrozado, los operarios puedan visualizarlos y no sean eliminados. El trabajo finalizó con el riego de todos los árboles. En todo momento se siguieron las medidas de seguridad establecidas contra la pandemia provocada por el covid 19.

Esta actividad se realizó en pleno pinar de Oromana, en las inmediaciones de la ermita de San Roque, y es otro granito de arena aportado por Alwadi-ira para hacer frente al cambio climático.   

 

                             Alcalá de Guadaíra, 12 de abril de 2021.

 

Teléfono 722398525. E-mail: alwadi.ira@gmail.com. Web: www.alwadi-ira.es. Alwadi-ira - Ecologistas en Acción. Apartado de Correos, 226. 

sábado, 20 de marzo de 2021

PLANTACIÓN DE ÁRBOLES PARA LA RECUPERACIÓN DE CAMINOS PÚBLICOS

 

Desde el Colectivo Ecopacifista Solano - Ecologistas en Acción emprendemos una nueva campaña de puesta en valor y defensa del patrimonio que constituyen los caminos públicos rurales y las vías pecuarias. Ambas vías de comunicación sirvieron en el pasado para vertebrar el espacio rústico, potenciar el intercambio comercial entre las zonas rústicas y las ciudades y facilitar el acceso a las zonas con mejores pastos para el ganado. Hoy en día, han perdido gran parte de su función comercial, pero constituyen una valiosa herencia, un rico patrimonio de todos que debe servir de soporte para las nuevas demandas de ocio, deportivas, turísticas y culturales de la sociedad actual. Además, forman corredores ecológicos importantísimos para el mantenimiento de la biodiversidad, la calidad de vida y la conservación del medio ambiente.

Este próximo domingo 21 de marzo estáis todos invitados a participar en la plantación para reforestar un tramo del camino de Cantosales y otro tramo del Cordel de Sevilla.


jueves, 18 de marzo de 2021

Arroyo de El Santo-Sierro: un viejo peral y una humilde moneda.

 

Fotos y mapa de la ruta: Antonio Gavira

Una luminosa mañana de un 8 de abril de 2017, primavera avanzada en esta dura tierra que, tras un estío verdaderamente inhóspito, la metamorfosis otoñal transforma en un paisaje bucólico que se prolongará todo el invierno y gran parte de la primavera, decidimos volver, una vez más, a este rincón de Morón de la Frontera para continuar la búsqueda de orquídeas en el Alto Guadaíra.

Nos acercábamos por la vereda de Morcillo, entre olivares y tierra calma. A la altura del cortijo de Pozo del Rosal nos desviamos a la derecha, por un carril ya conocido. El camino, que asciende una pequeña loma, da paso a la cabecera del arroyo de El Santo.

Con El Sierro como referencia, descendimos hacia un vallecillo entre cerros alomados, unos cultivados y otros dedicados a la ganadería caprina y bovina. El cadáver de alguna res se encontraba en el cerro más cercano y un gran número de buitres, unos girando en círculos en el cielo y otros ya agrupados en el suelo, parecían querer dar buena cuenta de los restos.

Dejamos el vehículo en un pequeño puerto, línea divisoria entre la cuenca del Corbones y el Guadaíra y, volviendo sobre nuestros pasos, buscamos entre el vallado un conocido portillo que nos proporcionó acceso a las tierras que deseábamos recorrer. Tras pasear unos metros por un cómodo camino, apareció a nuestra izquierda el blanco brocal de un pozo, cofre que guarda el tesoro más valioso de estas tierras, el agua, y un pequeño abrevadero.

Desde una grieta en la base del brocal, las escasas aguas fluían suavemente formando pequeños meandros y charcas, donde algunos insectos eran observados ávidamente por varias ranitas que a nuestro paso desaparecieron bajo unos níveos ranúnculos acuáticos.

Continuamos la marcha, pues nuestro objetivo era estudiar las orquídeas que pudieran crecer en la zona, aunque pronto nos encontramos con una dificultad, un vallado levantado a base de viejas traviesas de algún antiguo tren que dejó de prestar sus servicios y que fue desmantelado para dar mejor uso a sus maderas.

Más allá, el camino se convirtió en algo menos que una senda que, discurriendo paralela al arroyo, se ceñía a la empinada ladera de un monte descarnado que mostraba sus entrañas yesíferas. Pronto se abrió ante nosotros una pradera, abrazada por su izquierda por El Santo y por su derecha otro arroyo, aún más pequeño e innominado, que va a nacer en una no muy lejana olmeda en las cercanías del cortijo de los Tres Pozos.

En esta pradera, entre la miríada de florecillas, encontramos las primeras orquídeas, flores tan excepcionales por su semejanza a insectos u hombrecillos, como por sus nombres que reflejan fielmente sus formas: flor de la abeja, flor de la avispa, abejera oscura, moscas, abejorros, flor del hombre ahorcado, flor de los hombrecillo y quizás el más sugerente, espejo de Venus, con su metálico espéculo barbado.



Pero lo mismo que encontramos estas plantas, nos volvimos a encontrar con un nuevo vallado y sus respectivas traviesas, aún más alto y difícil de sortear. A ras de suelo vimos un paso de animales y, como ellos, nos arrastramos para poder sortear el nuevo obstáculo. 

Al pie de una alta loma, en cuya cúspide pastaba tranquilamente un rebaño de vacas retintas, iniciamos nuestra marcha en dirección Sur. Hacia ellas nos dirigimos subiendo suavemente la pendiente, fotografiando y anotando la ubicación de las orquídeas que localizábamos, hasta alcanzar su cima, un pequeño cerro culminado por un majano desde el que se divisaban otros vallecillos y barrancos en el entorno, que vertían sus escasas aguas al Salado.

Las vacas siguieron con su incansable rutina de rumiante. El sol siguió recorriendo la bóveda celeste, y nosotros, tras tomar unas fotos para el recuerdo, decidimos iniciar un suave descenso entre la verde hierba de la ladera, donde apreciábamos multitud de orquídeas amarillas y negras, buscando nuevamente el arroyo de El Santo, disfrutando de la luz y los colores del paisaje primaveral.

Cerca ya del arroyo Salado, en el que vierte sus aguas El Santo, decidimos vadear su abarrancado cauce junto a un esquelético taraje y, no sin esfuerzo, cruzar a los cerros de la margen izquierda, pues su orientación al noroeste, hacía de sus laderas lugares más frescos y umbríos, características que las orquídeas no suelen dejar pasar.

En esta vertiente no había caminos. Por aquí y por allá nos incorporábamos a lo que parecían sendas vaqueras que terminaban difuminándose entre la vegetación de espinos, lentiscos, matagallos, rosales, romeros y aulagas, para volver a aparecer en algunas praderas donde nuevamente volvimos a encontrar pequeños rodales de orquídeas, algunas ya conocidas, pero otras, de atractivos colores violáceos y rojo tinto, resultaban nuevas, por lo que las capturamos y las añadimos a nuestra colección digital para su posterior reconocimiento.

Decidimos ascender las empinadas laderas, ya que, por momentos, las sendas y la pendiente se habían tornado algo peligrosas. La vegetación, a la que nos agarrábamos como a un salvavidas, parecía impedirnos el paso. Poco a poco fuimos tomando altura, hasta alcanzar la dorsal de esta cadena de cerros. Tras el esfuerzo, acalorados por la subida y la temperatura que, como nosotros, había ido elevándose, descansamos un momento disfrutando de una panorámica extraordinaria. Muy cerca, casi a nuestros pies, se encontraba el encajado cauce por el que discurre el arroyo Salado. Frente a nosotros los pinares de repoblación de Las Beatas, a su izquierda los pináculos del Tranquero y, algo más lejos, el impresionante farallón de La Serena, vértice geodésico coronado por el vuelo de los buitres.

Mientras observábamos el escenario, nos llamó la atención un árbol solitario. Al acercarnos comprobamos que se trataba de un viejo peral silvestre, a cuyos pies existía otro amontonamiento de piedras, casi imperceptible entre el manto de vegetación, que dejaba intuir los restos de alguna humilde morada, convertida en un túmulo en el que habitasen únicamente los recuerdos de aquellas gentes que, en otro tiempo, ya muy lejano, poblaron este rincón de la serranía.

Al abandonar el lugar con la mirada baja, ensimismados por la belleza del paisaje y  meditando sobre la ardua tarea de vivir, generación tras generación, es este apartado lugar, nos llamó la atención algo redondo y metálico semienterrado en la tierra: una moneda, una humilde moneda de cobre de 5 céntimos, de cuando reinaba en España Isabel II, que alguien, más necesitado que nosotros, había perdido hacía más de 150 años.

Depositando la moneda al pie del viejo peral, marchamos a paso vivo en dirección norte, por la dorsal de estos abarrancados cerros, cuando, con un sol de justicia que parecía expulsarnos de estas tierras y, tras rodear, pues ya estábamos agotados para coronar, una alta colina, nos encontramos a otro grupo de rumiantes bajo unos eucaliptos y, junto a la arboleda, una pequeña fuente y junto a la fuente, su abrevadero, cuyas aguas completaban la triada de pequeños manantiales que alimentan y forman el arroyo de El Santo.

Cruzamos el lugar sin detenernos y, al ascender una suave cuesta, el camino quedó interrumpido por un nuevo vallado, sus correspondientes traviesas y por una gran cancela que daba acceso al camino que nos llevaría de vuelta al coche y que no dudamos en saltar sin contemplaciones.

Contentos por el gran número de orquídeas que habíamos recolectado en nuestras cámaras, rodeamos El Sierro, casi una montaña con sus más de 390 m.s.n.m., en cuya cúspide sobresale el roquedo calizo que, desde las profundidades de la Tierra, a duras penas ha conseguido emerger entre los materiales del Trías y donde el hombre, desde el Paleolítico, ha dejado huella a través de su industria, persistiendo, aún hoy, en el intento de no abandonar estas sierras.

Llegados al coche con el sol del medio día, iniciamos la vuelta hacia la vereda de Morcillo dejando a nuestras espaldas El Sierro, El Santo, buitres, orquídeas, un viejo peral, testigo de vidas y recuerdos, ya casi olvidados, y una pequeña y humilde moneda de 5 céntimos.



Antonio Gavira Albarrán

lunes, 1 de marzo de 2021

Ruta por los caminos de Maestre a la hacienda de Zafra

 

Vista de la hacienda de Zafra / Fotos: Antonio y Francisco Gavira

La ruta propuesta es de nueve kilómetros, y el tiempo estimado para realizarla de tres horas contando con las paradas. No presenta ninguna dificultad, salvo para aquellas personas que no están acostumbradas a andar. Recomendamos hacerla en los días claros para poder disfrutar de las vistas desde el alcor.

El punto de salida lo hemos situado al final de la avenida de Portugal, en el aparcamiento que hay junto a un área recreativa infantil. Allí, un panel informativo, situado al lado de unos eucaliptos, describe el camino de Maestre, la flora y la fauna que es posible encontrar.[i]


Panel explicativo del camino de Maestre, situado junto al aparcamiento.


El camino de Maestre es uno de los más transitados de nuestra localidad, aunque aún por descubrir; allí estuvo emplazado un campamento de prisioneros republicanos.

Hoy, los caminos, sin perder su función histórica, que consistía en comunicar poblaciones, haciendas, cortijos, ranchos, ganados y mercancías, desempeñan un papel imprescindible para mantenernos conectados con el medio natural, cultural e histórico, como seguidamente veremos.

Los primeros seiscientos metros se encuentran asfaltados, aunque en muy mal estado. Muy pronto aparecerá, a nuestra izquierda, la hacienda de Oromana, seguida del cortijo de Olivera y, entre ambos, un camino que, si lo tomásemos, nos conduciría al llamado “Rincón de Alcalá” [ii]. Hemos dejado atrás las instalaciones del club de tenis, las ruinas del camping Oromana, una zona de pastos, semiarbolada, hasta que hemos llegado a unas huertas de naranjos poco cuidados, donde nos sale un camino a la derecha [iii]. Nosotros continuaremos de frente.

Hacienda de Oromana.
Cortijo de Olivera.
Camino de Maestre, llegada al cortijo.

Doscientos cincuenta metros antes de llegar al cortijo de Maestre, el camino aparece flanqueado por almeces, algarrobos, retamas, pitas, olmos y chumberas, otorgándole una de sus mejores estampas.

Cuando lleguemos al cortijo, justo en la entrada, una fuente es la encargada de saciar la sed y refrescar al caminante y a los cada vez más numerosos ciclistas.

Cortijo de Maestre.

La situación del cortijo, sobre el alcor, a unos 80 metros sobre el nivel del mar, le permite dominar la vega del Guadairilla y el Guadaíra hasta la sierra de Esparteros, en Morón de la Frontera, el pico de El Terril e incluso, en los días claros, la Sierra de Las Nieves.

Panorámica desde el alcor en Maestre.

El edificio principal tiene la entrada orientada al suroeste, dando acceso a un patio empedrado con pozo alrededor, del cual se disponen las distintas dependencias. El cortijo parece ser que se erigió sobre, o junto a, los restos de una villa romana, de la cual quedarían pocos vestigios, destacando una galería para el abastecimiento de aguas.

En cuanto a los actuales propietarios, se trata de una familia que remonta su origen en Alcalá “a un noble belga, procedente de Brujas, apellidado Meester, hijo de Taussaints Meester, natural de Flandes, y de doña Magdalenat Aernout, que, al naturalizarse español, castellanizó su apellido pasando a llamarse Diego Maestre Aernout, que compró la finca La Lucenilla en 1694, conocida hoy como cortijo de Maestre. Esta finca fue heredada sucesivamente por sus descendientes hasta el día de hoy” [iv]. También adquiriría El Toruñuelo y Balóbrego.[v]

Una vez dejemos el cortijo, el camino comienza a descender el alcor [vi]. A unos quinientos metros, a nuestra izquierda, veremos un edificio en ruinas que estuvo dedicado a boyeriza; los animales que operaban en la finca antes de su mecanización. Inmediatamente llegaremos al arroyo de Guadairilla, que lo tomaremos a la derecha.

Descenso al arroyo del Guadairilla.
Boyeriza, con el cortijo de Maestre al fondo.

Este arroyo ofrece un magnífico bosque de galería; un túnel vegetal de gran belleza y frescura, cuajado de olmos, espinos majuelos, algunos álamos y eucaliptos. Si te fijas bien, encontrarás la entrada a una pequeña y mágica isla abrazada por el arroyo.

Continuando junto al arroyo de Guadairilla y luego a un arroyuelo, llegaremos al camino conocido como Cuesta Carretilla [vii], que lo atravesaremos para continuar de frente, durante un kilómetro cuatrocientos metros. Al tratarse de un camino particular, debemos contar con el permiso de la propiedad. Desde esta posición, al contemplar el perfil del alcor y la hacienda de San José de Buena Vista o Zafra, nos reafirma, una vez más, la belleza paisajística de la cornisa de Los Alcores y la necesidad de su preservación.[viii]

Arroyo de Guadairilla.
Hacienda de San José de Buena Vista o Zafra, desde el camino particular.

Durante el invierno, junto al camino, podemos ver algún narciso blanco (Narcissus papyraceus), algunas setas y abundante de jaramagos (Sinapis Alba). Por lo demás, tierra que espera ser sembrada o en la que ya despuntan los trigales.

Narciso blanco silvestre.
Setas entre trigales.
Cuando lleguemos al final, cogeremos a la derecha. Estamos en el camino de Benagila. En este tramo, tenemos a nuestra izquierda tierra calma y a la derecha una gavia. En los primeros trescientos metros, seguida de un padrón donde sobrevive algún viejo olivo, algunas palmas cuajadas de esparragueras, chumberas bombardeadas por la   cochinita y algunas pitas, de las que fueron utilizadas hasta los años sesenta como casitas para las tomateras de secano que abundaban en nuestro término municipal. El seto se prolonga con una importante masa de pinos y lentiscos, que se han plantado entorno a la hacienda; un buen ejemplo a seguir en la cornisa de Los Alcores. A la izquierda, un cerrado donde, a veces, es posible encontrarnos con vacas y caballos sueltos o con sus jinetes. 

Ganado vacuno junto a Zafra.

En los años veinte del siglo XIX, la hacienda de Zafra estuvo muy relacionada con la escritora Cecilia Böhl de Faber, más conocida por su seudónimo, Fernán Caballero [ix]. La finca pertenecía a su segundo marido, Francisco Ruiz del Arco, marqués de Arco Hermoso. Con toda seguridad, fue un lugar inspirador para su trabajo literario y el lugar donde estuvo hospedado, por invitación suya, Washington Irving, antes de su famoso viaje a Granada. La hacienda sería adquirida por los Maestre a mediados del siglo XIX.

Hacienda de Zafra.

“El marqués de Arco Hermoso y su familia”, pintura de Antonio Cabral Bejarano, en la que se distingue la hacienda de Zafra al fondo. Colección Particular.

Así, llegaremos hasta el camino de Los Molinos, según el mapa topográfico y parcelario de 1944, que tomaremos a la derecha, hoy asfaltado hasta el hotel de La Boticaria.

 
Camino de Los Molinos, junto a La Boticaria.

El inmenso hotel de La Boticaria y sus posesiones han ocupado más de ochenta hectáreas del alcor. No ha estado libre de polémica, ya que sus inicios estuvieron asociados a la construcción de un campo de golf, en plena cornisa, que no prosperó.[x]

En este tramo, dejaremos atrás un abrevadero, junto a un eucaliptal venido a menos por la enfermedad que padecen la mayoría de los eucaliptales de la zona y las cortas incontroladas. Así, llegaremos al cruce con el camino de Cuesta Carretilla, que tomaremos a la izquierda.

Camino de Cuesta Carretilla, de regreso a Alcalá.

Enfilamos el último tramo de la ruta, el menos atractivo. En el inicio, un padrón repleto de pitas y retamas le proporcionan un punto natural al entorno. Más adelante, un pequeño pero interesante pinar, muy frecuentado los fines de semana, dará paso a uno de los desaguisados urbanísticos más emblemáticos de nuestro término municipal, donde se mezclan los efectos de la especulación, la extracción de albero, los basureros incontrolados y los tiros de escopeta que interrumpen la tranquilidad de los paseantes, los vecinos y la fauna.

El Club de Tenis Oromana y las instalaciones de Paz y Bien serán las últimas referencias, antes de llegar al aparcamiento donde comenzamos nuestra ruta.

Mapa de la ruta: Francisco Gavira.

[i] El panel debería actualizar la información que facilita. Por ejemplo, el camping Oromana no existe desde hace años, y colocarse en un punto donde se pudiese leer con facilidad.

[ii] Esta es la alternativa al camino de Oromana que pasaba por la puerta de la hacienda y que terminaba en el molino Hundido o del Rincón. Hoy no es posible llegar allí por dicho camino, pero sí al Rincón de Alcalá y a las Aceñas.

[iii] A la derecha sale un camino que no debemos tomar, es el de Los Molinos a Los Palacios III.

[iv] Leopoldo de Trazegnies Granda: La hacienda de Cecilia. En Los Alcores. Crónicas visueñas. Ediciones Grafein. Barcelona, 2009.

[v] Sus descendientes irían agrandando el mayorazgo con nuevas adquisiciones de tierras, entre ellas la hacienda de San José de Buena Vista o Zafra.

[vi] Perpendicular a la entrada al cortijo de Maestre sale un camino que no debemos tomar.

[vii] Una buena parte de la vegetación que podemos ver en este punto es fruto de una plantación promovida por el grupo ecologista Alwadi-ira: álamos, lentiscos, acebuches, tarajes, espinos…

[viii] Calificada como paisaje sobresaliente en el Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla (Potaus), aunque permanentemente amenazada.

[ix] Leopoldo de Trazegnies Granda dice que “Cecilia Böhl de Faber, en sus largas estancias en la hacienda de Zafra, en la década de los años de 1820, menciona en varias ocasiones a sus amigos los Maestres, que vivían en un cortijo muy próximo a su hacienda”. La hacienda de Cecilia, en Los Alcores Crónicas Visueñas. Ediciones Grafein. Barcelona, 2009

[x] Campo de golf de 18 hoyos, para el que se pretendía captar el agua de un importante número de pozos de la zona.