lunes, 27 de septiembre de 2021

DESDE EL CASTILLO DE LUNA A LOS MOLINOS DEL ALCAUDETE.

Castillo de Luna

La ruta de hoy tiene 8 km. Lineal. De dificultad baja. Una duración de tres horas. Para hacer preferentemente de octubre a mayo.  Calificación Notable. 

El castillo de Luna tiene su origen en una torre árabe llamada Mayrena. La construcción se llevó a cabo durante los siglos XIV y XV. Al siglo XIV corresponde el patio de armas y al XV, el antemuro, el foso y las troneras de artillería. 

El castillo de Luna es muy conocido porque a principios del siglo XX, 1902, el arqueólogo inglés Jorge Bonsor lo compra y, tras las obras necesarias para hacerlo habitable, instaló en él su residencia. Bonsor falleció en 1930 y su viuda en 1979. 

Hoy día el castillo es propiedad de la de la Junta de Andalucía a través de la Consejería de Cultura y en su interior se ha instalado la denominada colección Bonsor. 

El punto de encuentro es el Castillo de Luna, en Mairena del Alcor, aunque antes de comenzar debemos organizarnos y llevar algunos vehículos hasta los molinos del Alcaudete para luego no tener que hacer la ruta nuevamente. 

Molino de La Tranca.

Desde allí nos podemos dirigir hacia el arroyo de Los Molinos del Campo, donde aún es posible contemplar los restos de cuatro molinos harineros, el de la Latera, que disponía de lavadero público, el de La Tranca, el de Los Arcos, y el del Culebro. 

Molino de Los Arcos.

Podemos hacer una breve visita al molino de Los Arcos y, si nos atrevemos, subir a su atarjea, formada por una impresionante arcada y acercarnos a los cubos. El agua del arroyo era desviada hacia la atarjea donde iba tomando la altura necesaria para que, al precipitarse a través de los cubos, generase la energía que debería mover el rodezno y las piedras e iniciar de esta forma el proceso de la molienda. 

Molino del Culebro.

Tras la breve pausa para visitar el arroyo de Los Molinos, tomaremos la calle de la Mina hasta la fuente de Alconchel, que mana ininterrumpidamente desde hace cientos años. Desde aquí nos dirigiremos hacia la vía pecuaria Cordel de Marchena, que irá descendiendo entre olivares y campos de labor. Este lugar nos permitirá visitar el sitio conocido como Santa Lucía, donde aún son visibles los restos de la antigua ermita del mismo nombre, de origen medieval, pero construida sobre una edificación de origen romano. De esta manera nos incorporaremos a la antigua vía de tren Sevilla Carmona, hoy día denominada “Vía Verde del Alcor”. Tomaremos dirección hacia el Viso del Alcor, dejando atrás lugares de gran interés arqueológico como Las Pañuelas, Santa Lucía, Tablada, con 173 m.s.n.m., y el parque y arroyo de La Muela, ya en el Viso del Alcor, donde podemos descansar un momento para reponer fuerzas. 

Atarjea fuente de La Muela.
Fuente del Alconchel.

Continuaremos la marcha dejando a tras el matadero comarcal. A un kilómetro y medio la vía es cruzada nuevamente por otro arroyo, el de La Alunada, dejamos a la derecha el cortijo del Moscoso, y tomamos a la izquierda el camino que penetra nuevamente en el alcor. Este camino nos llevará hasta una fuente con abrevadero. A la derecha, y algo más arriba, un vallado de chumberas nos indica el inicio de la vía pecuaria que deberemos tomar. Esta vía pecuaria se denomina Cordel de La Alunada, y su anchura legal constante debería ser 37.61 m. Al discurrir por la falda de Los Alcores, este evitaba los terrenos más arcillosos y pesados de la Vega, que en épocas de lluvias se hacían impracticables para el tránsito de personas y ganados. Las panorámicas desde este lugar son muy interesantes durante todo su recorrido. Se observa como el Alcor se hunde en la Vega formando el escalón característico; El Salado que discurre zigzagueante hasta unirse al Guadaíra; las cercanas sierras de Espartero, Montellano, el Tablón… 

La Tablá.
Cortijo del Moscoso. Ruinas.

El camino va dejando a tras algunas parcelas, atraviesa unos corrales de ganado ovino, unos chopos junto a un manantial y, tras cruzar un pequeño arroyo de aguas limpias, llega a otro abrevadero, esta vez abandonado, junto a uno de los molinos del arroyo del Alcaudete. Desde este lugar nos dirigiremos, acompañando al arroyo, hasta la ermita del Alcaudete, donde daremos por finalizado el recorrido. 

Vía verde. Antiguo trazado del ferrocarril Sevilla-Alcalá y Carmona. El tren de los panaderos.

Molino de San Nicolás en Alcaudete.
Túmulo de La Motilla y Alcaudete.

Junto a este lugar se encuentra una gran elevación que sobresale del alcor, se trata del túmulo de La Motilla. Este gran montículo está formado por la acumulación de todo tipo de materiales, tierras, piedras, restos cerámicos, etc. y parece pertenecer a la edad del bronce. En la cumbre es posible ver un gran pilar y dos pozos que parecen haber sido silos. 

Mapa de la ruta.

Antonio Gavira Albarrán. 


domingo, 26 de septiembre de 2021

Réquiem por Bucaré

 

Dehesa de Bucaré

Reinterpretar la realidad, fabricar una apariencia de prosperidad que legitime el acrecentamiento de la degradación ambiental, es a lo que nos tienen habituados los dos grandes partidos sistémicos. Esto es lo que hoy está sucediendo con las fotovoltaicas. Ejemplos paradigmáticos son los que gobiernan en Alcalá y Carmona. Nos quieren hacer ver las bondades de una gestión totalitaria y mercantilista del medio ambiente, donde se perpetúan las ganancias de los de siempre, los fondos de inversión, sin importarles lo más mínimo nuestro suelo, el paisaje, la flora, la fauna o una ordenación racional y razonada del sector.

 

Otra vez nos ha tocado a Andalucía, como con los vertederos, el papel de zona de sacrificio. Que exista un Programa Coordinado de recuperación del río Guadaíra, zonas calificadas de Paisaje Sobresaliente, yacimientos arqueológicos, afecciones al acuífero, acuerdos del Pleno para crear el Parque Cultural de Los Alcores, que los proyectos no tengan en cuenta los impactos sinérgicos de su acumulación con otros ya existentes…, no importa. Ya hemos forrado más de un 12% de nuestro Suelo No Urbanizable con placas o proyectos, sin contar las líneas de evacuación, y seguimos adelante. Bucaré, Matallana, Las Majadillas, Rosalejo… ¿Sabrán los que firman dónde están estos parajes? Me temo que la mayoría no.

 

Las administraciones locales, como es el caso de la nuestra, aceptan sumisamente esta avalancha de placas a cambio de unas monedas. Pan para hoy y hambre para mañana. Sin tener en cuenta lo necesario que es impulsar una política de empoderamiento de la ciudadanía en el tema energético. Porque, aunque parezca mentira, para algunos, el futuro pasa por ahí o estamos condenados al fracaso.

 

Los grupos ecologistas han reivindicado la implantación de energías limpias desde hace mucho tiempo, cuando los que hoy gestionan la vorágine especulativa en el sector de las fotovoltaicas defendían la energía nuclear o térmica (carbón o petróleo) y se mofaban del calentamiento global y de la necesidad de la descarbonización de la economía, invento de unos hippies.

 

La administración local debe dar ejemplo con la implantación de fotovoltaica en edificios públicos y en las comunidades, impulsando la gestión de la electricidad desde la economía social y solidaria que empodere a la ciudadanía, eliminándoles o reduciéndoles la tributación, respetando el patrimonio histórico y natural y plantándose frente a la administración central y autonómica para defender la biodiversidad, la justicia social y el equilibrio territorial.

 

Energía solar sí, pero así no.

Francisco José Gavira Albarrán


jueves, 26 de agosto de 2021

LA BARRANCA ALTA, RÍO Y RANCHOS

 

La Barranca Alta.

La ruta tiene 7-8 km., es de dificultad media y de una duración de tres horas.

Desde Alcalá de Guadaíra tomaremos la A92, dirección Arahal. Muy pronto dejaremos atrás el Arroyo del Salado. Estaremos muy pendientes para tomar la primera salida, que nos incorporará al Cordel del Término o de La Camorra. Lo seguiremos hasta llegar a la pasá de Utrera, el punto donde comienza la ruta de hoy. 

Pasá de Utrera, el punto de partida de la ruta.

El primer tramo, de un kilómetro, discurre por el Cordel de Mairena; nombre que toma la vía pecuaria que traemos, una vez que cruza el río Guadaíra. Los primeros cuatrocientos metros son de subida, la única de todo el recorrido. Desde esta rampa merece la pena admirar las vistas del serpenteante río y la figura que forma el escarpe de Los Alcores en el horizonte.

Las ruinas del rancho de El Comandante, con higuera.

Nuestro primer contacto con la Cañada Real de Morón y la meseta de Matallana se encuentra precedido por unos olivos. Antes de continuar por la cañada nos aproximaremos a las ruinas de lo que fue el rancho de El Comandante,  distante unos seiscientos metros, y que ya divisaremos frente a nosotrosUn solitario eucalipto, testigo de una hilera hoy desaparecida, nos dará paso a sus ruinas, que sobreviven abrazadas por higueras bravías y neumáticos viejos semienterrados.

Los más mayores cuentan que en el cordel de Mairena existió una choza con muros de material y techumbre vegetal habitada por una familia alcalareña de pastores. Se piensa que la construcción del rancho, a primeros de los años cuarenta del siglo pasado, a la altura de la choza, pudo ser la causa del desplazamiento de los pastores a la Barranca Alta, donde permanecieron algún tiempo hasta el abandono definitivo de la zona. También sitúan allí una coplilla atribuida a Fernando “El Gasta”, coplilla que  cuestionaría que se cubriesen las necesidades proteínicas mínimas de los jornaleros que trabajaban en el rancho por un jornal y “mantenidos”:  

“En el rancho El Comandante han tocado a garbanceta y aquel que no acuda pronto le cuesta cuatro pesetas.” 

Desde el rancho regresaremos a la Cañada Real de Morón para continuar hasta la Barranca Alta. En este trayecto, de aproximadamente dos kilómetros, predominan los olivos a nuestra izquierda y la tierra calma a nuestra derecha; una amplia zona conocida como Matallana donde se siembran girasoles, trigos y garbanzos, aunque no siempre fue así, hasta el primer tercio del siglo XX predominaron los palmares y las dehesas.[i]

Cañada Real de Morón.

Conviene recordar que la vía pecuaria por donde transitamos fue recuperada, parcialmente, en 2009. Se dijo que estábamos ante un corredor ecológico para conectar espacios naturales. Transcurridos más de una docena de años, continúa usurpada en todo su recorrido, ha perdido una parte importante de la repoblación que se llevó acabo y las labores de mantenimiento no han existido nunca. 

La Barranca Alta.

Una vez en la Barranca Alta conviene saber que constituye una red de drenaje o depresión provocada por el agua que se mueve por la acción de la gravedad hasta desembocar en el río Guadaíra. En esta zona han aflorado materiales que demostrarían la existencia de un ambiente de tipo palustre entre hace 48.000 y 35.000 años y que se prolongaría hacia Los Alcores.[ii]

Desde el río Guadaíra podemos ver el perfil de la meseta de Matallana.

Bajaremos con cuidado unos doscientos cincuenta metros hasta situarnos junto al cauce del río Guadaíra. A unos cien metros, corriente abajo, el escaso caudal, sobre todo en época de estío, nos permitirá vadearlo para continuar por la margen derecha en el sentido de la corriente.

Los eucaliptos predominan en el río.
Enea o espadaña (herbácea del género Typha o familia de las tifáceas)
Aro (Arum maculatum).

El predominio de los eucaliptos en este tramo de la ribera es abrumador, a pesar de ello, también disfrutaremos de otras especies arbóreas, arbustivas y plantas como: fresnos, tarajes, olmos, álamos, sauces, eneas, mastrantos…, que conforman un hábitat refugio para gran número de especies animales.

Rancho de Mellado.

También podemos ver fresnos, olmos...

Durante los primeros quinientos metros iremos flanqueados por olivos a nuestra derecha. Luego la tierra calma nos dejará ver el cortijo de Mellado, distante de nosotros unos doscientos cincuenta metros. Llegado a un punto daremos con el tributario arroyo de Las Albinas que, cubierto por una tupida e impenetrable olmeda, nos sacará al carril de servicio que discurre paralelo a la autovía. 

El rancho de Las Lomas.

Desde este punto podemos decidir si regresar por la pista hasta la pasá de Utrera o continuar por la margen del río sorprendiéndonos a cada paso que demos. Si hemos optado por lo segundo, conoceremos los restos de lo que fue el Cortijo de Las Lomas; un entorno en el que han prosperado imponentes higueras y que sirve de cobijo a la araña Argiope trifasciata. 

 

Argiope trifasciata.

Cardos borriqueros con el río al fondo.

río con escaso caudal en verano.

Sin más dilación continuaremos hasta el punto de partida, que ya lo tenemos a la vista, la pasá de Utrera.

Mapa de la ruta.


Francisco José Gavira Albarrán

 

 



[i]                 Memorias Históricas de la Villa de Alcalá de Guadaíra. Leandro José de Flores 1833. Matallana perteneció al Consejo de Alcalá de Guadaíra

[ii]                Medio Físico, dinámica, geoecológica, paisaje vegetal y ordenación de los recursos naturales de la campiña del río Guadaíra.  David Cristel Gómez Montblanch 2010.  “Este al colmatarse favoreció la instalación de la red de drenaje actual en un cambio hacia un modelo exorreico que propició el vaciado de un gran volumen de depósitos hacia el Guadalquivir a través de un cauce cada vez más angosto e incidido que en la actualidad atraviesa Los Alcores.”



martes, 17 de agosto de 2021

Por el cordel de Gallegos desde la hacienda de Miravet

 

Hacienda de Miravet al fondo entre olivos.

La ruta discurre completamente dentro del término municipal de Alcalá de Guadaíra. Es de diez kilómetros (lineales), de dificultad baja y de tres a cuatro hora de duración. El periodo para realizarla es de octubre a mayo y el óptimo de noviembre a abril. Su calificación: Sobresaliente.

Descripción del cordel de Gallegos:

“Sale de la Cañada de Matalajeme antes de llegar a la hacienda de La Pintá, camina entre Los Bujadillos y La Pintada con dirección a la línea límite de este término con el de Utrera, al llegar al cual lo sigue en un kilómetro aproximadamente, desprendiéndose de ella para dirigirse en línea recta a cruzar la carretera de Madrid-Cádiz por la casilla de Peones Camineros, llamada de Mendieta. Atraviesa el camino de Alcalá de Guadaíra a Utrera, pasa entre el cortijo de Sanabria y otro cortijo (El Gallego), deja a la izquierda un rancho (La Armada) y a la derecha el cortijo de La Palma, cruza también el cordel de Mairena del Alcor a Utrera, que aparece muy intrusado, pasa por tierras del cortijo de Marchamorón, cruza también el cordel de Carmona a Utrera y ya por la línea divisoria de este término de Alcalá y el de Utrera, sigue hasta su terminación en la Cañada Real de Piedra Hincada, después atraviesa el ferrocarril de Utrera a Morón y a Osuna. La anchura de esta vía es variable a lo largo de su recorrido, pero nunca inferior a 45 varas (37,61 m.). En lo sucesivo se le considerará necesaria con una anchura uniforme de cuarenta y cinco varas. Su recorrido total es de unos 22 kilómetros”.

En el cordel de Gallegos se respeta en muchos puntos la anchura de 37,50 metros.

Esta ruta se encuentra a unos diez kilómetros, por carretera, del núcleo urbano de Alcalá de Guadaíra, por lo que tendremos que desplazarnos en autobús¹ hasta al lugar indicado para iniciar el recorrido.

Tomaremos dirección Utrera, para que, al llegar a la altura de la estación de Don Rodrigo, a unos diez kilómetros de Alcalá, hagamos un giro y nos dirijamos a un camino que queda a la izquierda de la carretera. Se trata de la vía pecuaria denominada cordel de Gallegos.

Palmas y encinas.

Ahora empezamos a ver junto al carril un gran basurero que crece día a día, una de las consecuencias de permitir el desarrollo de urbanizaciones ilegales.

Basurero en el cordel de Gallegos.

El carril toma su mayor anchura donde se encuentra el basurero. A nuestra izquierda, vallado de chumberas (Opuntia ficus-indica), y entre ellas un camino que da acceso al cortijo de la Armada, que nos podría llevar hasta el descansadero de Trujillo y el puente de la Vega. A la derecha vemos un camino que se dirige a Utrera, el camino del Alba. De frente continúa el cordel, y bajo una encina podemos ver un monolito conmemorativo de la Hermandad del Rocío de Puente Genil, pues aquí hace una parada en su peregrinar hacia la aldea.

Dejamos atrás el lugar y, a nuestra derecha, vemos las ruinas de una edificación; y algo más cerca del camino, una alberca y un pozo enorme. Cerca existe una entrada en rampa que nos puede llevar hasta lo más profundo del pozo, pero es realmente peligroso. Continuamos el camino, ahora en un carril más pequeño, y vemos pronto otra edificación a nuestra derecha. Es la hacienda de la Palma, completamente en ruinas. A nuestra izquierda nos va a acompañar un vallado de chumberas, hasta que lleguemos al cordel de Mairena y la finca de Rosalejos. Las palmas y las retamas van a ser la vegetación dominante en este tramo.

Cortijo de Sanabria.
Hacienda de La Palma.

La finca de Rosalejos destaca por estar vallado por un enorme seto de un arbusto espinoso llamado rhannus licioides. La vegetación es abundante en el lugar: espinos, rosales, coscojas, palmas, jaras, retamas, lentiscos… Al terminar la finca, llegamos a un arroyo, el de Rosalejos que vierte sus aguas en el Guadairilla.

Rosa Mosqueta, muy común en el Cordel de Gallegos.

Al entrar en las tierras de Marchamorón, el cordel empieza a perder anchura y vegetación, aunque todavía veremos algunas palmas. El arroyo de Guadairilla se acerca hacia el cordel hasta ir paralelos durante el último kilómetro. Rápidamente llegamos al cordel de Utrera a Carmona, hoy día convertido en una carretera donde nos estará esperando el autobús.

Otra imagen del Cordel de Gallegos.
Mapa de la ruta. 

¹Ruta que realizó Antonio Gavira Albarrán para el grupo ecologista Alwadi-ira–Ecologistas en Acción el 22 de marzo de 2008.

 


sábado, 24 de julio de 2021

Dejemos de ignorar tanto.


Es imprescindible que conozcamos el estado real de las cosas para actuar en consecuencia, desarrollando pensamiento crítico. Desde el punto de vista medioambiental local, lo podemos traducir en qué se hace, cómo y qué planes tiene el municipio con respecto a la sostenibilidad; también, qué proponemos y hacemos al respecto cada uno de nosotros.

La persona que gravó el vídeo de un camión cisterna vertiendo su contenido contaminante al río Guadaíra y luego lo difundió en las redes, consciente o no, puso encima de la mesa otra realidad; qué se hace para conservar lo que tenemos fuera de los núcleos urbanos. Si fuera un atentado aislado lo podríamos calificar de anecdótico, pero no es así. Continuamente se producen vertidos contaminantes en el medio rural; también son vertidos las haciendas en ruinas, los caminos y vías pecuarias usurpadas, los yacimientos arqueológicos expoliados, el potencial de Gandul ignorado, las extracciones de agua ilegales, las construcciones ilegales y las legales insostenibles, los basureros incontrolados y los “controlados”, como el de Nerva, la quema de residuos en cementeras y un largo etcétera. No es posible, sin colapsar, continuar manteniendo una relación con la naturaleza en términos de saqueo ilimitado de recursos, y los hechos nos muestran que se sigue mirando para otra parte.

Esta toma de conciencia comienza en el ámbito local. Nuestra realidad se encuentra politizada por quienes gestionan lo local, desde aquí y fuera de aquí. No olvidemos que el gobierno autonómico nos ha metido en una vorágine desreguladora, a base de decretazo, como denuncia Ecologistas en Acción: “El Decreto-ley 3/2021, elaborado, supuestamente, para la agilización administrativa y racionalización de recursos para la recuperación económica, está en la misma línea de favorecer la desregulación ambiental y urbanística que el Decreto Ley 2/2020 de 9 de Marzo 2020, aprobado también bajo el subterfugio del fomento de la actividad productiva.” 

No queda otra que actuar. Perder el miedo para poder proteger el patrimonio histórico y natural; en general lo público. Andalucía debe de dejar de ser la zona de sacrificio de Europa y en los municipios no todo consiste en mantener limpio de hojarasca los lugares de tránsito, como sucede en el nuestro con el Parque de Oromana. 

Francisco José Gavira Albarrán

24 de julio de 2021

domingo, 4 de julio de 2021

Entre los arroyos de Rosalejos y Guadairilla.

 

Arroyo de Guadairilla. 

La ruta de hoy tiene ocho kilómetros, es circular y no presenta dificultad salvo en época de lluvias. Su duración es de tres horas contando con las paradas necesarias para disfrutar plenamente de la naturaleza. Desde Alcalá de Guadaíra, tomaremos la carretera de Morón para estacionar el coche en el cruce con el cordel de Mairena, junto a lo que fue el rancho de Don Paulino.

Iniciaremos el paseo cruzando la carretera en dirección al cortijo de La Viuda o del Árbol, que dejaremos a nuestra izquierda, hasta llegar al arroyo de Guadairilla, donde merece la pena pararnos unos instantes. Este primer tramo, de aproximadamente un kilómetro, cuenta con un pequeño pero interesante núcleo de palmas y espinos majuelos. A finales de mayo, la tierra calma a nuestro alrededor la vimos sembrada de trigos, girasoles y garbanzos.

Núcleo de palmas y espinos en el cordel de Mairena.

La “pasá” del arroyo mantenía un charcón a la izquierda. Los carrizos, eneas o espadañas, tarajes, zanahorias silvestres, entre otras plantas, le daban un aspecto frondoso e impenetrable. Un cangrejo rojo se desplazaba en busca de un lugar más conveniente. Las golondrinas, vencejos y aviones, con sus frenéticos aleteos y bruscos giros, daban buena cuenta de la abundancia de mosquitos. También aquí, un biólogo amigo constató la presencia de nutrias por sus excrementos.

Charcón en la “pasá” del arroyo de Guadairilla.


Cangrejo rojo.

La ruta continúa de frente, por la vía pecuaria. En este segundo tramo vimos cómo la cochinita del carmín, Dactyopius coccus, debilitaba las chumberas, Opuntia ficus-indica. A la derecha, a unos trescientos metros, divisábamos un par de árboles, testigos delatores de la presencia de unos pozos, posiblemente en el lugar donde estuvo el rancho conocido por algunos como Rancapinos. Estamos en una zona que, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, formaba parte de una dehesa y cerrado de toros. 



Padrón en las proximidades del cortijo de Rosalejos.

Al fondo, árboles testigos. En esa zona hubo una dehesa a mediados del siglo pasado.


Pronto llegamos a un padrón formado por el arbusto espinoso llamado rhannus licioides, que hace de barrera infranqueable de las tierras que pertenecen al cortijo de Rosalejos, luego a una desvencijada verja, y a partir de aquí la impenetrable vegetación nos obliga a desplazarnos unos metros hasta conectar con el cordel de Gallegos. En este último tramo aún podemos ver algunas encinas dispersas. Sin embargo, desde la verja, los ciclistas continúan por el camino que parte perpendicular al cordel y que discurre en dirección al cortijo de la Armada.

Último tramo del cordel de Mairena. Al fondo, el cordel de Gallegos.

Una vez en el cordel de Gallegos, lo tomaremos a la izquierda durante un kilómetro, hasta llegar al arroyo de Rosalejos, que viene desde las tierras del cortijo de Valdivieso y de la desaparecida hacienda de Cuca Noche hasta su desembocadura en el Guadairilla, y que veremos sin agua salvo en la época de lluvias. Desde este punto proseguiremos por su margen derecha durante cuatrocientos metros. Este tramo cuenta con una olmeda tupida, salpicada de espinos, zarzas, higueras, eucaliptos, rosas silvestres y zarzaparrilla, la smilax aspera, refugio seguro y apartado para numerosas aves.

Cordel de Gallegos.

Vegetación en el arroyo de Rosalejos.

En la primera oportunidad vadearemos el arroyo para continuar bordeando unos olivos, que deben quedar siempre a nuestra izquierda. Después de algunas revueltas, conectaremos con el camino que nos conducirá directamente a la carretera de Morón. Continuaremos por la izquierda durante cien metros hasta llegar al arroyo de Guadairilla, que lo tomaremos por su margen derecha, en dirección a la corriente.

El camino que nos conducirá nuevamente a la carretera de Morón.

El Guadairilla, penúltimo tramo de la ruta.


Este nuevo tramo constituye un oasis de vida, donde se encuentra el mayor tarajal, Tamarix africana, de todo el término municipal de Alcalá de Guadaíra. También cuenta con olmos, espinos y algún piruétano. Cuando anduvimos por allí, la presencia de agua era patente en todo este tramo. El trino de los pájaros nos acompañó y una pareja de ánades reales o azulones levantó el vuelo a nuestro paso.

Cuando nuevamente lleguemos al cordel de Mairena, giraremos a la derecha para alcanzar el punto de partida.


Mapa de la ruta.


sábado, 26 de junio de 2021

El arroyo de El Novillero y un pozo artesiano como testigo de la cultura del agua.

 

Arroyo de El Novillero 

La ruta que te proponemos tiene siete kilómetros, es circular y la puedes realizar tres horas, incluyendo las paradas. Desde Alcalá de Guadaíra, tomaremos la carretera de Morón. Una vez que hemos pasado el puente de La Vega, a la altura del rancho de Bulnes, que lo veremos a la izquierda, cruza la Cañada Real de Morón. En este punto giraremos a la derecha para acceder a la parte alta del descansadero de Trujillo, donde se puede dejar estacionado el coche. [1]

Dependiendo de la estación, la ruta presenta más o menos dificultades. En un invierno lluvioso resultará más complicado seguir el curso del arroyo; y en verano, dadas las altas temperaturas, aconsejamos aprovechar las primeas horas del día. Nosotros anduvimos por allí a primeros de mayo, con una temperatura agradable y un cielo completamente despejado.

El primer tramo, de un kilómetro y medio, discurre por el camino de El Pozo de la Bomba, que comienza inmediatamente a la izquierda de donde hemos dejado el coche. A nuestro paso, la tierra calma la vimos cubierta de trigales ya granados que empezaban a amarillear, y de girasoles, con un verde intenso, aún sin las panochas que los caracterizan. Después de dejar atrás una granja y algunas palmas en los bordes del camino llegamos al arroyo de El Novillero, que, en este punto, como casi siempre, no llevaba agua.

Ese día tomamos el margen derecho del arroyo, en dirección a la corriente. En los primeros 200 metros, en la fresca hierba, abundaban los caracolillos que conocemos popularmente como blanquillos y las cabrillas. La inexistente vegetación arbórea y arbustiva, salvo algún taraje solitario, permitía que los cardos, el carrizo y la avena loca fueran los protagonistas y el refugio para jilgueros, verdones y una gama de insectívoros, que, con su canto, amenizaron nuestra marcha. Alguna perdiz levantó el vuelo a nuestro paso.


Los cardos y la avena loca.

El carrizo.

En la orilla opuesta a nuestra marcha, la presencia de un olivar nos motivó a cambiar de margen, cosa que hicimos sin dificultad. El arroyo continuaba sin agua. En el siguiente kilómetro, la vegetación se hizo cada vez más abundante. Después de dejar atrás una “pasá”, que permitía vadearlo, y un imponente eucalipto que divisábamos ya desde lejos, llegamos al cortijo de Las Llamas o del Estanquero, como aparece en el topográfico de 1872 y otros posteriores, aunque algunos lo conocen como el rancho de Manuel Lara. Aquí tuvimos que cambiar de margen debido a un vallado del cortijo que se prolongaba internándose en la cerrada vegetación del arroyo.

En este nuevo tramo, de 1,3 kilómetros, abundan las zarzas, las higueras y los eucaliptos, el espino majuelo, algunos almendros, olmos, rosales, entre otras especies que conforman un entorno selvático impenetrable. El agua se hizo presente en el cauce en aquellos puntos donde la maleza nos permitió aproximarnos. En estos puntos pudimos observar el lodo revuelto y huellas que delataban la presencia de jabalíes en la zona.

Zarzas, eucaliptos y girasoles.

El agua en el arroyo.

Fue una auténtica sorpresa encontrarnos con un interesantísimo pozo artesiano con brocal abrevadero [2]. Este discurría a su alrededor, formando un círculo casi completo. En su interior, las paredes se encuentran revestidas con cantos rodados y piedra arenisca. Pudimos comprobar la presencia de agua a unos dos o tres metros de profundidad.

Un brocal singular.

El revestimiento del pozo artesiano.

En la espesura distinguíamos, con dificultad, unos paredones de tapial, a los que nos fue imposible acercarnos debido a la impenetrable pantalla vegetal donde predominaban las zarzas.  Según parece, pertenecieron a una antigua zahúrda [3], ya en ruinas en los años cuarenta del pasado siglo [4].  Unos metros más adelante, también invisible desde el margen de la espesura, resistiendo el paso del tiempo, aún permanecen en pie unos paredones de lo que pudo ser la casa, conservándose el hueco de una ventana con su marco de madera, abrazada por higueras y olmos.

Dentro de la espesura, la zahúrda.

A poco metros de allí, a la derecha del arroyo, entre olivos, el cortijo de Los Manantiales, un nombre muy apropiado dada la abundancia de agua en la zona [5]. El arroyo cruza la cañada de Benagila, que, a modo de presa, permite allí la presencia de una lámina de agua casi todo el año. Desde la cañada, hasta la desembocadura en el río Guadaíra, el agua discurre exclusivamente en los períodos de lluvias. [6]

Después de abandonar su curso, durante unos metros, continuamos hasta su desembocadura en el Guadaíra. Este tramo conserva algunos olmos y tarajes. El 3 de febrero de 2013, el grupo ecologista Alwadi-ira-Ecologistas en Acción, plantó en la zona 190 ejemplares de almeces, fresnos y acebuches, que no llegaron a prosperar debido a un incendio intencionado que tuvo lugar unos meses más tarde.

En la desembocadura del arroyo estuvimos parados un momento disfrutando del cauce del río Guadaíra, rodeados de una abundante vegetación.

Tramo final del arroyo, con el castillo de Marchenilla al fondo.

Finalmente, continuamos por su margen en dirección al puente de La Vega o Trujillo. Es de destacar la estampa desconocida que, desde aquí, se tiene del castillo de Marchenilla. Constatamos que la vegetación de ribera ha prosperado: sauces, álamos, olmos, tarajes, entre otros, que combinando con una abundante flora se propagaba desde la orilla a los trigales, margaritas, amapolas, carihuelas, cardos, entre otras.

Desde el puente de La Vega o Trujillo, subiremos en dirección a la fuente del El Perro y desde allí al coche.

Desembocadura de El Novillero en el Guadaíra.

De camino al puente de La Vega, con el río a nuestra izquierda.

Río Guadaíra.

[1] Desde aquí parten tres vías pecuarias: el cordel de Marchenilla, la cañada Real de Morón y la cañada de Benagila; también el camino de El Pozo de la Bomba.

[2] Que debería estar catalogado y protegido en el PGOU.

[3] Según el Mapa Nacional Topográfico y Parcelario, elaborado por el Instituto Geográfico y Catastral en 1945.

[4] Mi padre cuenta que a mediados del pasado siglo ya estaba en ruinas.

[5] Frente al cortijo de Los Manantiales se encontraba el conocido como Rancho Cueto, que contaba con pozo, pilón, pila y horno, según el Mapa Nacional Topográfico y Parcelario, elaborado por el Instituto Geográfico y Catastral en 1945, y que, al parecer, sería vendido a Pedro Gutiérrez por los Cuetos.

[6] Ídem, se le nombra arroyo de La Estrella. 

Mapa de la ruta.