Esta
ruta, de unos 6 kilómetros, se puede hacer en unas 3 horas, incluidas las
paradas para disfrutar del entorno. Es de dificultad moderada, dado que parte
de su recorrido discurre por las márgenes del arroyo del Infierno y el río
Guadaíra.
Desde
Alcalá tomaremos la A-92, en dirección Arahal. Muy pronto pasaremos el arroyo
Salado. Desde ése momento hay que estar atentos para dejar la autovía en la
segunda salida. Accederemos a una vía de servicio de albero compactado. Tan
solo a cien metros encontraremos un camino, que parte a nuestra derecha,
perpendicular a la carretera, punto donde estacionaremos el coche.
Este
otoño hemos recorrido la zona con la calor del membrillo. Las lluvias aún no
habían hecho acto de presencia y todo se mostraba agostado, polvoriento y
ramoneado por rebaños de ovejas y cabras hambrientas.
Desde el
coche tenemos unos trescientos metros hasta la pasá del río Guadaíra. Este
pequeño tramo pertenece al término municipal de Mairena del Alcor.[1]
El río allí apenas mostraba humedad, pero sí evidencias claras de vida animal y
vegetal. La arroyuella (Lythrum salicaria), especie invasora, y la hierba
pulguera o hierba de gato (Pulicaria dysenterica), abundan con sus flores
moradas y amarillas, dándole una nota de color al bosque de eucaliptos de su
contorno.
El
siguiente tramo, de 1,8 kilómetros, discurre por un camino público muy cómodo
donde resiste al arado un pequeño núcleo de palmas. Ya estamos dentro del
término municipal de Carmona, entre hazas de olivos y tierra calma nominadas en
el topográfico de 1953 como El Tobar.[2]
Cuando
lleguemos a la Cañada Real de Morón, continuaremos de frente durante unos
trescientos cincuenta metros hasta las ruinas del Cortijo del Carmen o de
Manuel de Carmen, como lo llaman algunos de los mayores que anduvieron por allí
hace mucho tiempo; completamente abandonado, cuajado de avisperos y de tábanos,
tuvo su esplendor a mediados del siglo pasado.[3]
Regresaremos
sobre nuestros pasos para situarnos nuevamente en la cañada y continuaremos por
ella, a nuestra derecha, hasta llegar al Arroyo del Infierno, distante unos
cuatrocientos metros. La vía pecuaria ha perdido anchura y vegetación a
beneficio de las fincas colindantes. A pesar de todo, aún permanecen en sus
márgenes algunos elementos arbustivos y abundante vegetación, entre la que
destacan los hinojos.
Una vez
lleguemos al arroyo, subiremos hasta su nacimiento, distante unos trescientos
cincuenta metros. Se dice de él que, en época de lluvias, era difícil vadearlo.
En este paraje merece nuestra atención un taraje centenario que, por su porte,
podría formar parte del catálogo de árboles y arbustos singulares del T.M. de Alcalá
de Guadaíra.[4] De su
base parten unos brazos que desparraman sus ramas formando una imponente copa.
A continuación, se encuentra un bosquete de eucaliptos que precede a un pozo y
un abrevadero, posible nacimiento del arroyo. Esta zona permaneció como dehesa
hasta mediados de los años cincuenta del siglo pasado. En las inmediaciones se
localizan los cortijos de Matallana y Torre del Abad, donde parece que se
localizaba la aldea conocida como Chozas de Cáceres, que mandó
formar Alfonso X.[5]
Después
de disfrutar unos instantes de uno de los parajes menos conocidos de Alcalá,
regresaremos a la cañada para continuar por el arroyo hasta su desembocadura en
el río Guadaíra. Este tramo, de unos ochocientos metros, conserva un notable
núcleo de lentiscos; también podemos ver, palmas, algún majuelo, acebuches,
torviscos, etc. Los últimos cien metros discurren entre eucaliptos.
Este
tramo del río Guadaíra conserva una lámina de agua durante todo el año. La
gambusia affinis, un pececillo de origen norteamericano, introducido para
combatir a los mosquitos, ha prosperado aquí, convirtiéndose en una de las
presas favoritas del martín pescador.
Durante
la marcha, desde nuestra izquierda, un par de arroyadas, cubiertas de abundante
vegetación, merecedora de un estudio, desembocan en el río. En algunos tramos
se notan los efectos del sesteo de las ovejas. Sin embargo, encontraremos
espacios selváticos donde es imposible acercarse al cauce. En estos tramos, los
álamos, olmos, fresnos, tarajes, moras, espinos, sauces, etc. se constituyen en
refugio ideal para todo tipo de fauna.
Después
de dos kilómetros y un cortijo o rancho abandonado, donde sobrevive un naranjo
solitario, a modo de topónimo de lo que pudo ser una huerta, llegaremos
nuevamente a la pasá y un poco más allá al inicio de la ruta donde hemos dejado
el coche.
[1]En el
mapa topográfico y parcelario elaborado en 1953 por el Instituto Geográfico y
Catastral, pertenecería a la vereda de Las Albinas, hoy Cordel.
[2]Aún
podemos comprobar en la ortofoto digital panorámica de Andalucía 1977 – 1983
otras construcciones frente a lo que queda del cortijo.
[3] Ibid.
[4] David Cristel Gómez
Montblanch. Árboles y arbustos singulares del T.M. de Alcalá de Guadaíra.
EDITA: Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra. 2014.
[5] Marcos
Fernández Gómez. Nuevos datos y documentos sobre la repoblación de Alcalá de
Guadaíra (1280-1335), Historia. Instituciones. Documentos; No
31 (Año 2004).
págs.167-192.
No hay comentarios:
Publicar un comentario