1. Introducción.
El ingenio hidráulico conocido como Molino Hundido o del Rincón fue, junto a otros molinos como: La Torrecilla, los tres de Gandul (La Madre), Tragahierro, Pared alta, Cañiveralejo o el Hornillo, propiedad del Marquesado de Gandul [1] desde la Edad Moderna hasta la actualidad. Este molino aparece nombrado en la relación de molinos de pan que hace Pedro León Serrano a principios del siglo XVIII [2]. A pesar de que algún autor lo considera arruinado desde muy antiguo, parece ser que este molino aún funcionaba a principios del siglo XIX [3], aunque se sabe con certeza que su actividad había cesado a mediados del mismo siglo, siendo posiblemente nombrado por primera vez, como “Hundido” [4]. En sus últimos años de actividad podría haber funcionado como batán. Es posible que este ingenio, junto al de la Torrecilla, no gozara de la rentabilidad suficiente para su arrendamiento por parte de los molineros, por lo que su falta de actividad conllevó a su abandono y progresivo deterioro hasta la actualidad.
2. Diagnóstico.
La situación actual del Molino Hundido es crítica, se encuentra en estado ruinoso, ha perdido una de las dos naves que lo formaban y su azud también está prácticamente desaparecido. Además, la nave que aún permanece erguida se encuentra colmatada de depósitos aluviales (limo-arcillosos) debido a las crecidas ordinarias del Guadaíra. Sus muros están cubiertos de grietas de distinto tamaño cuyo daño sobre la estructura, de por sí importante, se encuentra intensificado por la proliferación de ejemplares de eucaliptos, fresnos y tarajes. (Fotografía.1).
Fotografía 1. Vegetación afectando la estructura del Molino Hundido.
A pesar de todo lo apuntado, el mayor problema radica en la exposición de sus cimientos a la erosión hídrica, pues la acción del flujo hidráulico del Guadaíra los está dejando al descubierto a la par que está erosionando su superficie. (Fotografía. 2).
Fotografía 2. Detalle de la exposición de la cimentación por erosión del lecho.
El flujo hidráulico se ha visto condicionado por distintas actuaciones de dudosa efectividad efectuadas en este sector fluvial. En este sentido cabe citar la construcción de una presa en la década de 1980 [5] o el intento de creación de una escollera -para evitar la erosión lateral de la margen derecha- que han acentuado la afección que el flujo hidráulico está generando sobre la estructura del molino.
Para llegar a tal explicación, es necesario conocer someramente qué tipo de régimen fluvial y qué comportamiento hidrológico caracterizan a nuestro río, cuyas temibles crecidas en Sevilla eran ya descritas por D. Leandro José de Flores [6]. Este comportamiento temperamental del río Guadaíra, capaz de incrementar su caudal durante las época de lluvias hasta el punto de provocar terribles inundaciones en Sevilla, muestra un marcado régimen irregular, característico de los ríos conocidos como de régimen “pluvial mediterráneo”.
La irregularidad de su caudal se aprecia con meridiana claridad en la serie de datos recogidos por la desaparecida estación de aforos que se ubicaba en el Parque de Oromana [7].
Al analizar la serie en cuestión, que se corresponde con los datos obtenidos entre 1970 y 1995, se aprecian dos claras tendencias temporales en cuanto a las aportaciones mensuales, pues durante la década de 1970, los mayores caudales se recogían en los meses primaverales próximos al estío –fundamentalmente entre abril y mayo-, mientras que la tendencia varía durante la década de 1980 –prolongándose hasta 1995- cuando el registro de los mayores caudales se traslada a los meses otoñales e invernales, básicamente entre noviembre y enero, y ocasionalmente a febrero. Este somero análisis temporal confirma la irregularidad del comportamiento hidrológico anual de este río en una serie de 25 años. No obstante, aún puede extraerse otra lectura más, pues los caudales máximos anuales no siempre coinciden con los meses de mayor aporte, es decir, que aunque el caudal está directamente relacionado con la cantidad de precipitación acumulada, depende aún más si cabe de “cómo llueve”. Por consiguiente, cabe afirmar que las oscilaciones anuales se relacionan con una cuestión climática (marcada irregularidad de las precipitaciones del clima mediterráneo), aunque las crecidas y por consiguiente, su afección en forma de inundaciones, se relacionan con factores estocásticos puntuales como el tipo de precipitación, lo que incrementa, no solo la irregularidad de su comportamiento, sino como bien describía el Padre Flores en sus memorias, también su temperamento.
La aproximación al tipo de régimen del Guadaíra –y su irregular comportamiento hidrológico- unido al tipo de sustrato por el que discurre, favorecen la erosión lineal durante la mayor parte del año hidrológico. De esta manera, el cauce del Guadaíra se encuentra especialmente incidido y alberga un lecho marcadamente encajado. Con el tiempo, esta capacidad ha generado una sección transversal con una gran diferencia entre la longitud del perímetro de mojado y la de la anchura del cauce. Esta morfología del cauce favorece la concentración de energía hidráulica (cinética) en el centro de la sección transversal durante las crecidas y, consecuentemente su capacidad de arrastre –fuerza motriz- en dicho punto, justo donde se ubicaba la desaparecida nave del Molino Hundido. Por consiguiente, no se entiende la finalidad con la que se ejecutó la citada presa en la década de 1980.
El efecto que esta construcción ha tenido en la dinámica del flujo se ha concretado en la pérdida de actividad de uno de los cauces activos –concretamente del ubicado a la izquierda del Molino Hundido- focalizando toda su actividad “hidrogeomorfológica” en el cauce que discurre a la derecha del ingenio. Esta construcción, unida a la pérdida del azud, provocó además un cambio en el tipo de flujo hidráulico y de su acción sobre el cauce y, por consiguiente, sobre el propio molino. Tal es así, que hace ya unos años se perdió una de las naves que se encontraba adosada a la estructura que aún permanece erguida.
La afección hidráulica del Guadaíra sobre esta zona se implementa además con la incisión desarrollada en periodos de bajo caudal y baja energía (mayor parte del año), pues al concentrar su radio hidráulico sobre el fondo del lecho (perfil longitudinal), la energía de su flujo solo alberga capacidad para desarrollar una erosión lineal. Este hecho provoca que los cimientos del molino se encuentren cada año más expuestos a otros agentes, tales como el desarrollo de algunas especies vegetales que están creciendo y desintegrando los muros y cimientos de este ingenio. Por tanto, este debilitamiento progresivo que expone la estructura a la energía que desarrolla el caudal durante los episodios de crecida ordinaria –mucho peor durante periodos de crecida extraordinaria- podría hacer que la última nave que se conserva del Molino Hundido desaparezca literalmente, perdiéndose así un elemento patrimonial de gran importancia para la cultura e identidad alcalareñas.
3. Propuestas de intervención para favorecer su conservación.
Como propuestas relacionadas con este diagnóstico, es conveniente incidir sobre la necesidad de eliminar la presa, restituir el azud, reforzar la cimentación del molino, sanear y limpiar los muros -eliminando la vegetación que está creciendo sobre la estructura-, limpiar en el interior del molino el aluvión depositado durante las crecidas y, quizás lo más importante de cara a su conservación, restituir un cauce que permita un mayor equilibrio hidráulico creando una barra fluvial “fitoestabilizada” –colonizada por vegetación riparia- y perpendicular al sentido del flujo, aguas arriba del molino, para crear una barrera natural que actúe de defensa durante las crecidas, disipando la concentración de energía hidráulica sobre la estructura restaurada del Molino Hundido. También sería conveniente dragar el cauce colmatado –situado a la izquierda del molino- para bifurcar el cauce en este sector, con el fin de que el caudal utilice todo el lecho fluvial disponible, y así mejorar la relación entre la anchura de la sección transversal y su perímetro de mojado, y condicionar la acción erosiva lineal propia de este río.
Notas al pié.
[1] “El Rincón y la Torrecilla del Marqués de Gandul pagaban 50 arrobas de harina al hospital de San Lázaro de Sevilla” [sic]. Leandro José de Flores. Memorias Históricas de la Villa de Alcalá de Guadaíra. Cuaderno 2º, capítulo doce, página 69. Sevilla, 1833.
[2] Pedro León Serrano. Compendio de la Fundación y Antigüedad de la Villa de Alcalá de Guadaíra. Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Sevilla, 1709.
[3] “Se crian en este rio barbos, bogas y anguilas, y entran sábalos en las arriadas. Con sus aguas muelen los molinos del Rincón, la Aceña Trapera, Benaharosa, S. Juan, los dos del Algarrobo, el Arrabal, Realage, Pelay Correa, Cerrajas;”[sic]. Leandro José de Flores. Memorias Históricas de la Villa de Alcalá de Guadaíra. Cuaderno 2º, capítulo once, página 65. Sevilla, 1833.
[4] “(...)los molinos harineros conocidos con los nombres de la Aceña, Trapera, Benaharosa , Si Juan, el Algarro bo y la Caja, el Arrabal, Realage, Pelai-correa y Cerrajas: los de la Torrecilla y del Rincón, se han arruinado. El arroyo Guadairilla nace en el térm. de Morón, y camina por vías algo tortuosas basta desaguar en el Guadaira por encima del molino hundido del Rincón,(...)”[sic]. Pascual de Madoz. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid 1846-1850.
[5] “Si la intención era contener las crecidas para proteger al molino su efecto fue justo el contrario. Pero si la intención era contrarrestar la virulencia de las crecidas el error es aún mayor, pues en este tipo de secciones transversales estrechas y profundas propias de este río, la mejor opción para contener la energía es liberarla disminuyendo la concentración del radio hidráulico, es decir favoreciendo que la relación entre las longitudes de anchura y perímetro de mojado sea más favorable a la primera, es decir que la relación anchura/perímetro de mojado tienda a 1”.
[6] “Este rio, único de alguna consideración en la banda izquierda del Guadalquivir, nace en las sierras de Morón, viene corriendo por entrar en las campiñas o términos de Carmona y Utrera, llega a Alcalá y la baña por el medio día (…). Esta tanto lo que se engruesa y crece en los inviernos que su corriente y entrada en los barrios de Sevilla la hace temible en sus arriadas”[sic]. Leandro José de Flores. Memorias Históricas de la Villa de Alcalá de Guadaíra. Cuaderno 2º, capítulo doce, página 69. Sevilla 1833.
[7] Estación de Aforos nº 132. Datos de Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. 1995.
http://andalucesdealcala.blogspot.com.es/2013/05/andaluces-de-alcala-diagnostico-sobre.html
Andaluces de Alcalá, a 13 de mayo de 2013.
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